XXV

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—Estos son los dos testigos claves ¿Dónde está Noaelí? —preguntó Moses, llegando hasta el edificio de oficiales donde tenían al muchacho.

—En la celda de abajo —le dijo Lashel, pasando junto a él—. En otra ocasión te diría que no te controles, pero lo necesitamos sano. Luego podrás hacer lo que quieras.

Moses bajó las escaleras y observó que en una jaula estaba Noaelí, sentando en el suelo. Se acercó hasta él y el castaño se puso rápidamente de pie, acercándose a las barandas.

—T-Tú eras el amigo de Ara ¿Verdad? Tienes que hablar con su padre, esto es una equivocación, yo jamás lastimaría a Araza, yo la amo, yo-

—Tuviste sexo con ella —pronunció interrumpiéndolo—. Y luego de eso, intentaste asesinarla. De suerte no le quebraste el cuello, creo que sólo querías hacerla sufrir, y no darle una muerte rápida.

—¡¿Pero que demonios dices?! ¡Jamás la lastimaría!

—La tomaste tan fuerte del cuello, que las marcas le duraron un mes, fue por eso que esperaron tanto tiempo para poder dejar pasar a su familia.

—N-No, no es verdad, ustedes quieren inventar todo esto para culparme y alejarme de ella. Y la verdad... E-Es que no entiendo porque me odian tanto —le dijo sintiendo sus ojos cristalizarse—. ¿Crees que esto es fácil para mí? Ella está en coma, está embarazada, y ni siquiera es consciente de nada. Nadie sabe si despertará antes de que nazcan los bebés, o sí-

—Esas criaturas ni siquiera son tuyas —pronunció con desprecio Moses, gruñendo las palabras.

—¡Claro que son míos! ¡Ella estuvo conmigo!

—No, no lo son, son el producto de sus encuentros con mi compañero en la Isla Helada. Ella estuvo follando con Bradek antes de irse a Iosopal, y al parecer, ni se cuidaron.

—N-No —susurró, alejándose de las barandas.

—No hay que ser muy inteligente para contar las semanas y darse cuenta que no son tuyos.

—No, n-no es verdad, nosotros...

—¿Es que no lo ves, Noaelí? Jamás existió un ustedes, ella nunca te quiso. Y para ser sinceros, si Araza se fue a Iosopal a buscarte, fue sólo por intereses políticos, nada más.

Noaelí lo miró con tristeza, sintiéndose tan herido, negando con la cabeza.

—Acéptalo de una vez, ella jamás te quiso, ni te querrá. Si algún día despierta, recordará lo que hiciste, lo que intentaste hacer, y ella dirá toda la verdad. Por lo pronto, ni tú, ni los corruptos de tus padres, saldrán jamás de las celdas. Se pudrirán en esta mierda.

El castaño miró hacia abajo, ya sin importarle nada, sollozando en silencio. Si, Moses tenía razón, después de todo la tenía, Araza jamás se hubiese fijado en él por intereses románticos, era solo por una cuestión de poder, nada más.

Y ya no tenía más nada, ni a ella, ni a sus hijos... Que tampoco lo eran.

***

—¡Tus padres son unos inútiles, Irat'keli! ¡Unos completos idiotas! ¡¿Creían que podían tapar el sol con un dedo?! ¡¿Cómo se les ocurre ocultar algo así?! ¡Mentir de ese modo! —bramó furiosa la próxima líder de la tribu de hembras.

—Lo que hicieron no tiene modo de ser justificado, ni defendido —pronunció serio el representante de la tribu del Este—. No sé cómo harán ahora con Eritma.

—¿Qué como harán ellos? ¡Cómo mierda haremos nosotros! —gruñó Laibell, la joven  kanatita representante de la tribu de hembras—. ¿Tienes idea como esto nos debilita? ¿La imagen que le ha dado al liderazgo de Kanat'ma? ¿Cómo se supone que nos verán ahora el resto de las tribus? ¡Saldrán a darle la razón a Eritma! ¡A decir que los líderes son corruptos! ¡Que familia de los líderes tienen beneficios!

—¡Ya cálmate! —rugió harto Irat'keli—. Tanto mis padres como mi hermano serán juzgados por sus actos como cualquier otro kanatita. Yo no mostraré ni preferencia ni clemencia por ser parte de mi propia sangre. Cómo tú lo estás diciendo, ellos serán tratados como cualquier otro kanatita de la isla.

—Es lo mejor para todos —habló con calma Zat, líder del Norte—. Con eso lograrás calmar un poco los ánimos de los kanatitas.

—Estoy a disposición de la justicia, y los padres de Araza, y como debe ser, se intentará hallar la verdad —pronunció con rabia Irat'keli—. La reunión se termina.

Laibell esperó a que todos se fueran, y se puso de pie, acercándose al castaño que lucía demasiado molesto. Sus facciones demostraban la rabia contenía Irat'keli.

—Escúchame, bien Irat —le dijo señalándolo con su dedo índice—. El sesenta por ciento de la isla, lo representan las hembras, y las hembras están bajo mi cargo, yo soy la representante de ellas, aunque no se haya hecho el acto oficial.

—¿Y qué me quieres decir con eso? —gruñó mirándola fijo a los ojos.

—¿Qué quiero decir? Que el poder máximo, lo tengo yo —gruñó enseñándole los dientes—. Ni tú, ni tu familia problemática, tiene peso en las decisiones que se vayan a tomar de ahora en adelante en la isla. Luego de que se "solucione" lo de tu familia, harás el acto oficial en la isla, y me presentarás como la líder actual de Kanat'ma.

La miró a los ojos, con sus pupilas completamente afiladas y se acercó tanto al rostro de ella, que las puntas de sus narices casi se tocaban.

—Olvídate de eso —gruñó—. Jamás tú serás la líder de mi isla.

—Tú no me das el liderazgo, y lo lamentarás —gruñó mirándolo a los ojos también, sin retroceder—. Kanat'ma es de las hembras, y tú lo sabes muy bien.

La miró con rabia y Laibell sonrió de lado, antes de darle la espalda y marcharse de allí, haciéndolo apretar sus puños. Todo era culpa de la inoperancia de sus padres, por dejarse llevar por sus sentimientos.

Noaelí siempre había sido el preferido de sus progenitores, por ser tan blando, tan ingenuo, y esa misma estupidez, los tenía ahora en la mira a todos.

...

Princesa de Eritma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora