43. RESURRECCIÓN

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Escondidos tras los arboles, una criatura de cabeza de cuervo y alas oscuras, se desplomaba sobre los restos de la piedra lunar.

—He vuelto.

El rubio se desplomo en silencio sobre la tierra, observando a todos sus compañeros, viendo a Uraraka abrazar a Midoriya. 

Espero a que la criatura saliera volando del bosque para que todos sus amigos se reunieran, donde antes se encontraba el sello que desconectaba el mundo mortal del mundo espiritual.

—Tomura ha regresado.

—Gracias, Bakugo. —se quejo Kota—. No es como si no nos hubiéramos dado cuenta.

—No discutan —dijo Nejire—. Tenemos que encontrar a Tomura y desterrarlo, no podemos dejar que vuelva a causar daño.

—Yo creo que causo suficiente, ¿no es así rubiecito ojos azules hijo de pe...?

—¡Kota, cierra la maldita boca! —grita Tamaki, entrando en escena.

Se interpuso entre Kota y Bakugo, agitado después de haber tenido que llegar corriendo. 

—Lo siento, Nejire, no quise quedarme a esperar en el auto.

—Tranquilo, hiciste bien en venir —toma del cuello de la camisa, a Kota—. Y tú, deja de andar discutiendo con los demás.

Sin decir nada más, Nejire camino entre los arboles y los demás sin preguntar ni dudar, la siguieron.

Estaban reunidos pero también, estaban rotos. 

El pelinegro se acerco a su hermano, apartándose del resto.

—Oye Bakugo, ¿por qué Kota te dijo eso? —le pregunto. Tapándole los oídos a Midoriya.

—Tomura le trae malos recuerdos. A parte de eso, sabe que no pude hacer nada para salvar a su hermano.

—No lo entiendo.

—Yo tampoco lo entiendo.

Una explosión aturde al grupo.

—¡Ya estoy cansado de ese bastardo! —grita Kota antes de separarse de todos.

—¡Kota, espera!

Nejire salio tras de él, acompañada de Tamaki. 

Las explosiones continuaron alrededor del pueblo abandonado, donde antes hubo un refugio, ahora solo quedaban cenizas. De eso se dieron cuenta cuando quedaron a las afueras del bosque, observando como la historia volvía a empezar; una destrucción inimaginable. 

Los dos amigos, quedaron a solas con los dos niños quienes no recuerdan la destrucción que habían vivido antes, antes de que reencarnaran. 

—¿Por qué no termina? —pregunta Uraraka de rodillas, sin dejar de abrazar a Midoriya.

—Es un dios de la muerte, un Shinigami. Sin importar que un Shinigami pueda matar a un Shinigami, no creo que se pueda en realidad. Y creo que nunca podremos.

—¿Por qué?

—Él esta muerto, con el mundo espiritual liberado puede regresar.

Ambos observaron a los hechiceros confrontar a una criatura parecida a un cuervo, arrojar bolas de fuego salidas del cielo y el suelo elevarse, como si no existiera la gravedad.

—Bakugo.

—Dime, Uraraka.

—¿Cuando podremos descansar?.

La observo por unos instantes, doloroso de responder con la realidad, una verdad que los hace ser incapaces de seguir sus vidas dejando atrás un pueblo en ruinas. Sabia que sin importar nada, siempre serian parte de la magia de Usthing Abroth. Una magia de destrucción y muerte.

—¡Nejire!

Alzo la vista con el grito de su amiga. 

La mujer fue atravesada por cimientos de metal para luego desaparecer entre bolas de fuego. Al otro lado se encontraba Tamaki, yéndose por sus impulsos, recibiendo un golpe en el estomago siendo expulsado contra un árbol y una ráfaga de polvo.

—Uraraka, llévate a los niños. Iré a ayudar a Tamaki.

—¿Qué? No, maldita sea, Bakugo no te hagas el maldito héroe. No te puedo perder —se levantó y sin apuros dejo salir las lagrimas—. Ya perdí a Deku, perdí a mi padre, perdimos a Momo y ahora, perdimos a Ejire. No pienso perderte a ti también, a nadie más, yo no podría... ¡No podría soportar más! No dejare que vayas a ayudar ni aunque sea lo correcto, y sabes porque. 

—Yo...

—Él no te puede perder. —dijo entre lagrimas—. Él te necesita, eres su padre. Y yo te necesito, eres mi amigo, el único que sobrevivió de este maldito pueblo. Y no pienso por nada del mundo, perderte.

Las llamas se elevaron y símbolos se formaron donde antes hubieron carreteras repletas de autos. Todo el pueblo se cerro en un campo de fuego y cielo rojo sangre, con nubes evaporizadas en lluvia y los arboles agitándose, siendo atraídos al fuerte aleteo de las alas de Tomura. El demonio en carne propia, al centro de todo el pueblo, alzo sus manos dando por hecho un portal abierto a todas las entidades, a todas las criaturas mágicas que alguna vez enfrentaron antes.

El inicio del fin del mundo, estaba comenzando ante sus ojos.

—Si no hago algo, entonces no habrá un lugar donde Midoriya pueda vivir en paz. 

Huyó de todo, dejando atrás a su amiga acompañada de dos personas a quien perdió frente a sus ojos. Y ya no podía permitirse, perder ahora a Kota, a alguien que vio morir y perecer todo a su alrededor, quien sufrió más que todos siendo tan solo un niño.

Se oponía a seguir viviendo con casi diez años escritos en cartas, diez años en los que recibió menos cartas, años en los que tardo para pedirle perdón a Kota por no salvar a su hermano. Tanto tiempo transcurrido, no podía echarlo a perder, y tampoco podía permitir perder a más personas.

Se oponía a detenerse escuchando los gritos de Uraraka, sus fuertes llantos ocultos por las explosiones en el cielo rojo.

Se oponía a ver resurgir, una luna de lobos en un amanecer rojo.

Cute Wolf - BakudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora