VI

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Le había parecido eterno el tiempo que había pasado en su oficina, pero finalmente llegaba a su hogar, cerca de las cinco de la tarde, y una bolsa con panecillos de limón. Tomaría un buen café con...

—¿Qué demonios haces tú aquí? —pronunció con molestia, al encontrarse en la puerta de su casa a Noaelí—. ¿Quién te dijo donde vivía?

Vaya, al parecer ella seguía molesta con él, y ya había pasado cuatro días desde la discusión.

—Lamento llegar de este modo a tu casa, sin avisar, ni pedirte permiso.

Observó la mirada estúpida de él, y respiró profundo, cerrando los ojos, debía tranquilizarse. Pero es que él lograba sacar lo peor de ella.

—Te pido por favor, que te vayas de mi casa.

—Quiero hablar contigo.

—No tenemos nada de que hablar, vete Noaelí.

—Perdón por ofenderte.

Lo miró a los ojos y desvió luego la mirada, asintiendo con la cabeza. No podía mirarlo, no podía con la mirada de él de cachorro regañado.

—De acuerdo, vete ahora.

—¿Podríamos hablar, por favor?

—No.

—Kirash, te pido por favor que me recibas, y hables conmigo. Sólo unos minutos te pido, nada más. Llevo como seis horas aquí afuera, esperando a que regresaras.

—Pues te hubieses ido a la casa de tu novia, Noaelí. La tribu del norte es vecina de Eritma —sonrió falsamente.

El muchacho la miró y luego abrió los ojos, luciendo confundido.

—Tú...

—¿Yo qué?

—¿Estás... Celosa de Zany? —preguntó confundido, sin poder creerlo.

—¡Ja! ¡Pero por favor! —exclamó riendo—. ¿Cómo voy a estar celosa yo de una señora de su edad? ¡Eso es estúpido! Ahora muévete de mi puerta, que quiero entrar a mi casa.

—Exacto, es estúpido, porque tú eres hermosa, inteligente, y-

—Vete, Noaelí —lo interrumpió, apretando los puños—. No digas más nada.

—Fui sincero cuando te dije que no sentía nada por ella. Yo la respeto por los años que nos conocemos, pero no tengo sentimientos amorosos por ella.

—¡Pero si te trata de mi amor! ¡Aish! —exclamó cubriéndose el rostro con su mano libre, antes de apretar el puño y mirarlo con rabia—. Estás sacando lo peor de mi, no fue un buen día hoy, y lo único que quiero es descansar, sola y tranquila en mi casa, vete Noaelí.

—No quiero alterarte, sólo que hablemos.

—No.

—Dame una respuesta razonable y me iré.

—Porque me alteras, y tú, ¡Tú te ves tan tranquilo! —pronunció con rabia.

—No hay razón para estar alterado —sonrió suavemente—. Lo siento, creo que tengo la temple de mi padre.

Kirash negó con la cabeza y tomó las llaves de su casa, abriendo la puerta.

—Pasa, antes de que me arrepienta.

El castaño sonrió y entró detrás de ella, observando su verdadero hogar. Sí, este si la representaba a ella. Paredes pintadas en tonos tierra, cálidos, muebles blancos, almohadones en tonos rojizos, y varios cuadros, en diferentes tamaños, de lo que parecía ser arte abstracto.

Princesa de Eritma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora