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17 años y 354 días antes.

La risa del bebé inundó la habitación, los médicos suspiraron aliviados. La nueva madre miró a su esposo con alivió y cansancio.

—Es un niño —anunció la partera. Algo en el padre de ese bebé se removió en su interior, un niño.

—Quiero verlo. Rob, quiero verlo —pidió Lauren, agotada.

Su médico les dio a los nuevos padres a su bebé, él cual no nació llorando, pero si regalando una tranquila risa y una tierna sonrisa.

—Míralo, es tan pequeño.

—Si, tan pequeño.

—Hola, hola Aidan —jugueteo con las pequeñas manitas de su hijo.

—¿Aidan? —la miró, tenía la respiración levemente agitada.

—Si, como tu padre —sonrío, mirándolo—. Se que no tuviste una buena relación con él, pero, creo que sería bueno que nuestro hijo llevara su nombre, ¿no crees? Sería como un recuerdo.

Fue la peor idea del mundo.

[...]

—Mira esas pequeñas piernecillas correr Lauren —se rió su padre, mientras miraba al pequeño Gallagher correr tras el perro que tenían.

—Rob, ¿ya viste a Aidan? —rio entusiasmada.

—Que no vaya a‐ —suspiró con pesadez cuando el infante se cayó y comenzó a llorar. El señor Gallagher se levantó de su lugar y fue a levantar a su hijo—. Ya, ya. Todo está bien, no paso nada Ryan —le revisó las manos y las rodillas, no había rasguño alguno. El pequeño se aferro a su cuello—. ¿Quieres volver a jugar? —preguntó; Aidan negó recostado en su hombro—. Okey, vamos a sentarnos entonces.

Lauren vió a su marido darle una mirada de molestia a su padre, la castaña se disculpo en silencio con él.

—Ahora vuelvo, voy a ver como va la carne —avisó su suegro, ambos asintieron y lo vieron desaparecer de su vista.

—Esta bien, no le pasó nada.

—Se pudo haber lastimado, sabes que no me gusta que juegue con ese estúpido perro.

—No va a hacerle daño Rob.

—Deja al niño fuera de esto, o yo mismo voy a hacerlo.

—Tiene dos años, va a caerse. Y si sigues corriendo tras él cada que llora no vas a dejarlo crecer.

—Pues que no crezca, él está bien así. ¿Verdad Ryan? —beso la mejilla de su hijo y acarició sobre la ropa su pequeña espalda.

—Es ridículo pelear por lo mismo todo el tiempo.

—La solución es que dejemos de venir.

—No voy a privarlo de convivir con sus abuelos.

—No es privarlo, es protegerlo.

Ella ya estaba molesta de ver como parecía ignorarla. —Y se llama Aidan —dio media vuelta y entró a la casa.

—Tranquilo Ry, no pasa nada.

[...]

—Sigue pedaleando, pedalea, Ryan pedalea. ¡Gira! —pasó su mano con frustración sobre su rostro cuando lo vio estrellarse contra un árbol—. ¿Estás bien? —preguntó, levantando al castaño.

El chiquillo asintió con el casco cubriendo su vista. Su padre se lo quitó, e inmediatamente su mirada dio con la brillosa y verdosa de su hijo. Estaba creciendo, y era lo que él no quería.

𝑇𝑜𝑑𝑜𝑠 𝐸𝑛 𝑈𝑛𝑜 [𝑇𝑒𝑟𝑚𝑖𝑛𝑎𝑑𝑎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora