Capítulo 28.

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Hola mis bonitos lectores~ Dios, ha pasado un montón desde que actualice como se debía love struck, por eso, como puse en los anuncios, estas dos semanitas vamos a estar a full con las actualizaciones, el fic tendrá 3 capítulos más contando este y un epilogo, amo esta historia y soo me queda agradecerles por el cariño y apoyo, ahora, el capítulo pasadomos en el delicioso en la fiesta de Halloween, hoy nos toca confrentar a navajazos a Arthur (pero sin los navajazos asjas).

Espero que les guste~

El techo se cae en Cape Cod

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El techo se cae en Cape Cod.

El techo cae como gotas de rocío sobre un campo de pecas trigueñas y salpican su nariz de botoncito.

El mundo se cae encima de Ash.

Cuándo Griff se enlistó en Irak, Aslan hizo que encerrarse en su cuarto fuera su pasatiempo preferido puesto que Jim no comprendía cómo ser un papá ni mucho menos una compañía, él tuvo que desear la compañía en la soledad de su cuarto, a veces buscaba al fantasma de su hermano ante la montaña de ropas que almacenaba, las rayaduras de los libros amarillos o las grietas de las tablas, nunca logró encontrarlo pero eso no lo detuvo ni una sola vez a seguirlo buscando

Griffin.

Por favor vuelve por mí.

Pero Griff no volvía y Ash se quedaba mirando un punto blanco en el techo preguntándose la manera de haberlo hecho quedarse, a veces buscaba constelaciones en los orificios de los muros ya que Griff amaba las estrellas y esperaba verlo en una de ellas, otras veces empezaba dibujar con los ojos entre las líneas de palo esperando que su hermano o padre volvieran para contarles. Así que ahí se quedó siempre. En un cuarto habitado por dos fantasmas desvelándose hasta que papá llegaba (no siempre llegaba, la mayoría del tiempo se iba con Jennifer o a la cantina) de igual forma lo esperaba entre la calidez de la cama con un libro en el pecho y mantas medio desarmadas para que lo acurrucaran, su hermano siempre le leía sin importar qué tan agotado llegara del trabajo pero su papá nunca le leyó.

Jim no era Griffin ni tampoco era papá.

Nadie era Griffin.

Así que el pequeño Aslan miraba el vacío por horas y se ahogaba en el techo.

Algunas veces se sentía como si el techo fuera a tragárselo, como si sus tablas de madera se pudieran separar para moldear dientes y devorarlo de un solo mordisco sin dejar un solo cabello de trigo pero entonces se decía que se lo merecía, que es injusto que el sótano de Barba Azul no se lo haya tragado como a sus otros amigos, no siempre era así, por supuesto, a veces las tablas se quedaban realmente quietecitas y eran tan impasibles que podía jurar que susurraban un nombre a través de las telas de araña. Aslan. Eso le daba miedo, cuándo tenía miedo solía correr a la cama de su hermano casi como si fuera un refugio contra los monstruos, sin embargo su hermano no estaba y la cama era tan helada como las otras camas de la casa.

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