XXXII

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Ya había llorado suficiente, hasta el punto que le doliera la cabeza y sintiera que no habían más lágrimas por derramar. Era tiempo de lavarse la cara, y afrontar la situación como la mujer adulta que era.

—Hija ¿Cómo te sientes?

—Hambrienta —le dijo comiendo una gran cucharada de puré de calabaza—. Ya quiero comerme un enorme trozo de filete ¿O sabes que quiero más? Uno de esos pescados deliciosos que tú preparas —pronunció sintiendo como se le hacía agua la boca—. Con mucho limón.

—Pronto cariño —rio su madre—. Cuando volvamos a casa, te haré todo lo que tú quieras comer.

—Pero yo iré a mi casa, ma —le dijo tomando más puré—. Debo ir a limpiar, acomodar todo para la llegada de los niños. Ya estoy casi de cinco meses, y la ginecóloga me dijo que los embarazos múltiples no siempre llegan a término. Además, el niño le lleva casi dos semanas a la niña, por lo que es seguro que el parto se adelante.

—Me dijeron que Noaelí vino esta mañana a verte.

—Sí, hablamos un poco, no mucho.

—¿Y qué pasó?

Araza miró su plato, y removió un poco la comida con el tenedor, respirando profundo, intentando no llorar nuevamente. Pero era tan difícil, se sentía tan sensible.

—A-Ah, pues, nada mamá, él se irá un tiempo de la i-isla.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Se llevará a la bebé? —le preguntó preocupada.

—No, ma, él no quiere a la bebé —le dijo mordiéndose el labio inferior, mirando hacia abajo—. N-No quiero h-hablar de esto ahora ¿Sí?

—Pero-

—Mamá por favor, no quiero hablar de esto ahora —le pidió al borde de las lágrimas—. No me siento bien, por favor.

***

Un mes después

—Bradek, te dije que no tenía más lugar para cosas en la casa.

—Lo sé, pero mi hijo también necesita cosas, y pañales es lo que más usan los bebés me dijeron, así que no están de más —le dijo entrando varias bolsas con bolsones de pañales al hogar de Kirash—. También compré varias prendas de ropa, mi madre me dijo que los bebés crecen muy rápido los primeros meses, pero que también ensucian mucho.

—Sí, será un trabajo enorme —suspiró cansada Kirash, sentándose en el sillón.

—Vendré a ayudarte, me darán licencia por dos semanas, pero pedí que mis vacaciones también sean para el mismo tiempo —sonrió sentándose junto a ella—. Tal vez un mes y medio pueda estar aquí contigo, ayudándote.

—Gracias, toda ayuda en bienvenida.

—Tampoco es que lo haga de caridad, es mi hijo después de todo —sonrió—. Ay Kira, jamás creí que pasaríamos por algo así.

—Yo tampoco —murmuró.

***

—Señorita Laibell.

—Hola Werl, sólo pasaba un momento para hablar con uno de los reclusos.

—Por supuesto, sígame por favor —le dijo guiándola hasta la zona donde los tenían.

—¿Podrías traer por un momento a Moses? Sé que está en la zona de máxima de seguridad, pero me gustaría darle personalmente esto.

—Sí, podría hacerlo, pero en ese caso voy a pedirle que aguarde en la habitación de visitas especiales.

—Claro, no hay ningún problema —sonrió levemente.

Fue hasta la habitación que le habían asignado, y esperó paciente unos diez minutos hasta que el oficial llegó con el rubio esposado.

—Puede quitarle las esposas, y dejarnos hablar a solas un momento.

—Como usted lo ordene —le dijo quitándolas, antes de cerrar la puerta y dejar a ambos.

—Debo confesar que es una sorpresa tener una visita acá, y especialmente porque eres tú —rio—. ¿Tendré una visita higiénica?

—No —le dijo entregándole una bolsa—. Tu mamá y tus hermanas me visitaron ayer, me pidieron si podía darte estas cosas. Tú cumpliste con lo que dijiste, tienes palabra, te entregaste. Es por eso, que acepté traerte lo que ellas prepararon.

Moses tomó la bolsa y se sentó en una silla, abriéndola. Dentro de ella había comida hecha por su mamá, unas galletas, y unas fotos de su familia.

—Gracias —sonrió, sacando las galletas—. Prueba, mi mamá es muy buena cocinera.

Laibell lo observó con cierta desconfianza y tomó una galleta, dándole una mordida luego de que él lo hiciera, haciéndolo sonreír divertido.

—No están envenenadas o algo así, puedes comer con confianza —le dijo antes de morder la galleta—. Siempre preparaba postres y cosas dulces cuando éramos niños. Creo que es algo normal eso de las madres.

—Quizás en Haslowe es normal, porque ustedes llevan años viviendo con humanos, y por eso tomaron sus costumbres. Aquí en Kanat'ma las madres no son así. Desde niñas nos enseñan a ser fuertes, y no somos tan apegados a nuestros progenitores.

—Se puede ser fuerte y amoroso —pronunció el rubio con tranquilidad, tomando otra galleta.

—Tu madre me pidió visitarte.

—Le dijiste que no ¿Verdad? Sé que los presos comunes pueden tener visitas, y yo soy de los de máxima seguridad... ¿Podrías decirle que estoy bien? Quiero que al menos tenga la tranquilidad de que sigo vivo, y estoy bien.

—Podrías escribirle una carta si quieres —propuso la actual líder—. Puedes dársela a alguno de los oficiales, y ellos se encargarán de hacérsela llegar a tu familia.

—No me permiten usar ningún tipo de objeto que pueda ser utilizado como arma —le explicó tomando una tercera galleta—. Y parece que un bolígrafo o un lápiz puede ser utilizado como tal.

—Le diré a tu familia que estás bien.

—Gracias —sonrió—. Y dile que estoy comiendo bien también, que duermo bien y me estoy ejercitando. Es lo único que puedo hacer después de todo.

Laibell asintió con la cabeza y se puso de pie, dirigiéndose a la puerta para irse.

—Y gracias una vez más por la visita, señorita Laibell, fue una grata sorpresa.

—No me lo agradezca, estoy al servicio de las hembras de mi pueblo.

—Pero mi madre es humana —sonrió—. Gracias por considerarla una de nosotros.

Cuando la castaña se fue, dos oficiales entraron a la habitación para volver a escoltarlo hacia el sector de máxima seguridad. Y como le había dicho a Laibell, él se había entregado por cuenta propia, por lo que no era uno de esos reclusos problemáticos.

—¿Podría conservar las fotos de mi familia? —les preguntó poniendo sus brazos hacia atrás, para que lo esposaran.

—Sí, después de todo la señorita Laibell permitió que esas cosas ingresaran aquí.

—Mm ¿Y podrían darme lápiz y papel? No puedo herir a nadie desde mi celda solo, y prometo entregarlos cuando me lo dispongan. Sólo quiero escribirle una carta a mi madre.

...

Princesa de Eritma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora