Una actriz carismática se encuentra en una encrucijada consigo misma cuando sus demonios del pasado intentan apoderarse de su salud mental. La línea entre lo racional e irracional se vuelve delgada, y Roma parece haber perdido el rumbo. ¿Cómo podrá...
Esa noche Andrew no había logrado pegar un ojo, por ende yo tampoco ya que no quería dejarlo solo. Julia y Miguel salieron en el primer vuelo de regreso a Los Ángeles para continuar con sus labores pendientes, y Nick se despertó temprano para ir por el desayuno. Honestamente, verlo a mi mejor amigo tan dolido y con el corazón roto me entristecía, aunque también tenía una ira por dentro que trataba de ocultar para no explotar. Durante la madrugada le había dejado un mensaje a Shaun, era consciente de la amistad que existía entre ellos dos y creía que, en esos momentos, era necesario tener todo el apoyo posible para hacer sentir a Andrew un poco mejor. —¿En qué piensas? —interrogué al verlo tan callado. Ambos nos encontrábamos en la mesa de la cocina, sentados de manera que quedamos enfrentados. —Kendall y Astrid —respondió levantando la mirada por primera vez en horas—. Ahora están distraídas, ¿sabes? No tienen idea de lo que está ocurriendo. ¿Pero qué les voy a decir cuando lleguen a casa y vean que su madre no está? A lo mejor no comprendía con exactitud por lo que Andrew atravesaba, mis padres nunca estuvieron a punto de separarse y los biológicos... Bueno, sabemos cómo terminó esa historia. Lo que sí entendía era el miedo de afrontar la realidad, el susto que da darse cuenta de que la vida que tenías nunca será la misma de antes. Los cambios jamás son sencillos de aceptar. —Podrías decirles la verdad —sugerí—: mamá y papá ya no estarán juntos, pero eso no cambia cuánto las aman. Tus hijas siempre van a estar primero, ambos sabemos eso. Solo debes permanecer presente en sus vidas, hacerlas sentir amadas y protegidas. El ruido de las llaves en la puerta y luego los pasos interrumpieron la conversación. El primero que se adentró en la cocina fue Shaun, quien se acercó sonriendo dulcemente hacia Andrew. El inglés se levantó de su asiento para recibir a su amigo con un gran abrazo. Por otro lado, yo ayudé a Nick que traía los envases de Starbucks y bolsitas de papel del mismo lugar. —¿Qué me trajiste? —pregunté sintiendo mi estómago rugir. —Muffins de mora azul. —Te mereces el cielo —le dije dejando las cosas sobre la mesa para luego buscar la bolsa que tenía mi desayuno. —¿Cómo están tus hijas? —preguntó el asiático tomando asiento donde estaba yo antes, por lo que utilicé la silla que había junto a él. Nick se sentó al lado del de ojos verdes. —Aún no lo saben, están en casa de mi madre —respondió agarrando un envase de café—. Pero debo regresar esta noche para ir a buscarlas mañana, no puedo evadir el tema tanto tiempo. —Ojalá pudiéramos ir contigo —habló Shaun con pena. —O encontrar a Tammy y patearle el trasero —dije yo antes de darle un mordisco a mi muffin. Nick me miró con reproche—. ¿Qué? Solo dije lo que todos pensamos. —¿Dónde está ahora? —quiso saber el hombre junto a mí. Andrew se encogió de hombros dando a entender que no tenía idea; y, si lo que Tammy quería era encontrarse a sí misma, no lo sabríamos en un largo tiempo. Lo único que podíamos hacer era estar ahí para nuestro amigo, apoyarlo y ofrecer una mano a la que aferrarse en tal difícil momento. El resto del desayuno transcurrió en preguntas por parte de Andrew sobre cómo íbamos con el rodaje. Las semanas pasaban muy rápido, estábamos a nada de terminar el último proyecto del año. Era emocionante, también un poco semiamargo. Quiero decir, cosas inesperadas surgieron del rodaje, y esos recuerdos siempre nos iban a seguir. —Iré a darme una ducha antes de irnos —anuncié tras terminar mi café. Mientras me iba, lo último que alcancé escuchar fue a Andrew preguntando "¿cómo avanza la relación?" Me quise quedar para espiar la conversación, pero estábamos jugados con el horario y necesitaba una ducha para despertarme. Ninguno quería dejar a Andrew solo durante las horas que estábamos trabajando, por lo que le pedí a Nicholas que se quedara con él. Podía arreglármelas por un día yo sola, lo había hecho otras veces años atrás. Y mientras Shaun y yo íbamos rumbo al set, la curiosidad me ganó. —¿Puedo preguntar qué le contestaste a Andrew? —pregunté girando mi rostro a su dirección con una sonrisa inocente. El de cabello azabache desvió los ojos por unos segundos del camino. —¿Sobre..? —Nuestra relación. Sonaba tan raro decirlo en voz alta, pero causaba mariposas en mi estómago. Durante un tiempo pensé que jamás volvería a experimentar algo así de fuerte. —Pues la verdad —sonrió mirándome—. Avanza muy bien, y que me haces feliz. —Tú también me haces feliz —admití con las mejillas sonrojadas. El amor es una emoción sumamente extraña. Si te pones a pensar, todos los días nacen nuevas relaciones mientras que otras mueren. Es básicamente como la vida, por lo que te preguntas qué sería de ésta si el amor no existiera. ¿Acaso sería caos y destrucción? A eso también nos enfrentamos con las catástrofes que ocurren alrededor del mundo. Entonces, ¿qué lo hace tan importante? ¿Una ideología que construímos constantemente? ¿O biológicamente estamos hechos para sentir amor? Sea cual sea la respuesta, se sabe que enamorarse también conlleva consecuencias. Mientras estaba siendo maquillada, repasaba mis diálogos del día, pero la tarea se vio interrumpida cuando mi celular comenzó a sonar. Era una videollamada de Donna, la cual contesté, y sonreí al ver a la de ojos azules del otro lado. —¡Romitaa! —exclamó contenta haciéndome reír. —¿Cómo estás, Donna? —Bien, muy bien, muy bien —contestó sonriendo ampliamente—. Te llamaba para recordarte de mi cumpleaños este fin de semana. ¿Podrás venir? —Sí, estaré medio desvelada —admití—, pero ahí esteré. —¡Genial! —celebró— ¿Y tu novio también? Necesito conocerlo. Suspiré y luego mordí mi labio inferior. —Aún no le pregunté. Lo haré esta noche, lo prometo. —Más te vale, Wilson, ¡eh! —advirtió seria— Te dejo porque veo que estás ocupada. Chaito. —Byee. Donna celebraría sus veintiséis años con una fiesta enorme de disfraces. Ella era una persona bastante social, por lo que imaginaba la cantidad de gente a la que había invitado. Además, era de aquellas que sabía y disfrutaba armar fiestas, seguramente estaba dispuesta a tirar su casa por la ventana. El simple pensamiento me causaba ansiedad, pero al mismo tiempo pensaba en Donna; había sido tan buena conmigo cuando trabajamos juntas y fue una de las primeras en llamarme el día en que la noticia se publicó por todo internet. Debía estar ahí, por ella. Lo que realmente me ponía nerviosa era imaginarme en mi primera salida formal llena de conocidos con Shaun. ¡Eso me paralizaba! Aunque en algún momento iba a pasar, ¿no? Tenía que afrontarlo, pero en la noche. Primeramente estaba el trabajo. Durante las horas de rodaje le dejé mi celular a Connor, por lo que estaba completamente incomunicada. Incluso durante los descansos escogimos jugar al Uno para pasar el tiempo. A pesar del sueño que tenía, disfruté mi jornada rodeaba de buenas vibras y diversión. Hasta me hizo sentir media paranoica porque todo parecía muy bueno para ser real. Y no fue hasta el descanso para cenar cuando mi presentimiento cobró vida. —Es Tammy —anunció Connor extendiéndome el celular. Noté por las facciones de su rostro lo tenso que Shaun se puso al escuchar aquél nombre. A su lado, Bonnie nos observaba sin entender porqué cambió tan repentinamente el ambiente. —Gracias —le dije al inglés agarrando el aparato para llevarlo a mi oído—. Hola, Tamara. —¿Ahora soy Tamara? —preguntó con gracia. —Después de lo que hiciste, debería llamarte de otra forma —contesté—. Fíjate lo buena que soy. Shaun sonrió de lado, orgulloso, tras haber dicho eso. —Escucha, yo... quería disculparme —habló unos segundos después—. Lo que hice estuvo mal, lo reconozco. ¡Estaba desesperada! Lo lamento, Roma. —No soy yo con quien te deberías disculpar, Tamara —solté ya enojada—. Tus hijas, Andrew, los que son tu familia. ¡Con ellos tienes que hablar, no conmigo! ¿Sabes qué? Mejor ni te preocupes, Andrew y yo nos encargaremos de enseñarle a las niñas que para ser feliz no debes arruinarle la vida a nadie más. —Roma, por favor... —Espero que logres encontrarte a ti misma —la interrumpí y colgué. —Esa es mi chica —alagó Shaun. —Estoy tan confundida —dijo la morena anonadada. Y aunque todos rogábamos no volver a ver a Tamara por un tiempo, su regreso ocurrió más temprano de lo que pensábamos. Pero más shockeante fue la razón por la cual volvió. Sin embargo, esa es una historia para más adelante. Mientras tanto, déjenme contarles cómo fue el momento en el aeropuerto junto a Shaun y Andrew. Seguíamos esperando que el vuelo saliera, el inglés miraba el reloj en su muñeca cada dos minutos y movía su pierna derecha con impaciencia. —El tiempo no pasará más rápido por mirar la hora —le dije aún manteniendo la mirada en mi celular. Escuché un bufido de su parte. —¿Y no te dijo dónde estaba? —preguntó con un toque de esperanza en su voz. Negué con la cabeza. —Tampoco fue como que le di mucho tiempo —confesé—. Trataba de controlar mi ira. —¿Regresarías con ella? —cuestionó Shaun interesado, lo que me hizo bajar el celular y fijar los ojos en el hombre a mi derecha. Andrew bajó la mirada negando. —La amo, pero no podría. La voz de una mujer por los altavoces anunció que el vuelo de Andrew era el próximo en despegar, por lo que los tres nos levantamos de nuestros respectivos asientos para despedirnos. Iban a ser solo un par de días puesto a que regresaría a L.A. por el fin de semana, pero sabía que a Andrew le costaría la distancia en tan sensible situación. Shaun fue el primero en abrazarlo y darle unas palabras de apoyo. Cuando fue mi turno, lo abracé con fuerza unos minutos y luego me separé para tomar su cara entre mis manos. —Tal vez lo ves todo oscuro ahora —susurré para nosotros—, pero allí es en donde debes encontrar la luz que te sacará del pozo. Volverás a encontrar tu felicidad, confiarás otra vez, estoy segura de ello. —Te adoro, pequeña. El de ojos verdes besó mi frente cortamente para después acomodar la mochila en su hombro, sonreírnos una vez más y finalmente alejarse. Shaun y yo nos quedamos ahí, uno junto al otro, tomados de la mano, observando como Andrew desaparecía de nuestro campo de visión. —Estará bien, amor. Es fuerte —quiso tranquilizarme. —Es lo que más admiro de él —admití. Fue nuestro turno de emprender camino hacia la salida del aeropuerto. Afortunadamente no había demasiada gente, por lo que íbamos tranquilos. Entonces la adrenalina del momento se acabó y recordé la promesa que le hice a Donna. —Por cierto —hablé llamando la atención del asiático, deteniendo el paso—, el sábado es el cumpleaños de Donna. Hará una fiesta de disfraces y me preguntaba si, ya sabes, te gustaría acompañarme. Los ojos de Shaun -a pesar de la oscuridad- se iluminaron y sonrió de par en par, cosa que trató de ocultar pero fracasó en el intento. —Me encantaría, Roma —afirmó y retomamos nuestra caminata—. ¿De qué nos disfrazamos? En medio del debate sobre lo que usaríamos, andando bajo la noche buscando el lugar donde habíamos estacionado, no pude evitar pensar que hablar de mis miedos, traumas e inseguridades, era el tipo de intimidad que más me asustaba; aunque estaba dispuesta a dejar ese paralizante terror de lado solo para compartirlos con el hombre que me hacía sentir segura. Aunque desconocía que su fachada estaba pronta a caerse.
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¡Mil disculpas! No había terminado de escribir el capítulo y ya cuando lo hice era muy tarde, por eso preferí publicarlo hoy. ¿Me perdonan?
Espero que les haya gustado el capítulo ♥
Hoy no te pregunta, sino que busco sugerencias de disfraces que nuestros enamorados puedan usar.