34. LOS HECHICEROS

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KOTA

La última vez que te vi en tu forma física fue en la pelea contra Tomura. Y fue cuando te perdí.

—¡Tokoyami vuelve aquí!

No puedo dejarlo alejarse tanto. Este idiota va perderse en el bosque. Todavía no le enseño lo suficiente. 

Han pasado seis días desde que llegué al pueblo. Otra vez. 

Han pasado años. 

He estado escribiendo cartas para desahogarme de toda esta historia, una de la que no quiero recordar. Tal vez se las mande a Bakugo, le debe agradar tener una obra de teatro de cuando su vida se convirtió en desastre. Cuando estábamos en el inframundo, podíamos visualizar la vida de todos ellos. Incluso cuando estábamos fuera pero, mientras pasa el tiempo, nuestro poder disminuye.

Momo intento reconstruir su cabaña o los trozos que quedaban de ella. Hizo un nuevo hogar y en ese hogar es en el que vivo ahora. Ella se fue del pueblo. Otra vez. Yo me quedé aquí junto con mi hermano, a él ya no le queda de otra.
Es un cuervo.
No hay mucho que haga.

—¡Tokoyami! —grito entre mis manos.

Está tardando en regresar. Debió haber entrado en algún lugar que aun no le he mostrado. El bosque es grande y no le he enseñado mucho de lo que está alrededor de la cabaña.

—¡Hermano vuelve!

Escucho sus aleteos por el norte. Es diferente al resto de las aves, suena igual para los mortales pero para mí suenan distintas y únicas. Las más únicas, el sonido que dan sus alas al moverse es único.

—¡Fumikage Tokoyami, regresa aquí! —corro hacia el aleteo, gritándole.

Se detuvo.
¿Donde pudo haberse parado? ¿En que rama?
Demonios.
A veces quisiera yo ser el que se hubiera convertido en cuervo, al menos tendría conciencia de no alejarme lejos de mi hermano. Aunque no sé cuánta conciencia tenga él.
Debió toparse con alguien.
Escucho la voz de una niña no muy a lo lejos.
Sí tan solo pudiera usar mis poderes llegaría más rápido.
Por un demonio, Tokoyami.

—Que bonito nombre. —dice la voz.

Siempre te digo que no te alejes de mí, vas a terminar perdiéndote.

—El mio es Eri. —dice.

Al fin te encontré.
¿De donde habrá salido esta niña?
El pueblo queda retirado.
Se debió perder en el bosque.
Y al cuervo parece agradarle bastante que hasta se dejar acariciar la cabeza, como perro.
Un segundo.
Es raro.
Hay algo alrededor de ella que no logro comprender, es similar al poder que desprendía Tokoyami. Solo que no es posible que otros Shinigami hayan cruzado la puerta de ambos mundos. Está destruida y imposible de reconstruir.

—Tokoyami, regresa —estiro mi brazo hacia delante girando la muñeca.

Se posa en mi brazo.

—Nunca había conocido a un Shinigami en persona, y me alegra que hayan sido dos. —quita hojas secas de su larga falda.

—¿Cómo sabes eso?

—Me enseñaron el poder de cada criatura existente, después de todo necesitamos saberlo.

—¿A quien te refieres con "necesitamos"? —dejo caer mi brazo dejando volando a Tokoyami.

De los troncos se forman sombras y se las sombras salen personas. O lo que fueran. No son mortales como tal, puedo verlo en sus ojos.

—¿Qué son ustedes?

—Somos hechiceras y...

—...y he-hechicheros! —completa con cierto tartamudeo, un chico de cabello similar a un morado azulado, saliendo de entre los arbustos con una capa enrollada por encima de su suéter.

—Gracias, Tamaki —dice la niña de cabello gris. Lo tiene a la altura de sus rodillas. 

Esta niña actúa como si fuera su líder. Espero que no sea una señora que haya usado un hechizo para evitar envejecer. Pero suena alocado.

—De acuerdo... ¿Y el punto de que estén aquí con casi señales de que quieren atacarme es...? —saco una daga debajo de mi pantalón.

Ese chico no parece ser un hechicero.

—¿Y yo qué? Falto de presentarme. —dice un rubio, atravesando un árbol.

—¡Ponte ropa que hay una niña aquí! —Tamaki le lanza unas prendas que salen de su muñeca.

—¡Ay! Perdón —toma las prendas y se las pone detrás del árbol de dónde salió.

De acuerdo, parecen el trío de bienvenida de una preparatoria.

—¿Me dirán que hacen aquí?

—Bueno, escuchamos rumores de dos jóvenes Shinigami que atravesaron la puerta de Júpiter. —comenta una chica que sale de las sombras—. Mi nombre es Ejire. 

—Claro, y soy capricornio.

Siento una presión en el cuello.

—Ten más respeto. —dice Mirio a mis espaldas,  y la presión se desvanece—. Perdón, pero por si acaso.

Mi daga ya no está.

—Lo que decía era de broma pero volviendo al tema, los rumores bueno llegaron tarde. Años tarde. Así que llegamos justo cuando nos enteramos que este pueblo protege a las razas que los humanos creen inexistentes, —aparece en una ráfaga de viento frente a mí—. Y pues quisimos venir.

—Pero, ¿porque llegaron conmigo?

—Me encontré a Tokoyami. —dice Eri.

—Eso fue eh... Una coincidencia. —aclara Ejire.

Claro. Que precisa coincidencia.

—Entonces... ¿Van a decir algo que sea relevante o me harán perder el tiempo?

—Es raro que un dios de la muerte sea aniquilado por razas inferiores, y con raro digo que es imposible.

—Ajá.

No llegarán a nada.

—Y es raro que sus restos sigan vivos en los restos de la puerta por donde llegaron ustedes. —Ejire saca una piedra de su bolsillo, o un pedazo—. Quiere decir que con solo una pizca de la existencia de aquella persona a la que derrotaron sigue con vida, es peligroso para este pueblo y el exterior.

Eso es imposible. Tomura fue derrotado. Yo mismo le corté la garganta. Vi su sangre derramarse y su cuerpo hacerse cenizas. Me asegure de que no quedará ningún rastro de el aunque ellos estuvieran cómodos con solo ver su garganta abierta, si había imaginado que el encontraría una forma de seguir con vida por eso hasta me asegure de destruir sus cenizas de alguna manera. Lo único que debía hacer era desaparecerlo por completo.

Derrote a ese maldito con mis propias manos.

Al menos que, ese tal Dabi... Maldición. 

—El dios de la muerte, Tomura. Sigue con vida.

Imposible.
Imposible.
No puede volver a la vida. No debe volver a la vida. No debe regresar otra vez al pueblo. Pero si está con vida entonces me encargaré de acabar con su vida nuevamente.
Me aseguraré de matar a ese maldito.

Cute Wolf - BakudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora