Y... Enviar.
No puedo evitarlo, sonrío con malicia. No debieron de meterse conmigo.
Me levanto del escritorio y pago el tiempo que estuve usando la computadora en el ciber. Salgo del local y camino a mi casa, ya que me quede sin dinero para el camión de regreso. Pero no importa, esto valdrá la pena.
Mientras camino no puedo evitar en imaginarme como será todo, en que forma se enteraran y cuáles serían las consecuencias. De verdad espero que se jodan por todo lo que me hicieron y más al pinche descarado de Marcial. Muy dado de buena gente, honesto y justo, cuando en realidad es un desgraciado interesado. Queriendo conquistar a mi madre mientras hacía todas sus asquerosidades con Miranda. Y luego esa perra mal cogida, ¡metiéndose con todos! Y todavía se las da de mosca muerta. Pero ya les llegara su turno, no debieron de tratarme así, no debieron de meterse conmigo.Paso por un pequeño parque, donde veo a niños corriendo, jugando y gritando por todos lados. Sonrío. De repente una loca idea pasa por mi cabeza. Me detengo un momento, mirando detenidamente el lugar. Me gustaría estar allí con Katia, jugando y persiguiéndola por todo el parque. Debo admitir que esa pequeña me agrada, y por alguna extraña razón la quiero mucho. Tal vez porque ella también sufre de carencia de un padre... En este caso su madre.
Yo y mis locuras. Sigo caminando riéndome de mis locuras, sí que me vuelo a veces.
De pronto mi mirada capta una figura familiar, entrecierro mis ojos poniendo más atención y me doy cuenta de quien es.
Luis. Esta sentado en una banca dándome la espalda. En las manos lleva un cuaderno de dibujo y sus habituales lápices. La curiosidad me invade y también la culpa, para que lo niego. Camino lentamente y tratando de no ser descubierta, me coloco detrás de él y miro con cuidado.
Ay no. Es un retrato de mí, de mi rostro sonriendo. Solo que la única diferencia de mi rostro al que dibuja ahora es que en su cuaderno tengo el cabello corto. Exactamente a cuando él me conoció. No puedo evitarlo aspiro con fuerza al ver lo que hace. Y eso fue suficiente para que Luis me descubriera. Se gira un poco asustado y cuando se da cuenta de que soy yo frunce las cejas.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con calma volviendo a mirar su cuaderno.
—Estaba caminando y te vi... —me muerdo el labio. — Nunca me habías dibujado
Digo recordando. Luis se encoge de hombros.
—Nunca hubo necesidad.
—¿Ah no?
Luis alza la vista, mirándome fijamente.
—Antes no necesitaba dibujarte, porque tenía tu rostro grabado en mi mente... Y mi corazón.
Pfff.... ¿Esto no puede ser más difícil? Aparto la mirada, incomoda. Esta charla no nos llevará a nada.
—Fue un gusto verte Luis.
Sonrío de medio lado y me giro. Bien, no fue tan malo, por lo menos no lo hizo más difícil. Llego a la acera y espero un taxi. Mejor le diré a mi madre que salga a pagarlo, ya quiero llegar a casa. De repente una mano me gira y sin previo aviso me besa. Me paralizo. Luis está besándome. Él trata de abrir mis labios, pero no me dejo. Lo empujo separándonos.
—¡Luis! —gritó limpiándome los labios.
—Te amo mucho Ari, te extraño.
—Luis yo no...
—No me interesa que te hayas acostado con ese maldito. Se que fue una aventura nada más. Solo... Olvidémoslo.
Toma mis manos, esperanzado. Si... Olviden lo de no ser tan malo, esto es peor. Suspiro y aparto suavemente mis manos de las suyas.
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El sabor del Placer
Teen FictionVannia, una chica de 17 años extrovertida, inteligente, inmadura y alocada entra a una gran empresa de ayuda judicial. Ahí conocerá lo que es la pasión, el sexo y el amor. Pero no todo es color rosa para la historia de Vannia. Oscuros secretos y un...