Capitulo 26

14.3K 789 20
                                    


La policía revisa cada rincón de mi casa, tratando de averiguar por donde coño entró el bastardo de mi padre. Mi hermana llegó hace un rato, así que la mande a ella y a mi hermanito a su habitación. Mi madre y yo estamos en la sala inquietas por el resultado de los policías.


—Lo más probable es que haya entrado por la puerta. No hay otra forma más razonable— dice un policía gordo.
—Que averiguación— susurro fastidiada.


El policía gordo me mira ceñudo, alzo una ceja retadora. No me van a venir con estupideces ahorita.


—Como sea, pondremos a un policía a vigilar su casa. Si viene, lo atraparemos.
—Muchas gracias oficial— dice mi madre.


Los acompaña a la salida mientras me levanto y camino a la sala, tirándome en el sofá. No puedo creer que este pasando esto de nuevo. ¿Cómo nos encontró?
Saco la nota de mi bolsillo y la vuelvo a leer. "Solo es una enseñanza" Cierro mis ojos con fuerza. Mi mente recuerda esa escena, esas palabras, ese día. Estas son las mismas palabras que siempre me decía antes de abusar de mí. Una enseñanza, ese era su pretexto. ¡Maldito bastardo!
Unos golpes en la puerta se escuchan. Me levanto un poco para ver como mi madre ya había regresado y estaba en la cocina. Nunca escuche cuando regreso. Ella se levanta de la silla del comedor y va a abrir.


—Vannia— me llama mi madre.


Me incorporo para sentarme y veo a Jonathan en la puerta. De pronto todo mi esfuerzo por tranquilizarme se evapora. Me levanto y corro hacia él. Jonathan me estruja en sus brazos.


—Vannia ¿qué pasa? — pregunta preocupado.
—Él vino... Elías vino... Él...— no puedo contenerme más y rompo en llanto.


Jonathan me toma en sus brazos más fuerte y acaricia mi pelo. Yo simplemente aprieto mis manos alrededor de su cintura sin dejar de llorar.


—¿Les hizo algo?
—No— responde mi mamá.
—Señora Prado, ¿sabe dónde está? — pregunta a mi madre
—No, nadie lo sabe— dice mi madre casi sollozando.
—Vannia, cariño, no llores.


Jonathan me toma de la cara, haciendo que lo vea. Su rostro es pasible, pero sus ojos expresan rabia y dolor... Mi dolor.


—Prometí que no dejaría que te volvieran a lastimar, y lo cumpliré.


Asiento y sin importarme nada, ni siquiera que mi madre nos esté viendo. Me paro de puntillas y lo beso. Un beso suave y rápido.
Cuando me separo Jonathan me sonríe limpiando con su pulgar mis lágrimas.


—Gracias— susurro.
—¿Ok, que pasa aquí? — pregunta mi madre confundida.


Respiro hondo y me giro, encarando a mi madre. Limpio las lagrimas de mi mejilla y trato de hablar con cuidado.


—Mamá, estoy saliendo con Jonathan.
—¿Qué? Oh, no. Eso sí que no.


Mi madre me toma por el brazo, pero me zafo de su agarre.

El sabor del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora