Capitulo 37

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Vannia.


Estoy en la habitación de Jonathan, con un pedazo de algodón y agua oxigenada limpiando sus heridas.
Después de mi pequeña y "amistosa" charla con la hermana, ella se fue a su habitación sin decir nada, se que mentí al decirle que Jonathan me había dejado quedar en su casa pero me había molestado tanto su forma de hablarme que solo quería que desapareciera de mi vista. Una vez que su hermana de fue me di cuenta que Jonathan tenía un pequeño botiquín en las manos así que en seguida me ofrecí a ayudarlo. Él no se negó y me guío hasta su habitación con el pretexto de que no quería que su madre bajara y lo viera así.
Jonathan no está herido de gravedad pero si recibió unos buenos golpes, tiene una ceja abierta y un poco el labio también; su pómulo está rojo y empieza a ponerse morado, pero solo eso.
La verdad aun me siento mal por Carlos, lo deje allí sin ninguna explicación y aun no se si esta bien o si los guardias de seguridad lo detuvieron. Aunque la verdad debo de hablar con él también, lo que hizo no fue correcto. No quiero que se haga ideas erróneas en su cabeza.

Tiro el algodón sucio de sangre y tomo otra torunda limpia.

—Eres muy buena—dice Jonathan con voz ronca.
—Estudie Laboratorista Clínico. Algo debía de aprender—digo como si nada.
—No tiene nada que ver con enfermería ¿O si?
—No. Pero se cómo usar algodón y alcohol, aprendes unas cosas extra.
—Aprendiste muy bien entonces.

Aprieto los labios y subo los cejas al mismo tiempo, en forma de respuesta y sigo curándolo. La verdad me siento incomoda, estar con él... Aquí... A solas... Pfff, solo me revuelve más.

—Vannia, debemos hablar.
—¿Debemos?—digo sin animo.

Jonathan suspira y gira la cabeza para mirándome con su expresión seria, típica de él. Toma mi mano quitándome el algodón y la baja lentamente. De nuevo la electricidad en mi cuerpo.

—Ya basta de sarcasmo Vannia. Deja de comportarte como una malcriada.
—Recuerda lo que paso la ultima vez que me dijiste malcriada— digo alzando mi puño.
—Como sea—bufa.— Solo quiero saber una cosa, ¿Por qué me dejaste?
—Jonathan, no quiero hablar de eso— suspiro.
—Que lastima, por que yo si.

¿En serio me hará decirlo? Se que me he comportado como una perra en estos días, pero será mejor si miento.

—Ahora dime. Y quiero la verdad ¿Por qué me cortaste?
—Te lo dije—susurro mirando hacia abajo.— Me das asco.
—Déjate de pendejadas y di la verdad.
—Es la verdad.— me encojo de hombros.
—No te creo.— dice con ojos entrecerrados.
—¿Y por que no?

Se acerca más a mi y me toma de las muñecas firmemente pero sin hacer demasiada presión.

—No me estás mirando a los ojos. Mírame y dímelo a la cara.

Trago saliva. No puedo hacerlo. Se que en el hospital lo hice pero estaba tan enojada, tan herida, tan rota que no pensé lo que dije en ese momento. Pero ahora sí que no puedo. Me siento tan avergonzada pero ya no puedo echarme para atrás.

—¿Sabes por qué no puedes? Por que si te diera asco no me amarías. Por que si te diera asco no estarías aquí conmigo, curándome. Por que no estarías escuchando lo que te digo.

Tushe. Joder, ¿ahora que digo?

—No molestes o me iré en este instante.— murmuro.

Jonathan me suelta de golpe gruñendo. Se pasa las manos por el rostro y me mira furioso, aunque dolido también.

—¿Sabes que? Has lo que quieras, me canse de esperarte, de dejar que rompas mi corazón cada vez que se te plazca...
—Yo no...
—... Y lo peor es que te dejo. Creo que nunca me había dejado humillar de esta manera. Dejo llevarme por el sonido de tu voz, la forma en que me miras, el sabor de tus labios y el placer de tus palabras. Pero no mas. Ya no puedo.

El sabor del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora