Capítulo 26.

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Hola mis bonitos lectores~ Retomamos oficialmente LS y tengo buenas y malas noticias: la buena es que esta en la recta final, la mala es que se alargaron los capítulos que tenía previstos. Así que deben quedarle unos cuatro o cinco porque este que es de Cape Cod tuve que dividirlo en dos por el glow up de un personaje. Espero que no se cabreen mucho. Estuve revisando mi perfil acá y cache que tenía 11 borradores de historias ahí, olvidadas para siempre, qué terrible, probablemente muy poquitas personas alcanzaron a leerlas porque la mayoría son de mis origenes con horrografías ortograficas en este fandom, pero me pego mucha nostalgia del tiempo que llevo acá. Gracias por el apoyo siempre.

 Gracias por el apoyo siempre

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—Ash. —El aludido sonríe, está reposando encima del pecho de su novio, se siente calentito y suave, cree que podría quedarse de esa manera para siempre, con los dedos de Eiji cepillándole los cabellos desde la nuca hacia el flequillo, con su latido de corazón bajo el oído y el movimiento de la camioneta haciéndolo sentir como si flotara—. Cariño. —No sabe qué le gusta más aún: sus apodos azucarados o cómo estornuda su nombre con esa «u» final—. Amor.

—¿Sí? —De cualquier forma, resulta gracioso cómo pasaron de arrojarse insultos a ser... ¿cómo dijo Shorter? Ah sí, una masa gay y rosada.

—¿Te gusta que te toque ahí?

—Mucho. —Aslan ronronea igual que un gato mimoso—. Especialmente detrás de la oreja, lo adoro.

—¿Acá? —Claro que Eiji procede a acariciarle el lugar que más adora porque es Eiji después de todo.

—Justo ahí. —Las manos de Aslan descansan alrededor de la cintura de su amante—. Amo que sepas dónde tocarme. —Las de Eiji yacen en sus cabellos y encima de su espalda, se encuentran recostados sobre los asientos traseros de la camioneta, al ser demasiado alto tuvo que encoger sus piernas para caber (Okumura no tuvo ese problema, es un enano).

—Solo dos centímetros de diferencia, Ash. —Lo regaña como si le leyera la mente.

—¿Cómo sabías en lo que estaba pensando?

—Por tu sonrisa maliciosa, siempre me molestas porque soy bajo.

—¿Eh? —Entonces el lince se levanta, acomodando ambos brazos sobre el tórax del japonés, el forro de cuerina no tarda en chillar, el bamboleo de Clementine es ameno—. ¿Entonces admites que eres prácticamente un enano y ya no clasificas como persona?

—¡Ash! —Lo intenta patear y vaya pelotas.

—¿Qué? Solo estoy diciendo una verdad objetiva y universal. —Por supuesto que el irracional arruga el entrecejo e infla las mejillas en un intento de puchero lindo—. Pero te amo aunque seas la versión de bolsillo de un deportista, tiene sus ventajas, puedes pagar boletos para niños en el cine.

—¡Una vez! —Gimotea—. Pasó una sola vez en nuestras citas.

—Eso te pasa por usar ropa de niños, ese pájaro horrendo da para mal pensar.

Love struck.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora