𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 7

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  ¿Qué es la verdad? Una vez escuché a un profesor decir que la verdad es una mentira, en realidad se trata de construcción social. Por un lado se puede pensar así, puesto a que nunca sabes si lo que ves u oyes es la verdad.
  Saben qué, déjenme reformular la pregunta: ¿Qué es la honestidad? ¿Podemos saber con exactitud cuando alguien está siendo honesto, cuando lo estás siendo contigo mismo?
  Muchos creen en las energías, aquellas que transmite una persona y supuestamente son fáciles de leer. Otros confían en su sexto instinto, aquél que determina el sí o no; y luego tenemos a aquellos que viven arriesgándose, esperando no sufrir traición alguna.
  En mi caso, era una mezcla de todos. Creía en las energías, mi instinto y mi vida eran la maldita ruleta rusa. Sorpresivamente la bala parecía nunca llegar. Era cansador.
  Ahora, admito que yo tenía una selección de personas con las que podía ser honesta -todos los seres humanos las tenemos- y hablar sin miedo a ser juzgada; es curioso, porque incluso hasta de ellos mantenía mis secretos ocultos.
  —¿Ya se te pasó?
  —No —respondí aún manteniendo mi ceño fruncido.
  Luego de que la reunión terminara, Nick y yo vinimos al parque para que Almmy diera su paseo matutino. Seguía un tanto molesta por los acontecimientos anteriores, rogaba que se me pasara antes de la cena en casa de Spencer.
  —Todavía falta comprarle un regalo a tu hermana —cambia de tema con la mirada perdida en su ipad—. ¿Quieres hacer eso después? 
  —Okay.
  —Oh, oh, ahí están.
  Levanté la mirada solo para dirigirla hacia donde Nick observaba. A lo lejos habían tres paparazzi, con sus cámaras sacándonos fotos. Por lo menos no son muchos, pensé.
  —Ignóralos y se irán.
  Solía pensar que con el tiempo te acostumbras a esa invasión a tu privacidad, y ciertamente lo haces; nunca se vuelve fácil. Al contrario, termina costando más tener que ocultar cada una de tus emociones porque no debes enviar el mensaje incorrecto, no puedes dañar tu imagen. Así que, mentir en la vida real se vuelve la única manera de sobrevivir en una sociedad tan caótica y antipática. Vives perseguido por el famoso qué dirán, pensando cuál será la nueva teoría de la semana tras ver sonreír demasiado o simplemente porque no lo hiciste. Siempre había algo nuevo. Correción, siempre hay.
  —¿Qué hay de ese?
  —Es bonito, le quedaría bien.
  Luego de la caminata por el parque, Nick y yo fuimos hasta una joyería. Estábamos parados frente a la vidriera ya que Almmy no podía entrar a la tienda.
  —Espera aquí, ahora vuelvo —le dije entregándole la correa a mi acompañante.
  Al entrar fui atendida por un señor vestido elegante, quien me mostró el collar que le describí al entrar. Era uno de oro, con la cadena fina y un dije mediano en forma de corazón con una piedra violeta brillante. Spencer amaba ese tipo de collares porque podía usarlo diariamente y no le resultaba incómodo. El regalo perfecto.
  Le agradecí al amable señor, firme el autógrafo que me había pedido para su hija y salí de la tienda. Lo primero que chocó con mi vista fue un flash cegador que me descolocó completamente.
  —¡Roma, sonríe acá, por favor! —gritaba el fotógrafo. Nick se acercó a mí para apartar al chico y ayudarme hasta llegar a la camioneta. Subí yo, luego le abrió la puerta trasera a Almmy para después subirse al vehículo.
  —Las llaves —pidió. Sin poder recuperar por completo la vista, le extendí mi cartera para que buscase lo que quería. Segundos después puso la camioneta el movimiento—. ¿Estás bien?
  —¿Qué clase de flashes usan ahora? —cuestioné restregándome los ojos con el dorso de mis manos—. Mala idea salir sin lentes.
  —Son unos pesados.
  —¿Pesados? —pregunté— ¿Cuántos eran?
  —Roma, fácilmente eran quince —respondió desviando su mirada hacia mí por unos segundos—. ¿Cómo no te diste cuenta?
  —No lo sé.
  Ninguno de los dos habló más sobre el tema, en especial porque no le presté mucha atención. En ese momento solo pensé que el flash que me dio tan de cerca simplemente opacó todo el lío que pasaba alrededor, no creí que era algo de lo que alarmarse.
  El día transcurrió lo más normal posible, nos quedamos en mi casa toda la tarde mirando Friends. Éramos fanáticos de la serie, creo que hasta nos sabíamos los diálogos de memoria. Incluso nos quejamos cuando llegó la hora de alistarnos para la gran cena de cumpleaños. Obviamente pasé yo primero por la ducha porque Nick tardaba más de un milenio -a mi parecer-. Sequé mi cabello, le hice algunas ondas y me puse unos aritos en forma de patitas de perro. En cuanto a ropa, elegí una remera blanca manga corta con la palabra feminist en negro, un jean tiro alto del mismo color que las letras y unas vans a juego. Agarré mi chaqueta de cuero, una cartera pequeña para el celular y billetera. Tomé la bolsa blanca que tenía el regalo dentro y bajé las escaleras.
  Mientras esperaba que Nick terminara, saqué a Almmy al patio trasero así descargara su vejiga. Chequeé que tenía un par de mensajes de personas felicitándome por el nuevo proyecto, ya que esa misma tarde Julia se encargó de que la noticia se diera a conocer. Me reí con el whatsapp de Donna, el cual era un sticker de shock y abajo decía "maldita suertuda". Si tan solo supiera que no me siento tan afortunada.
  —¡Listo! —exclamó Nick desde la sala.
  —¡Almmy, adentro! —grité. Ella corrió hacia mí y juntas entramos a la casa. Cerré la puerta trasera, me fijé que tuviera agua fresca y luego fui por las cosas que había dejado sobre el sofá.
  Salimos de la casa y le di las llaves a Nick, a él le gustaba conducir más que a mí. Subí a la camioneta y regresé mi atención al celular.
  —Si sabes que no puedes estar así toda la noche, ¿verdad?
  —Lo sé —suspiré bloqueando el aparato—, y créeme que no lo estaré.
  —A menos que tu mamá te provoque.
  —Así es —afirmé—. O Spencer, a estas alturas creo que son como dos gotas de agua en todo sentido.
  Nick se rió, yo sonreí levemente. Aclaración, no odiaba a mi madre y Spencer, jamás podría. Son mi familia;  al final del día tu familia siempre está, especialmente en los malos momentos. Sin embargo, nunca faltan esas ciertas actitudes que te molestan y ponen a prueba tu paciencia.
  Llegamos a la casa de mi hermana, Nick estacionó a un lado de la acera ya que la entrada estaba ocupada por el vehículo de la pareja y mis padres. Frente a nosotros reconocimos el de la familia Michaels, lo que significaba que fuimos los últimos en llegar. En camino a la puerta solo culpaba a Nick por tardarse demasiado en la ducha y él a mí por querer terminar el capítulo donde Ross se equivoca de nombre y llama "Rachel" a Emily.
  —¡Oh, hey! —exclamó Frank abriendo la puerta.
  —¡Hola! —saludamos al unísono, sonriendo ampliamente.
  —¿Peleando otra vez por quién se tardó más? —cuestionó cruzándose de brazos, como un padre reprendiendo a sus hijos.
  —Sí —respondimos agachando la mirada. Frank negó con la cabeza, haciéndose a un lado para dejarnos entrar.
  —Spencer y tu mamá están en la cocina —dijo parándose delante de mí. Nick siguió de largo—. Oye, quería pedirte disculpas por haberte ocultado lo de Harvey. Solo pensé en lo que Spencer quería y no me detuve a pensar en ti, lo lamento.
  —Gracias, Frank —agradecí honesta—. ¿Cómo está?
  —Últimamente mejor que otros días —contestó—. En especial después de una generosa donación que recibió su familia.
  —¿En serio? ¡Que bueno!
  —No te preocupes, tu hermana no le dirá a tus padres —rio pasando un brazo por mis hombros—. Tengo mis formas de convencerla.
  —¡Frank, por favor! ¡No quiero tener esa imagen en mi cabeza!
  El de ojos azules estalló en carcajadas y se separó de mí. Ambos caminamos hasta la sala, donde se encontraba el matrimonio Michael, Nick y Edward.
  —¡Papá! —exclamé acercándome a paso rápido hacia el hombre canoso, quien me envolvió en un fuerte y cálido abrazo.
  —¡Mi actriz favorita! —dijo sacudiéndome de un lado a otro, yo reía—. ¿Cómo has estado?
  —Disfrutando mis cortas vacaciones —contesté, haciendo que él alce las cejas.
  —Eso quiere decir que ya tienes un nuevo personaje en el que trabajar —asumió en voz baja, solo para nosotros dos. Asentí entusiasmada.
  —¡Y voy a trabajar con Eliza Morti! —exclamé susurrando.
  —¡Eres suertuda, mi niña!
  —¿Por qué tanto susurro? —habló fuerte una voz femenina detrás de nosotros—. ¿Algo que debo saber?
  —Hola madre, gusto en verte sana y respirando —hablé sarcástica, haciendo una reverencia. Lyla rio, dándome un beso en cada mejilla.
  —Tú y tu sarcasmo son dos cosas que ciertamente extrañé —comentó pasando una mano por mi cabello—. ¿Por qué te lo cortaste? Hace que tu cara luzca más redonda.
  Sonreí apretando los labios, peleando por no responder. Sólo me repetía "no hagas una escena, no hagas una escena".
  Ella se apartó para acercarse a Nick, mientras que yo me aproximé a Spencer y saludarla. La moreno sonreía nerviosa, pero aún así aceptó mi abrazo.
  —En serio lo siento, Ro.
  —No te preocupes, ya pasó —dije separándome y le extendí la bolsa de regalo—. Feliz cumpleaños.
  —Gracias, hermana.
  Spencer amo su regalo, incluso se puso el collar ya que combinaba con su vestido violeta oscuro. Luego de hablar cortamente con ella, fui con los Michaels y mi papá.
  —¿Dónde están los terremotos?
  —Se quedaron en casa con la niñera —contestó Andrew—. Pensamos que sería mejor salir solo nosotros.
  —Compadezco a la niñera.
  Un rato había pasado, el ambiente era cálido y no parábamos de hablar. Si bien solo éramos nosotros cuatro, puesto a que Nick mantenía distraída a mi madre con sus historias y la pareja dueña de casa se había escabullido a la cocina, sabíamos cómo reír hasta las lágrimas.
  Nuestra charla sobre cómo mi papá se quedó dormido bajo el sol y quedó mitad rojo, mitad blanco, se vio interrumpida cuando Spencer nos llamó a la mesa. Cada uno ocupó un lugar, yo quedé en medio de Andrew y mi papá.
  —Aquí te dejo tu tequila, querido —avisó Lyla, colocando la botella frente a su plato.
  —¿Seguro que puedes tomar eso, papá? —cuestionó la ojiazul mientras tomaba asiento. Edward la miró alzando las cejas.
  —Mientras esté lúcido, tomaré todo lo que quiera —respondió abriendo la botella—. Debes probarlo, Roma. Es el mejor, directo desde México.
  —Y creo que me arrastrará con él —le dije a Spencer, quien sonrió negando con la cabeza.
  El canoso sirvió el líquido transparente en dos vasitos pequeños, ideales para ese tipo de bebidas fuertes. Me extendió uno, el cual agarré.
  —¡Salud! —ambos brindamos y vaciamos esos vasitos de un golpe. Era fuerte, en especial para mí que no estaba acostumbrada; pero me gustó—. ¿Y?
  —Buenísimo.
  Spencer y Frank se habían lucido. Prepararon unos adictivos fideos de calabaza con salsa, además de una ensalada de frijoles y queso panela con aderezo de mostaza. A su vez, hicieron un bowl de diversos tipos de vegetales. En cuanto alcohol, todos coincidían con el vino... Excepto mi papá que estaba enamorado de su tequila.
  La cena estaba en su mejor punto, todos nos reíamos de las anécdotas de Edward, Nick, incluso de Andrew y mías en el set de nuestro último -hasta ese momento- trabajo juntos.
  —Creo que lloré toda esa noche —terminó de narrar Andrew la noche después del último día de rodaje.
  —¿Y ya tienes algo nuevo en puerta? —preguntó Lyla.
  —Algunas ofertas, sí —contestó—. Pero estoy pensando en tomarme un pequeño descanso, tal vez hacer un viaje en familia.
  —¡Qué lindo! —exclamó enternecida—. La palabra descanso es algo que Roma debería considerar también, en especial para darse un tiempo y encontrar una pareja.
  —Aquí vamos —susurré llevando la copa de vino hacia mis labios para tomar un largo sorbo. Spencer hizo exactamente lo mismo que yo, y mi papá se sirvió otro shot.
  —Tienes 24 años, deberías pensar en sentar cabeza y dejar de ir de un lado para el otro —siguió hablando—. Los años pasan y horno pierde fuerza.
  No tuve que pedirle a papá que me sirviera un shot hasta el tope, él ya sabía que lo iba a necesitar. Sin vacilar, lo bebí de golpe.
  —Pasen la botella —pidió Spencer.
  —Con todo respeto, señora —interrumpió Tammy dulcemente—, pero yo creo que Roma está en su mejor momento. ¡Va a trabajar con la directora Eliza Morti!
  Oh no, pensé mientras cerraba los ojos. Literalmente sentí como Andrew bajaba la mirada, sabiendo que eso solo iba a agregar más leña al fuego.
  —¡¿En serio?! —exclamaron Frank y Lyla al mismo tiempo, solo que en diferentes tonos.
  —¡Felicidades! —dijeron esta vez la pareja pronta al matrimonio. Yo solo asentí rascándome la nuca, tratando de evitar contacto visual con mi madre.
  —Sí, gracias, gracias —hablé nerviosa—. ¿Podríamos no hablar de esto? Aún aprecio mi vida lo suficiente como para saber que no deseo morir hoy.
  —Concuerdo —sentenció Lyla.
  En la larga mesa se generó un silencio incómodo, cualquiera pudo haberlo sentido incluso a través de una fotografía. Nadie quería hablar, o más bien no se sabía si era una buena idea. Mas, Nick fue quien tuvo más coraje.
  —Creo, CREO, que me tomé toda la botella de vino solo —bromeó—. Van a tener que arrastrarme al auto.
  Solo eso bastó para que la atmósfera cambiase un poco y todo tomara un rumbo diferente. Un rato después, me dispuse a ayudar a Frank con los platos en la cocina. Necesitaba alejarme de Lyla un rato, y la cocina era perfecta porque ni siquiera podía escuchar su voz.
  —¿Cuándo empiezas a rodar?
  —En unas semanas —respondí extendiéndole el último plato para que lo secara—. Cinco meses.
  —¿Dónde?
  —Massachusetts.
  —¡Guau! —exclamó agachándose para abrir el último cajón de un mueble—. Edward va a disfrutar de Almmy.
  —Después no me dejará llevarla a casa.
  Frank se rio, enderezandose. Entre sus manos tenía un paquete de m&m's, el cual extendió hacia mí. Sonreí agarrándolo.
  —Gracias.
  El de cabello negro guiñó un ojo para luego abandonar la cocina. A diferencia de él, yo salí de la casa por la puerta de la misma, ya que ésta conducía al patio trasero. Caminé hasta una mesa redonda de cemento que había allí y tomé asiento sobre ella, abrí el paquete de mis chocolates favoritos y me dispuse a disfrutarlos.
  Comer y estar afuera eran dos cosas que hacía cada vez que me sentía cansada mentalmente, casi todos lo sabían. Frank siempre tenía dulces escondidos para mí, principalmente cuando Lyla también estaba de visita.
  Suspiré alzando la mirada hacia el cielo, lo primero que encontré fue la constelación de las tres Marías. Aquella me resultaba más fácil de encontrar, pero su historia fue lo que me gustó y llamó mi atención. Al parecer, según cualquier página que encuentres, las tres Marías era el lugar donde descansaba el alma de Osiris, quien es el dios egipcio de la resurrección y la cabeza en el tribunal del juicio de los muertos. Si me ponía a pensar, temía morir por las cosas que tendría para juzgar contra mí. En cierta parte creo que todos tememos eso; ser juzgados y que expongan esos realmente oscuros secretos, los fracasos que experimentamos mientras el corazón aún latía. Nos aterra ver nuestra propia honestidad, de la cual ya no se puede escapar.
  —¿Qué haces?
  Giré la cabeza hacia la voz que interrumpió el silencio, era Andrew. El inglés se sentó junto a mí, robándome algunos confites en el proceso.
  —Mirando las estrellas —respondí—, y escondiéndome de Lyla.
  —Lamento que Tammy te haya metido en problemas.
  —Nah, me hizo un favor —encogí mis hombros—. Tarde o temprano se lo tenía que decir.
  El silencio estuvo presente una vez más, al menos por un rato en el que simplemente comimos de los chocolates.
  —Shaun me llamó hoy —confesó, shockeandome—. Dijo que firmaron el contrato hoy, pero que te notó algo... retraída.
  —¿Retraída? —Andrew asintió—. Entonces ve y dile que él se ponga en mi lugar después de que la estúpida de su representante intentó comprarme. ¡Vamos a ver si no se pone "retraído"!
  —No me contó eso...
  —¡Obvio no! —exclamé sarcástica—. Sería muy descerebrado de su parte.
  —O tal vez no sabe lo que Hope intentó hacer.
  —¡Ay ajá! ¡Y yo tengo una identidad secreta para mantener mis súper poderes ocultos!
  Mi celular emitió un sonido de notificación, así que lo saqué de mi bolsillo trasero y vi que era un mensaje de Frank pidiendo que entremos. Ya imaginaba lo que se acercaba.
  —Vamos adentro.
  Ambos nos bajamos de la mesa y empezamos a caminar por el patio.
  —Solo digo que Shaun es una buena persona, te gustará conocerlo —siguió hablando Andrew—. Y quién sabe, por ahí termines dándole un gusto a tu mamá.
  —¿Qué diablos estás diciendo? —cuestioné entre risas mientras abría la puerta para entrar a la cocina.
  —¡Vamos, Roma! —exclamó siguiéndome—. Que lo tuyo con mister Prince no haya funcionado no significa que no puedas divertirte. Eres joven y...
  —Andrew, te amo —interrumpí deteniéndome de golpe—. Pero si llegas a mencionar una vez más a Caleb, te dejaré los dos ojos morados. Créeme, no es ningún angelito.
  Antes de darle oportunidad alguna para preguntar al respecto, retomé la marcha rumbo a la sala donde estaban todos. Había un pastel de vainilla sobre la mesa, decorado con crema y galletitas oreo en la parte de afuera. También tenía dos velas que formaban el número veintiséis. A su lado estaba Frank, sonriendo ampliamente pero aún así podía ver las gotas de sudor cayendo por su frente. Reí imaginando sus nervios.
  —Romita, mi amor divina —llegó canturreando Nick. En su mano derecha sostenía una copa con un líquido rojo y pedacitos de frutas—. Eddy, Lyla y yo preparamos sangría.
