Capitulo 38

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Un leve dolor en la espalda me hace abrir los ojos, la luz de la mañana traspasa las cortinas e ilumina el cuarto. Estiro todo mi cuerpo y me giro hasta quedar boca abajo en la cama, no quiero levantarme. Estiro mi mano y alcanzó mi teléfono en el buró. Giro mi cabeza y veo la pantalla del teléfono. ¡Diez de la mañana, carajo! Me levanto y empiezo a tender la cama rápidamente, tengo que regresar a casa es tardísimo.
Dejo todo bien acomodado y tomo mis cosas. Salgo de la habitación y cierro la puerta detrás de mi. No puedo evitarlo, me muerdo el labio y miro la puerta de la habitación de Jonathan. Todo mi cuerpo quiere avanzar y tocar su puerta, verlo y besarlo con todo mi ser.
Niego con la cabeza. Si seré tonta.
Me giro y bajo las escaleras, espero no encontrarme con nadie, seria tan incómodo. Llegó a la sala pero no hay nadie. Genial. Salgo de la casa y camino hasta la ascera, por suerte aún me queda algo de dinero en la cartera, ayer Omar pago todos mis tragos entonces no gaste casi nada. Paro un taxi y le indico la dirección de mi casa. Mientras el auto avanza solo puedo mirar hacia la ventana, viendo las casas, los edificios, los autos y las personas pasar, mi cabeza es un lío total. Analizando todo, a pesar de lo que he pasado reconozco que no sentí un impulso de repulsión, miedo o incomodidad cuando Jonathan me besó, al contrario. Sentí como mi corazón se reconfortaba, pero si nos vamos por el lado sincero después de besarlo y separarme de él una sensación de incomodidad paso por mi cuerpo y los traumas de mi abuso pasaron con un flashaso por mi cabeza. Está sensación es muy complicada, dejar pasar algo así no es sencillo, yo sé que ya pude superar el primer abuso y dejarlo enterrado en mi ser para no ser lastimada ni lastimar a otros; pero está última vez... Fue peor. Desenterró mis miedos, mis sentimientos... Mi dolor. Y ahora no sé dónde enterrarlos, no encuentro espacio, es como si hubiera olvidado como sanar.

Las horribles escenas de ese día pasan por mi mente de forma tan repentina que me cuesta trabajo ignorarlas y pensar en algo más. No sé cómo demonios saldré de esta.
Miro al frente y por el parabrisas puedo ver mi casa no tan lejos, estoy cerca. Busco en mi bolso el dinero que marca el taxímetro y justo cuando el auto se detiene le pago. Le doy las gracias y bajo del auto.
Puedo sentir un escalofrio recorrer mis brazos poniendo mi piel chinita, es de merviosismos y miedo. Mi madre ha de estar sacando espuma de la boca por la rabia de no haber llegado.

Respiro hondo y camino a la entrada, abro la puerta y asomo mi cabeza. No hay moros en la costa. Entro y cierro la puerta despacio, camino lo más silencioso que puedo hacia las escaleras, pero no subo mi tres escalones cuando escucho un carraspeó detrás de mi.
Mi cuerpo se tensa y cierro los ojos con fuerza. Estoy muerta.
Me giro lentamente y abro los ojos. Mi madre está detrás de mi, cruzada de brazos mirandome furiosa. Pero eso no es lo que me mata de miedo, si no, que tiene una chancla en la mano derecha y la mueve de un lado a otro.

—¿Ya viste la hora que es?— pregunta mi madre lentamente.
—He... Yo...


No puedo terminar de decir nada, en ese instante mi madre arroja la chancla hacia mi rostro haciéndome caer de sentón en la escalera. Carajo, y esto solo es el principio.


Jonathan.


Son las siete de la tarde en punto. Entro a mi casa después de un día largo de trabajo. Pero hay buenas y malas noticias.
La buena es que acepte el puesto de jefe de la empresa, la mala es que no creo que le den cadena perpetua a Elias por el abuso hacia Aria, será al menos unos cuarenta años, aún que no es suficiente, no para mi. Necesito que ella vaya a testificar, pero aun no le he contado, no siquiera he tenido contacto con ella en todo el día y no se hasta cuándo o si pasara algún momento.
Ya pensare como decírselo, o informarselo a su madre ya que es su titular.

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