Capitulo 32

12.2K 664 42
                                    

Jonathan.


Estaciono el auto y bajo. Mientras corro hacia la entrada del hospital aprieto el botón de la llave de mi carro para que se cierre. Entro al hospital trotando y literalmente me abalanzo por la entrada. En vez de subir el elevador me voy por las escaleras, y las subo de dos en dos. Mi corazón late rápidamente, tanto por el esfuerzo físico como por la emoción de saber que mi pequeña por fin despertó.

Llego a la planta tres, en la sala de espera veo a la señora Erika, caminando de un lado a otro con un vaso de café en las manos.


—Señora—digo acercándome a ella.


Erika se voltea y me mira con una cara llena de terror.


—Oh, Jonathan—solloza.
—Descuide señora.


Me acerco y la abrazo discretamente incomodo. La señora empieza a sollozar sin dejar de repetir "mi niña". Algo está mal. Me separo de ella tomándola por los brazos.


—¿Qué pasa? —pregunto
—Vannia no quiere hablar. No dice nada. No come, no quiere ver a nadie... No sé qué hacer.


La suelto de los brazos y le sonrío lo más reconfortante que puedo.


—Hablaré con ella, veré que puedo hacer.


Ella asiente y se aleja de mí, sentándose en la silla de espera, recargando su cabeza en la pared y cerrando los ojos. Suspiro. Esto será difícil. Camino por el pasillo en busca de la habitación quince, donde Vannia está en reposo. Llego antes ella y entro. Vannia esta acostada en la cama con la cabeza girada a un lado, específicamente hacia la ventana. La sabana le cubre de la cintura para abajo, y sus manos reposan suavemente sobre su pecho, justo en su corazón.
Respiro hondo. Sé que no será fácil regresar a la vieja Vannia a la vida real, pero debo de intentarlo. No puedo dejar que se pierda, no ella.

Me siento en una silla junto a su cama y la miro. Ella ni se inmuta, sé que sabe que estoy aquí, pero se niega a verme.


—Vannia...—comienzo
—Déjame sola—me corta.


Cierro mis ojos con fuerza por un momento. Muy bien, voy de nuevo.


—Vannia, solo escúchame nena.
—Dije que te largues Jonathan—dice con voz más firme.


Suspiro para mis adentros. Esto será peor de lo que preví.


—¿Piensas quedarte sola para siempre?
—Lo más posible que pueda.
—Vannia, no digas eso. Estarás bien de ahora en adelante, te lo aseguro.


Ella no dice nada, solo mira la ventana fijamente. Joder...


—Tu madre me dijo que no has hablado con ella, que tampoco quieres comer...


Silencio. Maldición, no se qué decir. Creí que cuando la volviera a ver seria todo diferente, tal vez en mi estúpida cabeza sería algo más emocionante vernos de nuevo, abrazarnos e incluso llorar. Pero ahora que estoy aquí a su lado, no creo que mis palabras sean suficientes para ella.

El sabor del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora