XXXIV

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—Me encanta verlo —sonrió enternecido, observando a su hijo dormir en los brazos de su mamá.

—Es un bebé muy precioso, y tan tranquilo —sonrió suavemente Araza, acariciando el escaso cabello que tenía el niño sobre su cabeza.

—Ya quiero que Giassy esté con nosotros también. Me partió el alma que quedara solita en el hospital.

—A mi también, es tan pequeña —pronunció sintiendo que se le quebraba la voz, y los ojos se le cristalizaban—. N-No quiero que p-piense que no la amamos.

—Oh no, claro que no, ella sabe que la queremos mucho, que la amamos como a su hermanito —le dijo abrazándola—. Ella lo sabe muy bien, lo ha escuchado desde siempre.

—No sé que haré cuando te vayas. Sé que cuento con la ayuda de mi mamá, pero... Siento que tanto ellos, como yo, te extrañaremos mucho.

Bradek suspiró y se sentó junto a ella en la cama, tomando una de las manitos del bebé.

—Kira, tú sabes que a mí me encantaría venirme a vivir aquí contigo, pero no creo que me acepten de oficial aquí. Y tú tampoco puedes volver a Haslowe.

—Lo sé —pronunció bajo—. Creo que sigo sensible por las hormonas aún.

—Me gusta igual esta nueva faceta tuya —sonrió.

—¿Sí? Yo pensé que te gustaba la mujer fuerte y confiada que siempre conociste.

Bradek rio bajo y se acostó junto a ella, mirándola.

—Cinco años teníamos cuando nos conocimos, mi familia vivía en el norte de la isla, y nos mudamos al sur por la apertura del comercio internacional, buscando una mejor calidad de vida. ¿Y qué me encontré? Con dos pelirrojas pecosas, un niño rubio que hablaba hasta por los codos, y estaba todo el tiempo dando patadas y puñetazos, y una enana castaña, que miraba a todos con cara de mala.

Kirash comenzó a reír al escucharlo decir aquello último, recordando su infancia junto a los que consideraba sus primos, casi hermanos, aunque no compartieran sangre.

—Me tomaba muy en serio ser la hija de mi papá.

—Oh sí, lo sé muy bien, siempre luciendo mala, intimidante —rio—. Pero tan tierna, tan linda.

—No pensaste lo mismo cuando te aflojé un diente luego de decirme enana, y que te diera un puñetazo.

—Creo que ese fue el flechazo —rio.

Araza abrió los ojos sorprendida, mirándolo sin poder creerlo, o entenderlo realmente.

—¿Flechazo?

—Kira, ya somos grandes, y somos padres ¿Me dirás qué nunca te diste cuenta que me gustabas?

—¿Q-Qué?

La observó con cierta decepción, y luego intento fingir una sonrisa.

—Cuando éramos adolescentes, me di cuenta que te gustaba Moses. Ya no lo mirabas del mismo modo, y eras afectuosa por demás con él. Yo quería invitarte al baile de la isla, que fueras mi compañera, y de hecho lo estaba por hacer.

—¿Qué? Ay no, espera —le dijo respirando profundo, cerrando los ojos por un momento—. Esa n-noche, que te apareciste en mi casa, con una c-caja de-

—Ajá, esa noche que me aparecí en tu casa con una super caja de tus chocolates preferidos, y dos entradas al cine, era para pedirte ser mi compañera en el baile de la isla. Pero, tú me rechazaste, ni siquiera me dejaste hablar, me dijiste "Ay Bradek estoy ocupada ahora, debo irme ya. Moses me está esperando en el centro, y yo ya llevo quince minutos de demora."

—Brad, lo siento —pronunció afligida—. Y-Yo... Yo era una m-maldita caprichosa.

—No era tu tipo —sonrió suavemente—. Además estabas enamorada de Moses, pero él me había dicho que no iría al baile contigo, por eso quería invitarte yo. Y al final fuiste con él.

—Porque mi papá se lo pidió.

—Y te veías tan hermosa en ese vestido celeste cielo, con pequeños cristales en la larga falda. Parecias una especie de angel precioso.

—Que estúpido —pronunció con lágrimas en los ojos.

—Lo sé —suspiró—. Intenté muchas veces olvidarte, Kira. Pero supongo que por eso mis relaciones siempre fueron tan cortas. Y cuando Moses me dijo que tú estabas en esa fiesta, con una especie de "celo", me acerqué a tí. Perdón, en serio, ahora... De cierto modo creo que me aproveché de la situación. Sé que de otro modo tú no te hubiese fijado en mí.

—N-No, tal vez no lo hubiese hecho.

—Lo siento —susurró bajando la mirada—. No fui sincero contigo.

—Está bien, Bradek, yo sólo buscaba sexo, ambos buscábamos lo mismo después de todo.

—No, bueno sí —se corrigió, mirándola—. No voy a negar que fue un sueño hecho realidad estar contigo de ese modo, pero no buscaba sólo sexo. Pero lo entendí el día antes que te fueras, cuando despertaste y me viste junto a ti, y sólo me preguntaste porque aún no me había ido.

—Sí, porque no creí que ibas a quedarte a dormir.

Bradek se reincorporó en la cama, y se sentó en el borde de la misma.

—Si Noaelí regresa, y te pide estar con él, lo aceptarás ¿Verdad?

—No voy a responder eso, Bradek.

El rubio asintió con la cabeza, y se puso de pie, rodeando la cama, con la intención de salir de la habitación.

—¿A dónde vas?

—Al hospital, quiero estar un tiempo cerca de Giassy.

***


—Llevas un mes aquí adentro, y ojalá pudiera cambiar de lugar contigo —le dijo mientras tomaba su pequeña manito—. Ojalá pudieras estar en casa con tu mamá y hermanito.

La niña tenía que estar al menos un mes más allí, hasta que pesara lo suficiente y tuviera fuerzas para tener el alta.

—Giassy, si él vuelve, si aparece, espero tú no dejes de quererme —pronunció bajo—. Yo sé que no soy tu papá, pero te quiero mucho, y estaré siempre para ti, siempre.

La niña ya conocía su aroma, al igual que el de Araza, y sólo se calmaba cuando podía oler el aroma de alguno de ellos dos. Ya existía una conexión entre ellos.

—Eres igual a tu mami, el mismo color de cabello, la misma naricita de botón. Eres tan bonita, y te prometo, que siempre estaré para ti.

...

Princesa de Eritma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora