𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 28

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Las cosas que había experimentado durante ese último año fueron, en su mayoría, positivas. En ese momento no me puse a pensar que en realidad parecía estar tapando lo malo con esos buenos cambios, era como ocultar la suciedad bajo la alfombra y no lo sabía, o no quería aceptarlo. Ese es el problema de no saber cómo lidiar con tanto trauma, llega un momento en el que ellos empiezan a consumirte; si lo ignoras, pueden llegar a matarte.
—¿Ya tenemos todo? —pregunté antes de arrancar el vehículo.
—Sí —contestó Spencer acomodándose en el asiento—. Vamos a casa antes de que me congele.
Mi hermana y yo habíamos ido al centro para comprar algunas cosas que faltaban para la cena de Año Nuevo, como bebidas extra y dulces -para mí.
Hacía bastante frío y nevaba sin parar, por lo que iba conduciendo más despacio de lo normal y nos tomaba el doble de tiempo llegar a la casa de campo. Afortunadamente, nosotras siempre encontrábamos algo nuevo de qué hablar. Sin embargo, el rumbo que tomó la conversación aquél día no fue del todo agradable.
—Veo que tu relación con Shaun va con seriedad —dijo con un toque de felicidad en su voz—. Me alegra verte con alguien que te respeta.
—Es buena persona.
—¿Le has contado sobre Caleb? —cuestionó y por mi silencio obtuvo la respuesta— ¡Ay, Roma!
No era novedad, para los que sabían, que hablar sobre Caleb me asustaba. Si pensaba en él, me sentía perseguida por su sombra; amenazada por su maldad. ¿Cómo podría contárselo a Shaun? Pánico sentía con tan solo imaginar su cara al saber que le pagaba para que no arruinara mi reputación. Lo cual, en parte, me hacía sentir culpable también. Una villana, incluso cuando sabía que nada de lo ocurrido había sido mi culpa.
—Deberías contárselo.
—No puedo —admití sin poder mirarla a los ojos.
—Sabes que una relación se construye con confianza —continuó—. Si le ocultas cosas, tarde o temprano te perjudicará, lo sabes. Así como también sabes que Shaun es alguien con quien puedes contar, no le tengas miedo.
Lamentablemente, tanto Spencer como yo ignorábamos los secretos que el asiático también ocultaba de mí.
Como seres humanos imperfectos, mentir es una de las acciones que más utilizamos. Incluso aquél que dice ser honesto o que no sabe mentir, alguna vez ocultó en su corazón lo que creyó que debía. ¿Por qué lo hacemos sabiendo que ninguna mentira permanece oculta toda la vida? Probablemente porque no sabemos cómo afrontar la devastadora realidad; y cuando creemos saber cómo, ya es demasiado tarde. El dolor que hemos causado no se puede cambiar.
A pesar de querer ignorar las palabras de Spencer, sabía que tenía razón. No por nada era la voz de la sabiduría en la familia. Aún así, quería esperar un tiempo más antes de contarle algo tan delicado a Shaun. ¿Cuánto? Planeaba que fueran unos nueve meses más, tal vez un año. Aunque poco sabía que la vida me arruinaría los planes esa misma noche.
Cuando llegamos a casa, Almmy fue la primera que nos recibió apenas abrimos la puerta. Dejé a Spencer atrás ya que caminé hacia la cocina para depositar las bolsas de la compre sobre la mesada. Lyla ingresó a la cocina segundos después.
—Tardaron bastante —opinó acercándose para ayudarme a guardar lo comprado.
—Está nevando demasiado —expliqué casi saltando en el lugar para entrar en calor—, y hace mucho frío.
Lyla rio mirándome.
—Ve a darte una ducha —ordenó—. Yo termino aquí.
No me quedé ni un minuto más. Salí de la cocina y corrí escaleras arriba hacia mi habitación pensando en llenar mi tina con agua caliente y relajarme. Pero cuando entré al cuarto, me encontré a Shaun en la cama, bajo las frazadas, con el teléfono en mano.
—Hola, amor —saludó sonriente mirándome.
—¡Muévete! —exclamé sacándome las zapatillas y campera para luego apartar las frazadas y meterme en la cama. Shaun rio abrazándome para acercarme a su cuerpo. Sentir su calor más el aroma de su perfume era un combo excelente. Minutos solo bastaron para que el frío pasara.
—¿Qué veías? —pregunté.
—Tik tok —confesó mientras dejaba el celular sobre la mesita de noche—. ¿Vemos una película?
—Una navidad de locos —pedí y Shaun accedió. Prendió la televisión y buscó el film elegido para la tarde. Por más que se tratase de una de mis películas favoritas, me dormí casi a la mitad igual que Shaun.
Era normal dormirse, pero ese día me perjudicó. La siesta repentina hizo que nos levantáramos sobre la hora para cenar. Shaun y yo básicamente nos arreglamos tan rápido como pudimos. Además, por el apuro, había olvidado poner a cargar mi celular y no tenía batería. Tampoco era como que lo iba a utilizar teniendo a la familia presente.
Lyla había pedido que todos eligiéramos un outfit blanco. Así que opté por un enterizo de mangas largas y unas botas de media caña con tacón. Shaun, por otro lado, eligió un pantalón de vestir y un sweater blanco, pero sus zapatos eran marrones para hacer un contraste.
Al bajar nos dimos cuenta de que no éramos los últimos, por lo que respiramos aliviados. Aún faltaban Spencer y mamá.
—Se ven como muñequitos de torta —bromeó papá ya con una copa en la mano. El timbre sonó, por lo que dejé a los hombres y me acerqué a la puerta para abrirla. Andrew sonrió al verme.
—¡Tía! —gritó Kendall abrazándome. Respondí besando su cabeza.
—¿Llegamos tarde? —preguntó el inglés.
—No, no —contesté—. Pasen.
La familia Michaels entró a la cálida casa y se sacaron sus abrigos. La menor extendió los brazos para que la alzara, lo cual hice, y Andrew besó mi mejilla.
—Te llamé pero no contestaste.
—Se me apagó el celular —le conté—, y la verdad ni me molesté en ponerlo a cargar.
Andrew rio negando con la cabeza, él sabía cuan fácil me resultaba desaparecerme y no contestar por días si así quería.
Nos unimos a Shaun y Edward, quienes ya escuchaban a Kendall con diversión. Vaya uno a saber qué historia ya les estaba contando.
—Almmy —señaló la menor a la perrita que se acercó al reconocer a los recién llegados. Bajé a Astrid y ésta se acercó a la canina para abrazarla con sus cortos bracitos.
—¿No les dan ganas de tener una? —preguntó Andrew al ver como Shaun y yo nos quedamos viendo la escena.
—¡No! —casi gritamos al unísono.
—Adiós a mis esperanzas —suspiró Edward bajando la mirada.
Lyla y Spencer finalmente bajaron para unirse a la espera de medianoche. Desafortunadamente nos faltaba Frank ya que le tocaba hacer guardia en el hospital, pero esperábamos verlo al día siguiente.
Andrew y yo nos encargamos de poner la mesa mientras que Edward entretenía a las niñas, mamá sacaba las fuentes con comida y Spencer y Shaun las traían para ponerla sobre la mesa. Esa noche el menú eran canelones de verdura con salsa roja. La mitad tenía queso arriba, la otra no porque eran para Spence.
Nos acomodamos en nuestros lugares una vez que todo estaba servido y acomodado. Yo estaba entre Kendall y Shaun.
—¿Alguna tradición de Año Nuevo que deba saber? —preguntó en mi oído.
—Mmm —pensé—... Para la comida no. Solo que luego escribiremos nuestro deseo para el próximo año y lo quemaremos en la chimenea a medianoche.
—Bonito.
Lo que no sabía era que, mientras disfrutaba de la deliciosa comida en familia, Julia y Miguel trataban de comunicarse conmigo a toda costa. La pareja conducía por las calles oscuras rogando que agarrara mi celular antes de que fuera demasiado tarde.
—Lavemos los platos mañana —dijo mi mamá al ver que agarraba la esponja—. Disfrutemos la noche.
Sonreí dejando el elemento de limpieza en su lugar y seguí a la mujer. Volvimos a la sala donde todos se encontraban sentados en el sofá o sillones, excepto las niñas que estaban en el piso con hojas y colores sobre la mesita ratona.
—¡Escribamos nuestros deseos! —recordó Spencer. Kendall le extendió una hoja blanca a mi hermana, la cual rompió en varios pedazos para repartirle uno a cada uno. Tomé uno de los tantos lápices que había en la mesa y me dispuse a escribir mi deseo. Un sobrino o sobrina saludable, anoté y doblé el papelito.
—¿Cuál es tu deseo, linda? —escuché que Andrew le preguntó a Astrid para escribirlo por ella.
—Que mamá vuelva —respondió sin dejar de dibujar.
Todos en la sala se quedaron sin palabras, incluso Kendall que abrazó a su papá sabiendo lo difícil que ese deseo se cumpliera. A pesar del dolor, Andrew anotó lo que su hija dijo.
Le sonreí a mi mejor amigo cuando su mirada se conectó con la mía. Realmente esperaba que la vida le volviera a sonreír a los Michaels.
—Ya casi son las doce —dijo papá para cambiar la atmósfera. Shaun pasó un brazo por mi cintura para acercarme más a él. Apoyó mi cabeza en su hombro mirando el reloj colgado en la pared.
—10 —empezó Edward la cuenta regresiva—... 9... 8... 7... 6.
Andrew se levantó del sofá con el ceño fruncido cuando su celular sonó y se apartó de nosotros. Lo seguí observando extrañada.
—5 —continuamos todos—... 4... 3... 2... ¡1!
—¡Feliz año nuevo! —gritó Kendall tirando un montón de papelitos al aire. La niña primero abrazó a su hermanita menor.
—Feliz año nuevo, preciosa —dijo Shaun.
—Feliz año nuevo, guapo —sonreí para después unir nuestros labios. Nos separamos para abrazar a los demás y luego tirar nuestros deseos en el fuego de la chimenea.
—¡Voy por el postre! —anunció mamá.
Escuché el timbre sonar, pero no le presté mucha atención ya que estaba escuchando la conversación que mantenían papá y Shaun. Con el paso de los días se habían unido más, me gustaba verlos juntos y llevándose bien. No despegué los ojos de ellos hasta que sentí que me apartaban tironeando de mi brazo.
—¿Qué pasa? —le cuestioné a Andrew. Se podía ver el pánico en sus ojos.
—Era Julia —contó pausadamente—. Julia y Miguel están viniendo para acá.
Miraba a Andrew sin entender exactamente qué ocurría, pero por su cara sospechaba que no era nada bueno. Segundos solo tardé en comprender todo tras la fuerte voz de mi mamá.
—¿Puedo ayudarlo en algo? —cuestionó al que se había aparecido en la puerta.
—Estoy buscando a Roma —respondió—, soy un amigo. Me llamo Caleb, un gusto.
Con la primera frase reconocí su voz. Sentí como la sangre se me congeló, y busqué a Spencer con la mirada. Ella también había perdido el color en el rostro. Nada bueno iba a ocurrir, era obvio.
—Roma, te busca un joven —avisó Lyla—. Dice ser un amigo.
Lentamente me giré para dar la cara, y allí se encontraba. Parado junto a mi mamá vistiendo de negro, con una gorra de tela roja y sonriendo de esa manera tan fanfarrona que lo caracterizaba.
—Hola, mi Romita querida—dijo ladeando la cabeza—. Espero haberte sorprendido.

 Espero haberte sorprendido

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Parte 1 de 2 ♥

Las dos caras de Roma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora