Capítulo 11

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Aina Ivanova

Desde hace dos días he vuelto a ver al alto rubio. No he regresado a casa, he permanecido a lado de Sebastian; continua en el mismo estado, durmiendo, sin moverse. A cada minuto me mentalizo que está durmiendo como cuando regresaba del trabajo. Sus jornadas de trabajo eran muy pesadas, sabia a lo que me enfrentaba al casarme con él.

A pesar de que él pasaba días en el hospital siempre me mandaba un mensaje para saber sobre mí. Me acostumbre a dormir días sin él en la cama, pero su ausencia se recompensaba en saber que salvaba vidas.

Desde que conocí a Sebastian tuve una admiración por él, no solo eligió ser medico por el legado de su padre, al contrario, también tenía esa motivación que su padre, salvar vidas inocentes y apoyar a los de bajos recursos.

La habitación de Sebastian está llena de varios detalles de los colegas que lo han venido a visitar y han ofrecido su apoyo. Termino de acomodar el ramo de flores del doctor Dupont, su mejor amigo.

Minutos más tardes Michele entra a la habitación y me percato de su preocupación notable en su rostro, pero esos gestos nos son por su hijo, sino por mí. Hace dos días que no voy a casa y no quiero hacerlo hasta regresar con Sebastian tomados de la mano, como cuando nos casamos.

Él me dijo que tenía una sorpresa para mí; me vendo los ojos en todo el camino. Al llegar, me ayudo a bajar del auto, entrelazo sus dedos con los míos y me guío el camino, estaba ansiosa por su curiosidad. Al quitarme la venda me impacté ante lo que mis ojos veían, una hermosa casa hogareña blanca con toques grises; para después Sebastian decir al oído, «bienvenida a nuestro hogar.»

Ese día me emocioné, lo besé y entremos juntos a nuestro nuevo hogar.

El recuerdo viene a mi mente y me es imposible no llorar teniendo a Sebastian a mi lado. La única diferencia es que no me sonríe, no me mira y no me abraza como solía hacerlo siempre.

Rápidamente limpio las lágrimas, Michele me entrega una bolsa de comida y recibo la bolsa. Michele se percata de mis lágrimas y sin dudarlo me abraza.

—Muñequita, no llores.

—No puedo evitarlo. Me duele verlo ahí postrado en cama.

El pecho me duele, pero no por un ataque, es por Sebastian.

—Sharon, debes ser fuerte. No hay que ser negativos. Pronto Sebastian despertará —me anima con una ligera sonrisa triste.

Dejo de abrazarla y la miro de frente. Sus cálidas manos limpian mis lágrimas, es como un gesto materno.

—Necesito decirte algo importante.

Sus palabras hacen que las lágrimas me dejen de salir y me enfoco en lo que dirá. Su voz sonó con seriedad y por algún motivo siento que es algo, serio, importante.

—Carl y yo hemos tomado la decisión de mandar a nuestro hijo a Francia para que tenga un mejor tratamiento. Espero que estés de acuerdo con la decisión.

No me negare a la decisión, haré todo lo posible para que Sebastian se recupere. No tengo problema en que viaje.

—Si ustedes creen que es la mejor opción, estaré de acuerdo —rápidamente asiento ante su decisión.

Michel asiente con un movimiento ligero de cabeza. Me sonríe y me agarra de la mano. Nos sentamos en el pequeño sofá donde suelo dormir.

—Un amigo de la familia se prestó a darnos estancia en su clínica y su servicio para el tratamiento de Sebastian. Es un de los mejores médicos de Francia.

La idea me agrada. Los Derricks son muy bondadosos con las personas y no tengo duda que los favores que hacen sean devueltos con la misma bondad.

—Si, estoy de acuerdo. Sacaré el dinero de nuestros ahorros para su tratamiento —propongo, pero Michele me interrumpe.

Falsa Identidad: Amores que hieren (2do libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora