Los relámpagos iluminaban el cielo, los cabellos verdes oscuros se movían al compás del viento que quería aventarlo al vacío, algunas lágrimas se camuflajeaban con la lluvia, sonrió y miró el lugar en donde dejaría de sufrir, una sonrisa se dibujó en su rostro y cerró sus ojos.
Sabía que en algún momento perdería el equilibrio y terminaría todo, el balcón era pequeño así que su tarea era realmente fácil, sollozó al recordar como su esposo, quien le había prometido amor eterno, estaba gimiendo y embistiendo a una chica de cabellos castaños.
Jamás volvería a ser feliz, ¿cierto?
Le había dado todo a Katsuki y este simplemente le dió la espalda, fingía que lo amaba sólo para unir a sus reinos. Sólo era un vientre para crear futuros reyes o reinas, sólo era eso para el príncipe Katsuki.
Limpió sus lágrimas y se tambaleó, por fin acabaría la agonía de ver como lo intentó todo, dió todo y no recibió ni la mitad.
— Lo siento mamá.
Sabía que la peliverde lloraría hasta el cansancio, se preguntaría que hizo mal, porque su hijo ya no se encuentra con él.
Poco a poco su cuerpo empezó a estar liviano, casi como si fuera una hoja. Pudo sentir el aire entre sus extremidades, cabellos y en su cara. Era el fin. Por fin acabaría.
Sintió una mano envolver la suya, abrió los ojos y se encontró con el caballero que siempre lo cuidaba, suspiró y sintió los brazos fuertes rodear su cuerpo, se sentía cansado.
— ¡¿Qué mierda le sucede, príncipe?!
— Touya...
Las manos del caballero acariciaron las mejillas del príncipe Izuku, dejó que el chico lo abrazara y se acurrucara en su armadura de plata, sentía la piel fría del jóven en sus dedos y lo cargó, algunas mujeres taparon el cuerpo del pobre príncipe y cada una besó su frente.
— Mi señor...
— ¿Por qué quería hacer eso?
— Príncipe Izuku, prometanos que jamás lo volveré a hacer...
Las mujeres comenzaron a llorar, Izuku sonrió y cerró sus ojos, nuevamente lo habían interrumpido y no sabe cuanto tiempo tendría que pasar para intentarlo.
El primer intentó fallido fue cuando se cortó las muñecas con una pequeña navaja de jade, el segundo con plantas venenosas, el tercero con bayas, el cuarto colgándose en el árbol en donde conoció a Bakugo.
Y por último, su saltó fallido al vacío, sabía que dolería más que cuando comió las bayas, sentiría sus pulmones colapsarse hasta explotar por el agua.
— ¿Pueden dejarnos solos, por favor?
Las tres mujeres asintieron, besaron la mano del príncipe quien tenía sus ojos cerrados.
— Mi príncipe, sabe que puede confíar en mi.
El caballero de cabello blanco besó su mano, entrelazó sus dedos con los de él y acarició con su otra mano las mejillas frías del chico, se encontraba pálido y con la piel mojada gracias a la tormenta.
— ¿Has amado tanto alguien que siente que tienes que morir para que te note?
— Su majestad.
— Touya, mi esposo me engaña con otra mujer... No sé que tiene ella, me la vivo pensando que es lo que hice mal o que me hace falta.
Nuevamente comenzó a sollozar, podía tener todas las joyas que quisiera alrededor de su cuello y manos, pero, ¿alguna vez tendría el amor de su esposo?