  —¿Eddy? —fruncí el ceño—. ¿Ahora es Eddy?
  —Bueno, Lyla lo llama osito...
  —Okay, sí, no, no necesito saberlo —lo corté antes de que siguiera hablando. Nick solo rio, pasando un brazo sobre mis hombros, casi dejando caer todo su peso sobre mí—. Dios, dame fuerzas para no meterlo debajo de la ducha helada.
  Tammy apagó las luces cuando mi cuñado encendió las velas y una bengala. Todos empezamos a cantar el "feliz cumpleaños" a Spencer. Bueno, mi papá básicamente gritaba ¡yijaaa! en cada momento, provocando risas.
  —¡Tres deseos! —gritó Tammy.
  Cuando Spencer apagó las velas, mientras Lyla sacaba fotos sin parar, la señora Michaels encendió las luces y la sala se llenó de silencio. Más de uno tenía la boca abierta de asombro, excepto Edward y yo.
  La de ojos azules frunció el ceño y miró a sus costados, dándose cuenta de que su novio no estaba. Entonces volteó de cuerpo completo y ahogó un grito al ver a Frank arrodillado frente a ella, mostrando la caja de terciopelo.
  —Sé que los dos estuvimos esperando este momento por mucho tiempo —hablaba Frank con la voz quebradiza—, pero también sé que tú más; y espero que sea la persona con que lo hayas soñado porque te aseguro que yo sí lo sueño contigo. Prometo pasar cada día tratando de hacerte la mujer más feliz del mundo, me gustaría que sigamos aprendiendo del otro y mejorándonos mutuamente. Compartir buenos y malos momentos, pero afrontar todo de la mano del otro —abrió la cajita, dejando ver el anillo de compromiso—. Spencer Wilson, ¿te casarías conmigo?
  —Súper sí —respondió entre lágrimas, casi inaudible. Nosotros aplaudimos mientras Frank le colocaba el anillo en el dedo anular y se enderezaba para abrazarla y besarla.
  Aún recuerdo ese momento con alegría. Después de tantas cosas que habíamos vivido juntas, ver a Spencer comprometida con el hombre que ganó su corazón me hizo sentir tranquila. Sabía que ella sería feliz.
  —¡Felicidades, mi amor! —exclamó Lyla, abrazando a Spence—. Por lo menos una sí me dará nietos.
  —¿Es en serio? —susurré arrebatándole la sangría a Nick. Él palmeó mi espalda.
  —Tranquila, cielito, tranquila.
  Parada allí, observando la cara de todas las personas presentes en la sala, me volví a cuestionar si somos honestos con nosotros y en la vida real. Mi conclusión fue que no, la cual aún no cambio. Si bien todos tratamos de ser y mostrarlos transparentes, nunca en realidad podemos lograrlo. Siempre está esa vocecita o esa costumbre de empezar a actuar dependiendo dónde o con quién estemos, es el instinto de supervivencia en una sociedad donde la verdad está sobrevalorada, no importa. Lo único que vale es tu nombre, cuánto tienes, qué es lo que haces o si tienes la belleza suficiente para ser importante en la vida. ¿Y saben por qué es eso? Porque el peor miedo del ser humano es enfrentar su propia honestidad; teme mirarse al espejo y no saber con lo que se va a encontrar, o peor: saberlo y no querer aceptarlo. 
  Y esa noche yo lo hice. Me miré al espejo y lo único que encontré fue un vacío; la nada en dentro de un par de ojos cafés llenos de dudas, secretos, miedos y... agonía.

Amamos a Nick y Edward ebrios??? Pues sí ♥

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Amamos a Nick y Edward ebrios??? Pues sí ♥

PREGUNTAAAA

¿Qué creen que pasó entre el tal Caleb y Roma?

Nos leemos la semana próxima ♥♥♥

-Melany 

Las dos caras de Roma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora