𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 13

13 4 0
                                    

Somos lo que somos y nos formamos a partir de las decisiones que tomamos. Claramente, es por eso que nos cuesta tanto y, a la vez, es atemorizante tener que decidir. ¿Qué tal si elegimos mal? ¿Si no equivocamos? No se puede regresar el tiempo atrás, no hay hechizo o tecnología alguna que garantice un viaje al pasado para cambiar ese algo que no salió como esperábamos, o corregirlo en un caso diferente. Es por eso que muchas veces hacemos hasta lo imposible para evitar tener que tomar decisiones, aunque nunca lo logramos porque la vida también se forma en base a eso.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Nick, mirando cómo terminaban de maquillarme.
—Trabajar —contesté—. Sigue la escena ochenta, ¿no?
—No estaba hablando de eso.
Lo sabía perfectamente, pero quería ignorar el tema a toda costa. No tenía idea de qué hacer, por un lado pensaba en lo que dijo Spence y en que Harvey pidió verme; por otro, algo en mí decía que sería muy doloroso, que no fuera porque no iba a terminar bien para mí.
Esa noche no dormí. Cuando volví al set la maquilladora me preguntó si estaba bien. Supongo que las bolsas debajo de mis ojos fueron muy notorias.
—Lista.
—Gracias, Leah —dije despegando mi trasero de la silla y salí de la carpa que me habían armado en ese set. Como aún teníamos escenas de la escapada romántica para grabar, nos encontrábamos en una cabaña. Era una grande de dos pisos, rústica y con muchos árboles alrededor. También había un lago y un muelle.
Ya eran las siete de la tarde, pleno atardecer. No habíamos empezado a grabar tan temprano porque la mayoría de las tomas se grabarían en la noche. Hasta entonces, filmaríamos aquellas en donde la pareja tenía una breve conversación sobre su hijo mientras estaban en el muelle.
—¿Reservo un boleto para el mismo vuelo que tu hermana? —preguntó parándose enfrente mío, interrumpiéndome el paso. Suspiré.
—¿Tu hermana está en la ciudad? —cuestionó interesado una voz a mi espalda. La reconocí al instante, se trataba de Shaun. El asiático tenía curiosidad sobre mi familia, mi vida privada, y cada vez que intentaba sacarme conversación sobre ellos, respondía lo justo y necesario.
Miré con odio a Nick, a lo que él respondió cruzándose de brazos. Me puse de costado, quedando en medio de los dos.
—Sí, pero se va hoy —contesté mirando a Shaun, luego la pasé al otro—. Y no lo sé, deja de preguntar.
Sin esperar respuesta por parte de los dos, seguí mi camino hasta el muelle donde estaba Eliza con la directora de fotografía y algunos camarógrafos. Los saludé y seguí hasta sentarme en el borde del muelle hecho de madera. Me saqué las sandalias que tenía puestas y estiré las piernas, dejando que mis pies fueran cubiertos por el agua fría. Decidí repasar las líneas de la escena para mantener la mente distraída, no lo logré. La imagen de Harvey en la camilla hablando con Spencer y pidiéndole que fuera, regresaba a mi mente cada vez. Era una tortura, como millones de agujas atravesándote todas las partes del cuerpo.
—Lo siento por invadirte —dijo Shaun mientras tomaba asiento junto a mí—. No era mi intención incomodarte.
—No lo hiciste, tranquilo —giré a mirarlo con una sonrisa ladeada—. Tú perdóname a mí por tratarte tan... hostil.
—Todos tenemos malos días —se encogió de hombros—. ¿Quieres hablar sobre lo que te puso así? Mi mamá dice que soy bueno escuchando.
Reí ante el tono aniñado que le puso a la última frase mientras hacía un puchero y pestañeaba repetitivas veces.
Lo pensé, juro que lo hice. Quería contarle, abrirle mi corazón de una forma que jamás había hecho antes con una persona que no fuese Andrew o Spencer, incluso mi papá. Y lo iba a hacer, pero el destino o la vida decidió que Eliza nos interrumpiera para hablar sobre la escena.
Sus indicaciones eran maravillosas, además de que también nos dejaba aportar y tomaba nuestras ideas en cuenta. Me encantaba trabajar con ella, es algo con lo que soñé desde que vi una de sus primeras películas y seguí su trabajo los años posteriores. Por eso me dije a mí misma que dejaría la situación de lado y me enfocaría en el trabajo.
—¡Todo listo! —exclamó más lejos de nosotros—. ¡Acción!
Apoyé mi cabeza en el hombro de Shaun, ambos teníamos la mirada perdida en el paisaje; consistía en árboles altos y rocas a la distancia. El cielo rosa y naranja cubierto por unas pocas nubes le daba un toque especial al lugar, podías escuchar la naturaleza si guardabas extremo silencio.
—No me quiero ir —dijo pasando su brazo sobre mis hombros.
—Yo tampoco —confesé como decía en el guión—, pero Sam ya debe estar extrañándonos.
—Deberíamos traerlo un día —continuó hablando—. ¿Quién lo diría? Nuestra mayor sorpresa fue él. Gracias por eso, eres la mejor.
Shaun besó mi cien y se levantó para irse.
—Voy a buscar algo para tomar. ¿Quieres?
—No, gracias.
Shaun caminó hasta salir de escena y el camarógrafo se enfocó en mí para tener un primer plano de mi rostro. Sin poder evitarlo, tal vez por todo lo que tenía acumulado dentro mío, mis ojos se llenaron de lágrimas e increíbles ganas de llorar llegaron a mí. Afortunadamente, debido a las escenas que grabaríamos luego, esa acción quedaba bien.
—¡Corte! ¡Se queda! —exclamó Eliza. El camarógrafo se alejó de mí—. Excelente trabajo, Roma. Quedó perfecto.
Tragué saliva y puse una sonrisa en mi rostro antes de levantarme. La miré con sonriente y asentí susurrando un gracias.
—¿Me dan un minuto? Necesito usar el baño.
—Claro, ve.
Pasé por al lado de Shaun, ni siquiera había notado que él me observaba con extrañeza y preocupación. Sin conocimiento alguno por mi parte, luego Shaun confesaría que sospechaba que mi actitud ese día se debía a las pesadillas que sufría cada noche. No obstante, él sentía miedo de tocar aquél tema. Sabía que era sensible y desconocía si estaba lista para hablar sobre ello. Gracias a quien sea, el de ojos oscuros decidió darme mi espacio y esperar a que fuera el momento indicado.
Por otro lado, ingresé en la cabaña. Era de dos pisos, tanto las paredes como el suelo y el techo estaban hechos de madera. Lo primero que veías al entrar era la sala que contaba con una chimenea, un sofá a unos metros de ella, dos cuadros sobre la pared que formaban la palabra love, muebles con vasos y platos dentro, un candelabro colgando del techo y las escaleras que te conducían al piso de las habitaciones. Siguiendo por el pasillo habían tres puertas, una conducía a la cocina y las otras dos eran baños. Toqué la puerta de uno, al no recibir respuesta abrí y entré. Cerré con seguro para luego tomar asiento sobre el retrete.
Segundos más tarde, me encontraba soltando lágrimas a montones. Parecía no tener final, por un momento creí que me quedaría encerrada allí por horas. Agua salada salía de ambos ojos, tapaba mi boca con una mano para que nadie escuchara los sollozos que emitía desde mi garganta. Tenía la otra mano cerrada como un puño, sentía las uñas clavándose en la palma de mi mano.
Estaba cansada, confundida. Todo mi cuerpo dolía, pero más mi pecho. Sentía una gran opresión en él, como si se estuviera estrujando. ¿Lo peor? Con el pasar de las horas, se volvía más doloroso. Interiormente sabía que cada minuto que pasaba, era uno menos para Harvey. ¿Y si moría antes de que fuera lo suficientemente valiente para tomar una decisión? ¿Estaría en paz o no? ¿Quién no, él o yo?
Millones de preguntas y escenarios cruzaban por mi cabeza, en todos me encontraba indecisa. Me sentía egoísta porque las dudas eran sobre mí, estaba pensando en y no lo creía justo.
—¿Roma? —la voz de Nick del otro lado me asustó por un momento. Intentó abrir la puerta, pero fracasó y pudo escucharlo suspirar—. Tengo a Kendall en videollamada.
Sequé mis mejillas mientras me levantaba para colocarme frente al espejo. Rápidamente noté que tanto mis ojos como nariz tomaron un tono rojizo por el llanto. Aún así, lavé mi rostro con agua fría e intenté lucir lo más presentable posible.
Caminé a la puerta para sacarle el seguro y abrir lo más mínimo, solo para que Nick me entregara el celular. Luego volví a cerrar.
—¡Hola, hermosa! —saludé lo más contenta posible. Un par de ojitos verdes me miraban a través de la pantalla con alegría.
—¡Tíaa! ¡Mira con quien estoy! —gritaba. La niña volteó la cámara para mostrarme a Almmy— ¡Mamá nos trajo de visita!
Reí por la emoción que me transmitía. Esa niña era única.
—Que bueno, K. ¿Vas a enseñarle más trucos?
—¡Obvio! Soy la maestra —contestó dejándome ver su cara de nuevo—. ¿Cuándo vas a volver, tía? Quiero mostrarte mis pinturas.
—En cuanto pueda ir a visitarte, prometo que lo haré —sonreí tomando asiento—. ¿Y tu mamá?
—Creo que tomando café con "tata" Edward —respondió mirando hacia otro lado—. Ah no, ahí viene.
Automáticamente se escuchó la voz de Tammy diciendo que mi padre la llamaba para enseñarle a jugar al ajedrez.
—¡Debo irme, tía! ¡Chau!
El teléfono fue trasladado bruscamente hacia su dueña, la cual soltó una pequeña maldición en su español natal.
—Entendí eso —dije riendo. La oji-verde negó divertida.
—Hola, mi Romis —tras decir eso, frunció el ceño y ladeó la cabeza—. ¿Llamo a Andrew? ¿Pasó algo? ¿Qué tienes?
—No, sí y Harvey —respondí sus preguntas en orden—. Spencer llegó anoche con la noticia de que... está muriendo y quiere verme.
—Oh —soltó shockeada. Ambas quedamos en silencio por unos minutos, mirándonos a través de la cámara—. ¿Y qué harás?
—Esa es la cosa, no sé qué hacer —dije limpiándome una lágrima rebelde—. Quiero y a la vez no, tengo miedo.
—Linda, si no lo tuvieras sería un problema —argumentó con voz maternal—. Mira, la decisión es tuya. Tienes el poder de decir sí o no, y la que elijas será la correcta. Solo piensa en qué los haría sentir bien a los dos. Harvey significó mucho para ti, en parte aún lo es; el echo de que haya pedido por ti, pues, puede ser que para él aún también signifiques mucho.
—Soy una egoísta. Solo pienso en mí.
—Nadie es egoísta por tomar la mejor decisión para uno mismo —contradijo seriamente—. Tú, Roma Wilson, eres el ser menos egoísta que conozco.
—Te quiero, T.T.
—Y yo a ti, Roro.
Luego de esa llamada, junté valor y salí del baño con la frente en alto. Nick no hizo preguntas, solo tomó mi mano y la apretó en señal de apoyo mientras me regalaba una de sus más sinceras sonrisas. Al mismo tiempo me dijo: "Estoy para ti, siempre de tu lado". Sin dudas, la llegada de Nick a mi vida había sido un regalo caído del cielo.
Tras ello, volví con Leah para que arreglara mi maquillaje. La chica no lo vio extraño, pensó que la escena había terminado en un llanto y necesitaba el retoque.
Las horas siguieron pasando, grabamos otras escenas dentro de la cabaña en lo que el sol se ocultaba para hacer la última programada para esa jornada. Una vez que el sol se había ocultado por completo, el equipo de arte se encargó de ambientar la cocina/comedor para la escena. Sobre la mesa de madera colocaron dos platos con pasta, copas con vino y la botella ya abierta, servilletas y cubiertos también. El equipo de iluminación se encargó de colocar las luces necesarias. Mientras tanto, nosotros habíamos ido a cambiarnos de vestuario. Se reemplazó mi vestido color mostaza por un short y musculosa de tirantes, ambos de color negro. En mis pies tenía ojotas, y la estilista -Michelle- se encargó de humedecer mi pelo ya que así lo describía el desglose de vestuario.
Cuando regresé, todo ya estaba listo. Miré a Shaun y vi que a él también le habían puesto una musculosa blanca, dejando ver sus trabajados brazos. Agradecida por la ambientación verano en el guión.
Me acerqué al de cabello azabache quien me sonrió tiernamente, provocando unas leves arrugas en el contorno de sus ojos.
—¿Todo bien?
—Sí —asentí corriéndome un mechón de la cara mientras pensaba en mis siguientes palabras—. Esto sonará muy raro pero... ¿Puedes abrazarme?
—No hace falta preguntar, solo ven —dijo abriendo sus brazos. Algo tímida, envolví mis brazos alrededor de su pecho y entrelacé mis manos detrás de su espalda. Shaun también me encerró con sus brazos y apoyó su mentón sobre mi cabeza, se notaba la diferencia de altura que teníamos.
—Gracias.
—No sé lo que te ocurre, tampoco tienes que hablarlo conmigo si no quieres —susurró solo para nosotros—, pero estoy aquí si me necesitas. Te aprecio, Roma. Quiero verte bien.
—También te aprecio, Shaun —me atreví a confesar tras unos minutos de silencio.
Los dos nos quedamos así, abrazados y en silencio hasta que llegó el momento de grabar. Tomamos asiento en nuestros respectivos lugares, incluso Shaun hizo unas muecas frente a la cámara para hacerme reír. Fueron unos cortos minutos, puesto a que debíamos ponernos en un mood tenso.
Tomé el tenedor para empezar a revolver los fideos con salsa que había en el plato. A los pocos segundos, escuché el grito de Eliza, dando inicio a la toma.
—¿No está rico?
—No tengo hambre —respondí soltando el tenedor. Agarré la copa y la acerqué a mi boca para beber el contenido.
—Pero sí sed.
—Cuando tú bebes y te emborrachas hasta desmayarte está bien —hablo sarcástica—. Yo tomo una copa y ya te molesta, qué irónico.
—¿Qué te pasa? —cuestionó alzando la voz—. ¿Acaso te hice algo? Por favor, dime. Que yo recuerde lo único que hice hoy fue complacerte, tratar de hacer cosas por ti.
—Tú lo dijiste, Adam. Hoy —contesté mirándolo—. Pero cuando nos vayamos volverás a ser el mismo de siempre.
—¿Quieres que nos quedemos aquí y dejemos a nuestro hijo solo para que sientas que tienes un esposo?
—Yo no dije eso —negué—. Y no hables de Sam, no lo involucres.
—¿Por qué no? —rio—. Es parte de nuestra vida, ¿no? Tomamos la decisión de traerlo a este mundo, los dos.
—Tú me hiciste —susurré.
—¿Cómo?
—¡Tú me hiciste tomar esa decisión! —grité, sorprendiéndolo. Suspiré apoyando los codos sobre la mesa, tapándome la cara.
—Diane, ¿qué hiciste? —negué sin mirarlo—. Diane, dimelo.
Aguardé unos momentos antes de levantar el rostro para observarlo. Tragué saliva, nerviosa como imaginé estaría Diane en una situación como esa.
—Te mentí —respondí—. La razón por la que tardé en contarte del embarazo no fue porque no lo sospeché —pausé—. Yo... intenté abortar.
—¡¿Qué?! —gritó tirando la silla al suelo— ¡¿Por qué?!
Pequeñas lágrimas brotaron de mis ojos, movía las manos tratando de hablar. Shaun empezó a caminar por el comedor, susurrando incoherencias.
—Estábamos mal, creí que nos íbamos a separar —dije—. Tener un hijo no estaba en mis planes, mi carrera recién empezaba y tú... tú...
—¿Yo, qué?
—Bueno, tus problemas con el alcohol no generaron en mí seguridad —respondí—. Tenía que tomar una decisión, tal vez no fue la mejor, pero somos las decisiones que tomamos y... A veces las mejores elecciones son aquellas que tomamos por otros.
Y ahí lo supe. Escucharme decir esas últimas palabras fueron las que necesitaba para tener seguridad. Sabía qué hacer, me dolía pensar en las circunstancias, pero debía afrontarlo. Tenía que volver a Los Ángeles.
—¡Corte! —exclamó Eliza— Roma, ¿estás bien?
—Debo irme.
—¿Qué? —preguntó la directora confundida.
—Tengo un amigo y está muriendo —le conté. Mis ojos picaban, pero traté de guardarme las lágrimas—. Necesito ir a despedirme.
La mujer pelirroja me miró con tristeza, asintiendo lentamente. Era consciente de que era un contratiempo, y parte de mí temía que Eliza se enojara.
—Ve —sonrío triste—. Roma, sé fuerte.
Meses después me enteré porqué Eliza había simpatizado. Ella había perdido a su esposo mientras rodaba en Australia y nunca tuvo la oportunidad de despedirse.
Todos tenemos una historia detrás de la máscara que llamamos rostro. Somos historias, somos narradas; también somos las decisiones que hacemos en el día a día, pero esas nos las contamos. Por miedo o indiferencia, preferimos guardarnos aquellas voluntades para nosotros mismos.
Esa noche, gracias a Diane, decidí tomar el último vuelo de regreso a L.A. junto a Spencer. Mi hermana estaba admirada, al menos eso me dijo. No soltó mi mano durante todo el viaje, mucho menos cuando Frank pasó por nosotras al aeropuerto para llevarnos directo al hospital.
¿Dormir? No había logrado pegar un ojo. Mas, estaba acostumbrada a pasar más de veinticuatro horas despierta. Sano no era, pero así vivía.
Cada paso que daba por el pasillo del hospital me costaba más, sentía mis piernas pesadas, pero seguía avanzando. Cerca de la habitación, vi que afuera estaba sentado el hermano menor de Harvey. Era un chico rubio/castaño, lo único que lo diferenciaba de Harvey era el color de ojos. Su hermano los tenía oscuros, como su padre.
—Viniste —dijo sorprendido cuando me tuvo cerca.
—Te espero aquí afuera —susurró Spencer en mi oído. Asentí regalándole una sonrisa, luego me aproximé más al adolescente.
—Estuvo preguntando por ti.
—Lo sé, Ben —sonreí a medias—. Voy a entrar, ¿sí?
—Está bien —asintió. Me giré para abrir la puerta, pero me detuve cuando el chico agarró mi mano con fuerza—. Gracias, Roma.
"La clave para una toma de decisiones más acertadas es estar en sintonía con nuestros sentimientos", Daniel Goleman. 

Wow, qué capítulo no?? Y el próximo ya es el reencuentro con Harvey 💔

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Wow, qué capítulo no?? Y el próximo ya es el reencuentro con Harvey 💔

Les gustó?? Espero que sí 🤍

PREGUNTAAA:

¿Qué creen que pasará entre Roma y Harvey?

Los leo!

-Melany

Las dos caras de Roma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora