XXIII

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El médico le había dicho que había sido un reflejo, que ese tipo de acciones, como abrir los ojos, quejarse, o llorar, eran reflejos, y no hechas voluntariamente.

Pero Noaelí se negaba a creer aquello, el pasaba la mayor parte del tiempo con Araza, él sabía que aquello no había sido un reflejo.

O quizás simplemente quería engañarse.

Regresar a la casa de la castaña, siempre era la parte más difícil del día. Todas las noches llamaba a su madre antes de ir a dormir, le contaba como le había ido durante el día, le preguntaba por su padre y hermanos, y luego cortaba... Para estar horas intentando dormir, antes de tener que ir al trabajo.

No era fácil estar en un lugar donde nadie lo quería, porque así se sentía. Los eritmatitas ya no eran tan simpatizantes con los kanatitas, luego de lo que había ocurrido entre Lashel y Kumi.

Respiró profundo, aún en la cama con los ojos cerrados, y luego se sentó, tomando su celular.

—Hola Ara —sonrió levemente—. Hoy ya son dos meses que llevo viviendo en tu casa, probablemente ya hayas reconocido tu cama, tu habitación. Estoy haciendo esto porque... No voy a negar que me siento muy solo en este momento, y quiero que cuando despiertes, veas que siempre estuviste presente para mí —le dijo mirando a la cámara—. Hoy fue un día especial ¿Sabes? Tomaste mi mano, y aunque el médico diga que sólo fue un reflejo involuntario, yo sé que no es así. Mañana llevaré a tu habitación algo de música, buscaré entre tus cosas para saber que te gusta. Debes despertar, amor —pronunció afligido—. En unos días será la primera ecografía del bebé, y no me gustaría que él naciera, y que tú también te pierdas eso.

Cortó el video y salió de la cama, dirigiéndose a la habitación de su futuro hijo, antes de comenzar a filmar una vez más.

—Por lo pronto, quiero que conozcas la habitación de nuestro bebé. Sé que tú la decorarás más bonita, pero esto es lo mejor que puedo hacer por el momento —sonrió—. Espero con ansias la llegada de nuestro hijo.

***

—Hola, mi nombre es Moses, soy el jefe de oficiales de Eritma, y estoy aquí para investigar el accidente que ocurrió hace tres meses en una de sus obras.

—Creí que ese tema ya estaba cerrado —pronunció con confusión el representante de Iosopal, al recibir a un joven rubio vestido de militar.

—No, no lo está. No lo está porque tenemos sospechas de los hechos declarado. Y hoy estoy aquí, porque me gustaría hablar con los presentes involucrados, y además, con los dos damnificados que viven en la isla.

—Claro, no hay ningún problema con eso. Pediré que venga nuestro jefe de oficiales, y él le dará toda la información que necesite.

Moses asintió con la cabeza, y esperó de pie a que viniera el oficial de la isla. Si estaba mintiendo, lo estaba haciendo muy bien, a menos que él no supiera la verdad.

Y después de veinte minutos, un muchacho de cabello pelirrojo entró a la habitación, luciendo más serio que Moses.

—Hola, soy Kadrel.

—Moses, jefe de oficiales de Eritma.

—Llevas un equipo militar —pronunció mirándolo a los ojos—. Y tengo la sensación de haberte visto en Haslowe.

—¿Haslowe? —preguntó confundido.

—Así llamamos nosotros a la Isla Helada.

—Curioso nombre.

—Este es el informe que pediste —pronunció indiferente, entregándole una carpeta—. Ahí está todo lo que necesitas.

—Eso lo determinaré yo cuando lo lea.

—Eso es todo lo que tendrás de Iosopal. Aquí las cosas no se hacen como en Kanat'ma, o tu pueblo. Iosopal es un estado independiente de Kanat'ma, nuestras leyes y permisos, no son los mismo.

—Lo entiendo, pero su posición ante mi pedido, se me hace un tanto sospechosa. ¿No lo cree usted también?

—Si fuera así, ni siquiera le permitiríamos ver el informe de lo que ocurrió.

***

—Me dijeron que esta era tu colonia preferida —sonrió colocándole un poco por el cuello, y luego rociando un poco más por la habitación—. Te traje también unas flores muy bonitas, y algo de música.

Colocó el reproductor sobre la mesa, y puso una canción, en un volumen bajo, para que ella siguiera oyendo su voz también. Se acercó a la camilla, y acomodó con cuidado la almohada que estaba bajo la cabeza de ella, y luego las mantas.

—Hoy pasaré toda la tarde contigo, amor —le dijo sentándose a su lado—. Sabes, hoy pasó algo muy bonito para mí, tu mamá me estaba esperando en la clínica con el almuerzo hecho —sonrió cálidamente, tomándola de una de sus manos, acariciando suavemente sus dedos—. Y fue un gesto muy importante para mí. No creo que tus padres logren aceptarme en algún momento, pero fue lindo saber que se preocupara.

Le acomodó un mechón de cabello, y luego le acarició suavemente una de sus mejillas, sintiendo la temperatura de su piel.

—En dos días será la ecografía del bebé, estoy muy emocionado. ¿Crees que se pueda ver qué será? ¿O será muy pequeño aún? A mí me gustaría que fueses una niña, creo que...

Dejó de hablar al sentir una leve presión sobre sus dedos, al sentir que ella sostenía su mano. Miró hacia abajo, y sus ojos se cristalizaron, al ver aquello.

—Y-Yo sé que no es un reflejo, amor —pronunció acercando la mano de Araza a sus labios, para darle un suave beso—. Tienes que despertar, tienes que abrir los ojos, Ara. Yo sé que puedes hacerlo. Siempre has sido una mujer muy fuerte.

Tal vez, si seguía estimulando sus sentidos, si la hacía sentir más cómoda, cómo en casa, Araza despertaría antes.

—Tú puedes hacerlos, preciosa. El bebé y yo te esperamos aquí.

***

—Hola ¿Tú eres Firez? Me gustaría hacerte unas preguntas ¿Podrías responder?

Miró confundido al rubio que había llegado a la obra, y asintió levemente con la cabeza, mirándolo con cierta desconfianza.

—Me llamo Moses, soy oficial en Eritma. ¿Podrías contarme un poco que ocurrió hace tres meses en el accidente de esta obra?

—Conté lo que ocurrió en su momento, no entiendo porque tendría que hacerlo nuevamente.

—Hay algunas cosas que... No nos quedaron muy claras.

...

Princesa de Eritma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora