𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 22

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Tal y como lo habíamos sospechado, la noticia causó un gran impacto e incógnita entre las personas que seguían mi carrera y aquellos que solo querían tener la exclusiva.
A pesar de haber estado en el rubro del espectáculo por años, nunca me había sentido tan observada como aquél día. Las horas que pasé en el set se hicieron eternas, solo quería regresar al departamento y encerrarme para no tener que ver a nadie. Tampoco quise entrar a redes sociales, solo imaginaba las cosas con las que me iba a encontrar y no estaba de humor para lidiar con ello.
Miguel y Julia llegaron a primera hora de la mañana, solo que yo ya no estaba porque debía trabajar. Pensé que eso iba a ser de ayuda para distraerme, pero solo podía pensar y tratar de tener una respuesta ante quién me había vendido. No tenía sospechosos, estaba casi segura de que alguno me mandó a investigar para tener "una buena historia". Pero, de ser así, no me quedaba claro por qué yo. Ante mis ojos, no tenía sentido.
—No le des más vueltas al asunto, Roma —dijo Connor, quien estaba dentro de mi tráiler en lo que Nick regresaba con café. Desde ayer, los tres hombres se turnaban para no dejarme sola. Creo que les asustaba pensar lo que podría llegar a hacer en plena soledad.
—¿Cómo no? —cuestioné mirándolo— Mi carrera está en juego por culpa de mi maldita y estúpida genética.
—Han pasado horas y nadie te ha conectado con el...
—Femicidio de mi mamá —terminé la frase por él ya que no estaba seguro de decirlo—. Es cuestión de tiempo, alguien atará los cabos sueltos y sabrán todo.
—¿El orfanato en el que estabas sigue funcionando? —asentí. Connor apretó los labios en una fina línea y se quedó en silencio por un largo tiempo.
Él estaba pensando exactamente lo mismo que yo. Si llegaban a dar con el lugar, buscarían a alguien con quien hablar. Un par de billetes les darían las respuestas más cruciales que necesitaban. Ningún pacto de silencio serviría con dinero sobre la mesa, así funcionaba el negocio.
—Julia y Miguel encontrarán una solución —animó apoyando una mano en mi hombro en señal de apoyo—, ya lo verás.
Cuando Nick llegó, también una de las productoras para avisarme que ya estaba todo listo. Debo admitir que, de todos los últimos meses trabajando en aquél rodaje, jamás me había sentido incómoda hasta ese momento.
No sé si era mi paranoia o si realmente estaba pasando, pero sentía los ojos de todos allí sobre mí. Me sentía juzgada, expuesta, bajo el reflector que no elegí pararme. ¿Lo peor? Ese desinterés fingido que solo causó más disconformidad en mí. Quería salir corriendo, pero el compromiso por seguir me podía más.
Afortunadamente tenía a Nick, Connor, Shaun y Bonnie; ayudaron a que no todo se sintiera como un desastre. Aún así, quería hablar con Andrew, pero raramente no atendía mis llamadas. En cada descanso que tenía le marcaba, pero siempre terminaba en el buzón de voz. Era extraño, nunca había ocurrido antes.
—¿Sin suerte? —preguntó Shaun.
—Estoy empezando a preocuparme.
—Déjame intentarlo —dijo. El de cabello azabache le marcó y puso en altavoz, sonó hasta que finalmente lo mandó al buzón de voz—. Tal vez está en una audición.
—Me lo hubiese dicho —contradije.
Interiormente sabía que algo no andaba bien, aunque también estaba muy paranoica y nerviosa. Traté de ignorar aquél sentimiento y seguir con mi trabajo. Funcionó, por un rato, hasta que la jornada terminó.
—¿Quieres que te acompañe? —Shaun cuestionó mientras caminábamos hacia mi auto, Nick y Connor iban más delante de nosotros.
—No hace falta —respondí sonriéndole forzadamente—. Te llamaré cuando veamos qué hacer.
—Okay, te quiero —dijo besando mi frente. Connor y él se desviaron, así que yo seguí hasta mi vehículo.
Nick condujo, y el camino fue en absoluto silencio. Incluso me animé a entrar en Instagram, lo cual fue un grave error. En la parte de etiquetados, me saltó un hilo que habían hecho en Twitter primero y en él me conectaban con el femicidio de Roxy, la mujer que me dio la vida.
—¿Podes ir más rápido? —pregunté leyendo el post.
—¿Por? ¿Qué pasó?
—¡Tengo que arreglar esto antes de que sea peor! —exclamé.
Para ser honesta, mientras leía la publicación imaginaba la cara llena de felicidad por parte de Julián, su risa sarcástica y diciendo "pensaste que te desharías de mí" una y otra vez; lo cual me enfureció más. Estaba tan cegada por el enojo, la ansiedad y el miedo que ni siquiera presté atención a aquellos comentarios en los que decían que, de ser así, entendían porqué decidí cambiar mi nombre, o esos en los que me llamaban sobreviviente. En su lugar, grabados en mi mente quedaron en los que se leía el odio; también los "graciosos" con comentarios tales como su novio debería cuidarse o que nadie la haga enojar porque los mata.
Créanme, si existiera un botón para reiniciar mi vida, ese día lo hubiese apretado. Deseaba con tantas fuerzas volver a ser nadie para luchar contra mi propia mierda yo sola y no estar parada bajo los reflectores con millones de personas apuntándome con esa necesidad de juzgar la vida de otros antes de la suya. En simples palabras, odiaba vivir.
En cuanto llegamos, bajé del auto y básicamente entré corriendo al edificio, dejando a Nick atrás. La dirección en la que me hospedaba parecía ser lo único no revelado que tenía hasta el momento y prefería mantenerlo así.
Salí del elevador y caminé a paso veloz a mi departamento. Al entrar me encontré con Julia y Miguel, cada uno caminaba por la sala mientras sujetaban el celular contra sus oídos. El español mantenía un semblante sereno y trataba a la persona del otro lado con cierta amabilidad; Julia, por el contrario, estaba enojada y se notaba.
—¿Peligrosa? —cuestionó soltando una risa— ¡El único peligro es usted, imbécil!
Los presentes en la sala nos la quedamos mirando sorprendidos por la actitud que había tomado, creo que era la primera vez en la que fuimos testigos de su impaciencia.
—Hombres —soltó tras colgar agresivamente. Levantó la mirada, al verme se acercó para darme un fuerte abrazo.
—¿Ya lo viste? —pregunté refiriéndome al post.
—Mucho antes de que me lo mandaras —contestó separándose de mí—. No es el único.
—¿Qué hacemos?
—A estas alturas solo tenemos dos opciones —comentó Miguel uniéndose a la conversación al terminar la llamada—. Las dos involucran publicar un comunicado en tu cuenta de Instagram.
—Tú tienes que decirnos qué hacer con respecto a... lo otro —continuó Julia—. Puedes confirmar que eres la niña del caso, afirmar que no tienes contacto alguno con esa persona, o mentir; decir que no tienes idea de quienes son tus padres biológicos.
—La segunda opción te jugaría en contra —agregó Miguel—. En caso de que quieras, un día, denunciar a Caleb.
Lo que menos me importaba en ese momento era él. Es más, probablemente estaba festejando en algún bar el gran escándalo en el que había quedado atrapada.
—Pero no me considerarían un peligro —acoté tomando mi decisión. Miré a Julia—. Empecemos a redactar.
A las nueve de la noche en punto, publiqué en mi cuenta un comunicado que me concedió algo de calma, pero a su vez le daría la razón a Miguel en un futuro muy cercano. Este decía:

Las dos caras de Roma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora