|| Finalizada || Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca es la filosofía de vida de Ash, pero incluso él sabe que se la ha tomado demasiado a pecho cuando empiezan a florecer sentimientos románticos por Eiji Okumura, diablos, ¡Eiji Okum...
Hi~ Sigo algo descuadrada porque me está tomando trabajo retomar mi rutina feliz, pero estoy muy emocionada por este fic que por alguna razón sale largo. Friendly reminder de que estos tipos tienen una actitud muy infantil al inicio, sobre todo Ash y se nota, pero es parte del proceso y la evolución, así que ya saben, paciencia conmigo. Muchas gracias a quienes leen.
¡Espero que les guste!
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—¡Quítate de encima, Okumura! —Los dientes le castañean pegoteados por una desagradable capa de sangre y tierra, él intenta limpiarse en vano, se encuentra paralizado contra el piso de las canchas de cemento, tiene el pulso disparado y la mirada desenfocada, eso en sus pestañas, ¿es su sangre o la de él? O tal vez, sean restos del almuerzo, pelean como animales—. ¡Sal de encima!
—¿Por qué? —Eiji sonríe, su labio quebrado se ve de un color extraño bajo el insoportable calor de Nueva York, intenta estamparle otro puñetazo, pero esta vez Aslan logra frenarlo, envolviéndole los nudillos entre sus propias palmas. Es una batalla de poder y control—. ¿Acaso eres demasiado débil como para quitarme de encima? Vaya líder que eres.
—No es mi culpa que tú seas un maniático del deporte. —Espeta, empujándolo con el objetivo de cambiar de posiciones y tenerlo debajo, usando cada fibra, hueso y músculo de su cuerpo para poder ganar esta pelea, es doloroso, las costillas no tardan en crujirle resentidas por los golpes, el sudor le quema la cara igual que ácido corrosivo.
—No es mi culpa que seas un debilucho amante de las bibliotecas. —La respiración de Eiji se vuelve entrecortada, sus brazos tiemblan, es como si ambos estuviesen tirando de los extremos opuestos de una misma cuerda y luchasen por ver quién es el primero en ceder—. Eres blando.
—Al menos mis músculos están en mi cerebro, tú debes tener aire dentro. —Se queja, consiguiendo sentarse sin soltar las manos del japonés, manteniéndolo inmóvil.
—¡Auch! —Lo consigue, Okumura queda contra el suelo y el americano no pierde la oportunidad de subirse para retenerlo, ejerciendo presión con sus rodillas sobre esos ridículos shorts deportivos—. ¿Insinúas que los deportistas son tontos? —Gruñe ofendido con el ceño tan tenso que puede contar sus venas hinchadas, batallando sin ceder esa cuerda imaginaria, el aire está pesado, no ve a Shorter ni a sus chicos por ningún lugar entre tantos gritos, está mareado.
—Insinúo que mi coeficiente intelectual descendió solo por esta conversación, ¿o debo deletrearlo por tu terrible inglés? —El hijo de puta intenta patearle las bolas con un rodillazo, estuvo cerca.
—Eres un idiota.
—Lo dice el cerebro de músculo.
—¡Ya quítate de encima!
Pero no lo hace, se mantiene encima, batallando para liberar sus manos y así poder devolverle el puñetazo en vano, Eiji parece leer sus intenciones y las aprovecha, aferrándose al agarre de palmas solo para mantener una leve ilusión de control que le resulta ingenua. El aroma de las bodegas y los implementos deportivos inunda sus fosas nasales, su respiración sube y baja erráticamente en una gastada chaqueta de mezclilla, está embarrado de sudor y se ve como la mierda gracias a Okumura.