VIII

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—Hija, quiero la verdad ¿Qué fue lo que pasó con los representantes de Kanat'ma y del Norte?

Araza observó a su padre, y luego negó con la cabeza, haciendo un ademán con su mano, restándole importancia.

—Estupideces, papá, nada más.

—No creo que hayan sido estupideces, cuando decidiste sacarle la retención al Norte de un día para el otro, sin excusa alguna. Renunciaste a tu puesto de representante, la Isla Helada se proclamó como nuestra aliada.

—Necesitamos ese dinero para abrir un nuevo hospital, y los insumos no se compran solos, papi —sonrió.

—Ay Kira —suspiró—. Hija, te olvidas que yo te crié, que te conozco desde que eras una pequeña bebita de cuarenta y cinco centímetros de largo, y dos kilos trescientos. Que lo único que hacía era chillar y chillar cuando no la tenían en brazos.

—Pa —sonrió, enternecida.

Lashel sonrió y se acercó a ella, abrazándola.

—Te conozco hija, y sé que esta decisión no fue tomaba porque sí, de forma tan deliberada. ¿Qué fue lo que pasó?

—Bueno... Te lo diré —murmuró.

—Bien ¿Qué pasó?

—Para empezar, los representantes son todos unos imbéciles. Las reunión no sirven de nada, es sólo para medir a ver quién grita más.

—Hm, y seguro tú lo hiciste ¿No? Sé lo chillona que eres —sonrió divertido.

—Ni que fuera una de esos animalados de Kanat'ma, papá. Yo por supuesto sólo me comporté como la señorita que tú criaste y educaste.

—Claro —rio bajo, dándole un beso en la cabeza—. ¿Y lo demás?

—Zany me tiene celos, porque la señora es estúpida y se comporta como una muchacha de veinte años, cuando ya tiene casi cuarenta. Y todo porque ella anda detrás de Noaelí, y él fue amable conmigo, entonces ella se puso así de celosa.

—Okay, hablaré luego con Zat.

—No hace falta, pa, la vieja estúpida esa no dejaré que vuelva a sulfurarme. Porque la próxima vez, no voy a dirigirme a ella con palabras educadas, la voy a hacer sangrar —gruñó.

Lashel la separó de él y la observó. Araza tenía las pupilas afiladas, y las orejas hacia atrás.

—No, no, tú no eres una salvaje, mi amor.

—Pero ella sí, y quizás sólo de ese modo lo entienda.

—No podría permitir que lastimen esta hermosa carita, mi amor —sonrió—. O de lo contrario, yo tendría que hacer arder todo el norte.

—Y si queda alguien vivo, borramos el Norte con un misil —sonrió entrando un apuesto rubio al vestíbulo.

—¡Moses! —chilló Kirash al girarse y ver al muchacho, corriendo hacia él para abrazarlo.

—¿Me explicas por qué tenemos que desaparecer el norte, princesa?

—Porque el grano del culo de Zato, se está metiendo con nuestra princesa —explicó Lashel, tomando dos copas para servir algo de vino.

—¿Adrien? —preguntó serio—. Una llamada, y lo encuentran flotando en la costa. O mejor, no lo encuentran más.

—No, para nada, su hermana, Zany —sonrió, dándole una copa—. Ay Moses, tú eres el hijo varón que no tuve.

—Ya van a empezar con sus sentimentalismo —rodó los ojos la castaña, alejándose de Moses—. Los dejo seguir alabándose uno al otro, subiéndose el ego, besitos.

Moses sonrió divertido, y la observó irse, antes de mirar a Lashel.

—La amo como a mis hermanas, y aunque sea unos meses mayor a mí, la veré siempre como a una hermanita.

—Ay no puedes decirme eso, muchacho. Esperé toda mi vida a que ambos fueran adultos, y se hicieran pareja. Ustedes dos tienen que continuar con mi legado, y gobernar la Isla y Eritma, y en lo posible, Kanat'ma.

—Lashel, gracias por la confianza, pero no puedo verla de otro modo —sonrió—. Y además, si tú quieres que ella gobierne Kanat'ma, con quién tiene que unirse, es con Noaelí.

—¿Noaelí? Ese macho es un flojo, débil de carácter, no tiene madera para ser líder. Lo pasarían todos por encima. No podría gobernar ni la tribu de machos.

—Pero Kirash sí ¿Cuando se llevaron por delante a nuestra niña? Nunca.

Lashel gruñó bajo, y le dió un sorbo a su vino, luciendo realmente molesto.

—No puedo imaginar un nieto producto de ese imbécil. Sería... Una cría llorona, débil, inútil. Una vergüenza.

—Tampoco creo que Noaelí sea tan mal partido —rio—. Es sólo un tipo blando, nada más.

—Pero yo te quería a ti como yerno, no a esa larva.

***


Volvió a su hogar, ya de noche, y se fue directo a su cama, dejando la almohada de Araza junto a la suya... Así podría sentirla siempre que se fuera a dormir, y cuando despertara.

Suspiró cuando escuchó su celular sonar nuevamente, y lo tomó, atendiendo la llamada. Había estado sonando durante todo el viaje.

—Zany.

"—Noa ¿Dónde estás? Estuve todo el día buscándote. Fui hasta tu casa a la tarde, y luego a la noche, y no te encontré. Fui hasta la casa de tus padres, y tampoco estabas allí."

—No estaba en Kanat'ma.

"—¿No estabas en Kanat'ma? ¿Qué quieres decir con eso? ¡¿Te fuiste tras esa mocosa prostituta?! ¡¿Estabas en Eritma?!"

—En primer lugar, Zany, no te voy a permitir que hables de ese modo de Araza. Es una falta de respeto el modo con el cual te refieres a ella.

"—Noaelí-"

—Y en segundo lugar... Será mejor que ya no seamos tan cercanos. Esto no te hace bien a ti, y a mí tampoco. Ya bastantes problemas he tenido por las diferencias que hay entre ustedes dos.

"—No, no, espera, iré a tu casa, y hablaremos mejor ¿Si? No hay que tomar decisiones tan apresuradas, mi amor. Yo no-".

—No, Zany, no quiero verte. Y si vienes, tampoco me encontrarás, porque no estoy en mi casa. Adiós —le dijo antes de cortar, y suspirar.

Sabía que era lo mejor, que seguro la había herido, pero... No podía permitir que las cosas siguieran del mismo modo. O él le ponía un alto, o Zany seguiría confundiendo las cosas.

Su celular volvió a sonar y lo tomó sin ganas, con la intención de apagarlo, cuando vio que era Araza.

—¡Ara! Hola —sonrió.

"—Hola ¿Cómo llegaste?"

—Bien, acabo de llegar —sonrió, acostándose—. ¿Pudiste llegar a tiempo para tus reuniones?

"—Sí, yo también acabo de llegar a mi casa. Bueno, quería saber si estabas bien, y me alegro que así sea. Qué descanses."

—No, no, espera —se apresuró—. No cortes aún.

"—¿Pasó algo?"

—N-No, nada malo, sólo... Quería hablar un poco más contigo. ¿Cuándo podríamos volver a vernos?

"—Ah, pues, la verdad que esta semana no estaré en Kanat'ma. Mañana viajo a la Isla Helada. Tal vez cuando regrese ¿Te parece?"

—Por supuesto —sonrió ilusionado—. Tú sólo dime cuándo, y yo viajaré a verte.

...

Princesa de Eritma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora