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Cuando Cass despertó, seguía en los brazos de Cinco; acurrucada y esté solamente se dedicaba a mecer su cuerpo con una tranquilidad constante.

—¿Ya despertaste? —preguntó en voz baja, sin mirarla.

—Creo que la respuesta es obvia, ¿no crees? —respondió en un murmuró, su voz estaba rara por el llanto—. ¿Puedes soltarme? Por favor, se me está entumiendo la espalda.

—Sabes que siempre estamos para escucharte, ¿por qué no nos dijiste nada?

—A veces es mejor callarte las cosas cuando las otras personas ya tienen tantos pendientes en su cabeza —se enderezo con cuidado.

—Sabes que, aunque la esté pasando mal, siempre voy, bueno, vamos —se corrigió— a escucharte. Eres nuestra amiga y sabes lo importante que eres para nosotros.

—Y ustedes saben lo importante que son para mí y de verdad no quiero darles más problemas, además, no me gusta mucho hablar sobre los míos —jugueteo con el borde de su suéter—. Prefiero guardarlos para mí, sino les importa —no quería ser grosera en lo absoluto, ¿sonaba grosera?

—No eres grosera por querer tener tus propias cosas, sólo quiero que sepas que cuando te estés desmoronando, siempre habrá un hombro en el cuál llorar —acomodó un mechón de cabello castaño tras su oreja y sonrío mirando el característico lunar cerca de su oído.

—Lo tengo en mente, igual muchas gracias. ¿Puedes‐

—Claro —la ayudo a levantarse.

[...]

Le dieron el alta, algunos medicamentos y varias recomendaciones a la hija de Reynolds. La chica asintió entendiendo todo. Volvieron a casa y Cinco se quedó con ella —a escondidas de la madre de su amiga. — hasta que se quedó dormida nuevamente.

Por órdenes de los médicos y de sus padres, Rey tuvo que faltar a la escuela por unos días, así que mientras su madre no estaba cuidándola ahí estaba él o bueno, ellos.

—¿Qué necesitas ahora?

—Sabes qué puedo hacerlo sola, ¿no? —pasó por su lado y fue a la cocina.

Últimamente, sentía pequeños tirones en su vientre, era extraño, pero no le tomaba mucha importancia, tenía un estómago sensible.

—Si, pero igual yo puedo ayudarte —trato de convencerla yendo tras ella.

—No ayudas Ryan —volvió a esquivarlo.

—Cass, no seas testaruda.

Se giró a verlo, haciendo que él detuviera su andar. —Pues ustedes dejen de tratarme como una invalida, estoy bien. Todo esto del descanso y esas cosas fueron una completa tontería —gruñó exasperada.

—Okey entonces, ni tú ni yo. Hagamos las cosas ambos porque quieras o no sabes que con una sola mano las cosas no funcionan —sonrío sabiendo que tenía razón.

Ella iba a protestar, pero sabía que no ganaría a lo que él ya había afirmado. —Bueno. Pero ambos —señaló y él asintió.

—¿Mi madre te dijo a qué hora llegaría el día de hoy? —preguntó mientras buscaba la olla para la pasta.

—Llegué algo tarde el día de hoy, no alcancé a verla —respondió sacando de una de las alacenas la bolsa con la pasta.

—Oh, bueno. ¿Cómo esta nana?

—Bien, pendiente. Ya sabes —le ayudo a Cassie a sacar la olla y ponerla sobre la estufa.

—Gracias

𝑇𝑜𝑑𝑜𝑠 𝐸𝑛 𝑈𝑛𝑜 [𝑇𝑒𝑟𝑚𝑖𝑛𝑎𝑑𝑎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora