VII

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Luego de repetirle como diez veces que no era un inconveniente que se quedara en su casa, Noaelí había terminado por aceptar hacerlo. Así que, ahí estaban los dos, preparando una cena apta para el próximo líder de Kanat'ma.

—Es increíble que tengas tantas especias, en mi cocina sólo tengo sal, pimienta y orégano —sonrió divertido.

—No me sorprende, como expuse en la reunión, le acreditaron a ustedes nuestra gastronomía, cuando en Kanat'ma solo cazan y recolectan frutas.

—Sí, creo que somos un poco más sensibles por eso —le dijo tomando un frasco, leyendo los ingredientes—. Los alimentos procesados, suelen hacernos mal.

—Lamentable —pronunció tomando una cuchara para probar la salsa—. No pueden disfrutar de postres ni nada relacionado a la pastelería.

—Mm, quizás, pero no se puede extrañar algo que no se conoce.

—Abre la boca.

Él la miró y abrió la boca cuando ella le acercó la cuchara, sonriendo.

—Está muy rico, algo... Picante.

—Ay por favor, apenas le eché un poquito —le dijo volviéndolo a probar—. Es más, a mí plato le pondré más. Fíjate la carne, no sé cómo te gusta a tí.

—Jugosa.

—Dah ¿Te comes la carne cruda? ¿Chorreando sangre?

—Algo así —sonrió incómodo.

—Hmm, bien, saca entonces tú porción del horno ahora, y deja la mía un poco más allí, porque a mí me gusta bien cocida.

Noaelí asintió con la cabeza, y sacó un trozo de carne, tal como a él le gustaba, y Kirash le dió una bandeja para que lo pusiera, antes de dejarlo en el microondas.

—Te gustan mucho las cosas dulces, ¿verdad?

—Ajá, mi padre me traía en cada uno de sus viajes siempre cosas deliciosas para probar —le contó, mientras cortaba unas verduras—. Como nosotras no podíamos salir de la Isla Helada, así conocía un poquito de cada lugar que él visitaba.

—¿Viviste en la Isla Helada?

—Hasta los doce años viví allí, luego nos mudamos aquí.

—¿Pero naciste en Eritma?

Ella desvió la mirada, y colocó las hojas verdes que había cortado en una fuente.

—Yo soy de Kanat'ma, desgraciadamente —pronunció bajo.

—Ah, naciste de un kok'ta —sonrió.

—Sí, pero no de mis padres. Mis progenitores me vendieron a mi papá, y él me llevó con mi mamá que es eritmatita. Viví hasta los seis meses en Eritma, y luego nos fuimos a la isla Helada los tres.

Noaelí la observó sorprendido. Ahora entendía porque ella no lucía físicamente como una eritmatita, e incluso era más alta que una hembra de la zona.

—Deja de mirarme de esa forma —gruñó.

—Lo siento, no quería incomodarte.

—Mis padres no podían tener hijos, así que por eso me "adoptaron".

—¿Ambos tenían problemas de reproducción?

—Algo así, mi mamá era prostituta, y la operaron cuando era una niña. Y a mí papá los castraron cuando era niño también.

—Entonces... ¿Es verdad lo que dicen de tu padre?

Araza lo observó y luego sonrió.

—Por supuesto, mi padre fue un asesino narcotraficante, mercenario. Obviamente retirado ya.

Princesa de Eritma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora