XXVII

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Un mes después

—Uno a la vez por favor, el orden es la base de todo —pronunció con calma Laibell.

—El padre de Araza Kirash está encerrado, en su mujer no hemos encontrado delito alguno. Al parecer, siempre la mantuvo limpia de sus actos, alejada de todo lo que hacía. La mujer decía la verdad, nunca participó, pero, estaba al tanto del "pasado" de su pareja, por lo tanto, se la puede acusar por omisión y encubrimiento.

Laibell miró hacia arriba un momento, y luego negó con la cabeza.

—No, no lo haremos. Ella siempre estuvo dispuesta a ayudarnos, e incluso fue la única que se mostró amable con Noaelí después de lo que le había ocurrido a su hija. Creo en su palabra y en la calidad de persona que demostró ser. Además, su hija también necesita a alguien cercano. Cuando nazcan los mellizos ¿Quién cuidara de los tres?

—Hablando de eso Laibell —pronunció una muchacha, levantando la mano—. Los resultados de los exámenes estarán listos la semana próxima. Encontramos al muchacho que Moses nombró, el posible progenitor de las criaturas, y accedió a darnos una muestra para realizar la prueba de parentesco.

—Perfecto ¿Qué hay de Noaelí? —preguntó mirando a Irat'keli.

—Mi hermano está destruido, perdió las ganas de vivir hace tiempo ya —pronunció el castaño con cierta molestia en su tono de voz—. Está asistiendo a terapia como los médicos aconsejaron, y eso sólo empeoró su situación psicológica. Él comenzó a recordar lo que ocurrió en la isla, y se culpa por lo de Kirash. Él no está bien, accedió a dar una muestra, pero asume que las criaturas no son sus hijos.

—Pero existe la posibilidad de que el feto de menor semanas sea de él —explicó Laibell—. Sí, es verdad que una de las crías no es suya, se comprobó por los testimonios del macho de la isla Helada que estuvo con Araza antes de ir a Iosopal, pero por el tiempo transcurrido, la cría más pequeña podría ser suya.

—Ni eso serviría para devolver las ganas de vivir a Noaelí. Él está destruido, come una vez al día, no se levanta de la cama, más que para atender al terapeuta... Destruyeron completamente lo que Noaelí alguna vez fue.

Laibell negó con la cabeza y suspiró levemente, antes de mirar al representante de la Isla Helada.

—¿Cuáles son tus novedades?

—El fin de semana se llevará a cabo la votación para ver si los habitantes deciden cambiar el nombre a la Isla como Haslowe, o siguen con el nombre de Isla Helada hasta ahora. Los hombres de Lashel fueron encerrados, a excepción de Moses, que aún no lo encuentran. Estamos monitoreando a su familia.

—Bien, sólo espero que lo hallen lo antes posible, este tema me tiene muy histérica —gruñó molesta la castaña—. No puedo creer como dejaron que huyera.

***

—Ay hijita —suspiró la madre de Araza, acariciándole suavemente el cabello, mirando con tristeza a la jovencita que estaba en la camilla—. No tienes idea de la pesadilla que se volvió esto. Tu padre encerrado, su gente encerrada, están buscando a Moses, que huyendo solo complicó más su situación. Y tú qué no despiertas, amor.

Le acomodó un poco el cabello, y tomó una de sus manos, acariciando sus dedos.

—Tus bebés tienen cuatro meses ya, el mayor tiene dieciséis semanas, y la pequeña catorce. Son un niño y una niña —sonrió—. Bradek habló conmigo, dijo que se haría cargo del bebé, si se demostraba que era suyo biológicamente. Se me parte el alma de sólo pensar que él se lo llevará de aquí cuando nazca, que tú quizás no tengas la oportunidad de conocerlo, porque seguirás dormida. La niña probablemente sea de Noaelí, y él no podrá cuidarla, es por eso que lo haré yo.

Le apoyó la mano sobre el vientre de Araza, para que pudiera sentir a sus hijos de algún modo, y sonrió con tristeza.

—Necesitamos que despiertes, Kirash, sólo tú podrás aclarar que fue lo que ocurrió aquel día. Hasta donde sé, Noaelí poco a poco está recordando, pero no sé muy bien qué. Yo no puedo tener contacto con él, ni con su familia.

***

—Noa, hola.

Noaelí al ver a su hermano se sentó en la cama, y se pasó una mano por el cabello, susurrando un hola, mirando hacia abajo.

—Escucha, sé que estás muy deprimido, que no tienes ganas de nada, pero la solución no está en quedarse encerrado aquí, dejándote morir lentamente.

—No tengo nada más por hacer.

—¿Has podido recordar algo más? —le preguntó sentándose a su lado—. ¿Quieres hablar?

—Lo que ese tipo dijo era verdad, yo la asfixié —pronunció en un tono bajo—. Pero no sé porqué lo hice... No era yo.

—No, no lo eras, el médico iosopalí nos explicó que te dió una fiebre terrible, y que debido al cansancio y al estrés, tuviste ese brote psicótico. Es por eso que atacaste a Araza. Todos los que te conocemos, incluso su madre, sabemos que tú jamás la lastimarías.

—Eso no cambia lo que hice, soy culpable de su actual estado —susurró—. Sus hijos nacerán sin madre.

—Sí, quizás, o puede ser que despierte, eso nadie lo sabe. Pero tú estás asumiendo que la niña no es tuya, y las probabilidades son muy altas de que sí lo sean. Los resultados estarán la semana que viene.

—No, ninguno de los dos son míos, en el fondo siempre lo supe. Sólo... Quería engañarme a mi mismo.

—Yo estoy casi seguro que la bebé es tuya. Y cuando lo demuestren, esa niña necesitará de su padre. Y te necesitará bien, Noaelí, fuerte y listo para asumir su rol.

—Aunque lo fuera, no la quiero.

—¿Qué? ¿Cómo que no la quieres? Es tu hija, imbécil —pronunció molesto Irat'keli.

—Lo mejor será que la crie la madre de Araza, y si Araza algún día despierta, lo haga ella. Yo no estoy apto para ejercer ese rol, y todos lo saben muy bien. No puedo ser padre.

—Antes de que toda esta mierda saliera a la luz, tú ibas a hacerte cargo de esos bebés, tu los amabas, Noaelí, sabes que esa niña es tuya, no la niegues ahora que sólo te tiene a ti.

Noaelí negó con la cabeza, antes de levantarse e irse al baño. Nadie lo entendía, nadie comprendía lo dañado que estaba.

***

—¡Suéltame! —exclamó asustada, agitada, abriendo los ojos.

Miró con horror que se encontraba en una habitación que no conocía, y tenía una mascarilla de oxígeno en el rostro. Sintió su pulso acelerarse, y antes de poder ver quién entraba, se sintió desvanecer, perdiendo la consciencia una vez más.

—Ara, Ara estoy aquí —pronunció asustada su madre, corriendo hasta la camilla, tomándola del rostro—. Abre los ojos, estoy aquí hija, abre los ojos.

...

Princesa de Eritma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora