Despertar feliz era una cosa que no había sentido hace mucho tiempo, creía que mi vida por fin estaba tomando un rumbo más positivo, que nada podría cambiar aquél sentimiento que crecía en mí. Salí de la cama mientras leía los mensajes que tenía de Shaun. En ellos me proponía salir a cenar en la noche, lo cual acepté encantada.
Por dentro me pregunté si podía confiar tanto así en él, después de todo había tenido malas experiencias que me llevaron a desconfiar hasta de mi propia sombra. Sin embargo, algo me decía que podía, que sus intenciones eran buenas.
Salí de mi cuarto luego de un baño para proponerle a Nick ir por el desayuno. Aunque una sorpresa me llevé cuando encontré a Miguel sentado en mi sala en vez de Parker. Si bien le sonreí al verlo, la misma se fue desvaneciendo cuando noté la extrema seriedad en el suyo.
—¿Dónde está Nick? —pregunté.
—Haciendo mandados innecesarios para mantenerlo fuera un buen rato —contestó parándose del sofá.
—Y supongo que la razón por la que hiciste eso es la misma por la que estás aquí —asumí a lo que él asintió deteniéndose frente a mí—. ¿Me dirás o tengo que adivinar?
—Cuando me digas hace cuánto sales con Shaun.
No pude ocultar la sorpresa en mi rostro. Ni siquiera sabía si salir era un término correcto, hacía solo unas horas que habíamos tenido un momento completamente diferente a lo que era en el set.
—¿Cómo..? ¿De dónde sacaste eso?
—De mí —dijo una voz masculina a mis espaldas. Su voz era imposible de no reconocer, y mientras me volteaba para enfrentarlo cara a cara debía controlar mis impulsos de golpearlo—. Hola, mi Roma.
—¿Qué hace él aquí? —le pregunté directamente a Miguel, quien ni siquiera pudo responder ya que Caleb se acercó a mí y extendió el sobre de papel madera que tenía en su mano derecha.
—Solo haciendo una entrega.
Agarré ese sobre y lo abrí. En cuanto vi lo que tenía dentro, tragué saliva pasando las fotos rápidamente. En todas estábamos Shaun y yo, desde el momento que cenábamos hasta el que tuvimos en el auto.
No quería que se notara, pero todo mi cuerpo temblaba de enojo e impotencia. Nuevamente mi privacidad había sido violada, pero esa vez no fue solo la mía.
—Maldito infeliz —dije mirándolo—. ¡¿Qué mierda te pasa?! ¡¿Acaso no tienes suficiente?!
—No —respondió tranquilo—. Y quiero el doble este mes, solo así evitarás que venda estas... candentes fotos a cualquiera que me pague bien.
—Caleb —intentó hablar Miguel para negociar, pero el otro lo interrumpió.
—¿Tu novio ya no tiene suficientes problemas por el escándalo de hace unos meses? —cuestionó mirándome a los ojos— ¿Quieres ser tú quien provoque otro aún peor? ¡Roma, vamos! Te conozco mejor que a nadie. Sé que prefieres caer tú en lugar de las personas que amas. Y eso te hace tan... patética.
La sala se llenó de silencio, el único que parecía contento y sonriente como ganador era Caleb. Aunque odiara admitirlo, tenía razón. Él me conocía, sabía que no lo permitiría aunque eso significara mi propia decadencia. Miguel también lo sabía, por eso no volvió a insistirme con que lo denunciara. Aquello volvería todo público, mi familia y amigos quedarían en medio de todo el lío. Me negaba a que ellos atravesaran eso por mi culpa.
—Tendrás el depósito en tu cuenta la próxima semana —aseguré haciéndolo sonreír aún más.
—Muchas gracias por tu amabilidad, Roma —dijo dándose la vuelta para caminar hacia la puerta—. ¡Adiós, Miguel!
El infeliz dejó mi departamento. Su presencia no había hecho nada más que arruinar todo lo que había creído al despertar. En su lugar, había plantado dudas e incertidumbres. Me hizo creer que la felicidad nunca estaría a mi alcance.
—Ven, siéntate —dijo el español agarrando mi brazo con delicadeza para sentarme en el sofá—. Estás temblando.
Miguel agarró una manta que tenía colgada en el respaldo del mismo y la colocó alrededor mío. Como si de un padre se tratara, tocó mi frente para chequear mi temperatura. Su cara de preocupación delató que sí tenía.
—Estás ardiendo, Roma —contó tratando de ocultar la preocupación en su voz—. Te llevaré a la cama y llamaré a Nick para que te compre algo en la farmacia.
El de lentes negros me llevó hasta mi cuarto, me acostó y arropó como si fuera una niña. Lágrimas silenciosas salían de mis ojos que él decidió ignorar por el momento. Estaba concentrado en hacer lo posible para bajarme la fiebre. Se alejó e ingresó al baño para llamar a Nick, regresó con una toalla de mano húmeda que colocó en mi frente.
—No llores —pidió en voz baja acariciando mis mejillas para borrar el rastro del agua salada procedente de mis ojos—. No le des el gusto, no merece tus lágrimas.
—No es justo.
—Lo sé, pequeña —dijo acariciando mi cabello—, lo sé.
La cosa sobre los "obstáculos de la vida" es que a veces no tenemos ni idea de cómo enfrentarlos. Algunas veces nuestro cerebro se nubla, borrando todo conocimiento sobre todo lo que una vez creíamos saber; en otras ocasiones, tenemos tanta información y opciones que nos mareamos, y empezamos a creer que cualquier decisión que tomemos para enfrentar el problema solo nos cause aún más.
Por no querer atravesar ninguna de las dos opciones y sus variantes, optamos por las opciones más sencillas: huir o ignorar. Generalmente se opta por la primera, porque es más fácil huir que hacerle frente al problema.
Yo siempre me sentía en medio de una encrucijada. Quería huir, pero si lo hacía sabía que otros pagarían por mi cobardía. Entonces trataba de dar mi mejor cara frente al problema para recibir los disparos yo y no otros. Sin embargo, desconocía que aún así algunos a mi alrededor estaba saliendo lastimada.
—¿Mejor? —preguntó al notar que me sentaba en la cama.
Asentí dejando el vaso de agua sobre la mesita de luz. Había pasado un rato ya, Nick llegó con unos medicamentos, y preocupado empezó a indagar qué me ocurría porque no era el tipo de persona que se enfermaba de la nada. Miguel sabía que la verdad no era una opción porque no le correspondía, así que solo dijo que me levanté así ya que salí en pijama la noche anterior. El de cabello negro lo creyó por completo, o al menos eso creíamos.
Nick abandonó mi cuarto diciendo que me prepararía un buen desayuno, por lo que ya estábamos solos nuevamente.
—Físicamente sí —respondí.
—Roma, lo que Caleb está haciendo —susurró negando con la cabeza—. Es demasiado, Roma. Demasiado. Y no hablo del dinero que pide, sino de lo que te está haciendo. ¡Intenta arruinar tu vida!
—¡Y va a arruinarla más si tomo acciones legales! —contraataqué en el mismo tono que él, no queríamos que Nick nos escuchara— ¡La prensa no solo me comerá viva a mí, también a toda mi familia! ¡Y ahora también Shaun!
—¿Entonces planeas mentirle toda la relación? —cuestionó dejándome sin habla.
—Ni siquiera sé si estamos en una relación —admití bajando la mirada—. No lo hablamos.
—Para mí vosotros dos sois más que amigos —dijo en español, lo hacía cada vez que me hablaba con seriedad—, y hacéis una bonita pareja.
—Siento que soy un problema para él. Debería decirle que sigamos como amigos.
—No, mereces ser feliz, Roma —afirmó agarrando mi rostro entre sus manos—. El único problema es Caleb, y ya encontramos una forma de ponerle fin para que estés en paz.
A pesar de la buena voluntad por parte de Miguel, la culpa me invadía de pies a cabeza. Fui yo quien confió en Caleb, quien ciegamente le contó sobre sus miedos y sueños. Él sabía hasta mis más oscuros y vergonzosos secretos, me conocía en cuerpo y alma. Me asustaba pensar en todo el conocimiento que tenía sobre mí, fácilmente podía destruir mi carrera entera con una simple llamada. Lo mejor que podía hacer era mantener su boca cerrada con el dinero que me pedía, y tratar de mantener una vida normal en el proceso.
—Te veré en una semana para la entrevista en The Kelly Clarkson Show —dijo mientras caminábamos hacia la puerta.
—Sí, Julia ya me dijo —le confirmé abriéndole la puerta—. Adoro a Kelly, solo espero que no me haga cantar otra vez.
—Me encargaré de que no —bromeó saliendo. Me abrazó con fuerza para luego susurrar en mi oído—. No dejes que te detenga la vida.
Miguel se fue para no perder su vuelo de regreso a L.A. Cuando me volteé, Nick me miraba cruzado de brazos.
—Con que saliste en pijama, ¿no? —repitió la excusa que el español le había dado.
—Nunca más —reí con intenciones de regresar a mi cuarto.
—Es raro —dijo haciendo que me detenga—. La vez que nosotros salimos en pijama cuando estábamos en pleno invierno no pescaste ni un resfriado.
—Suerte, supongo.
Nick rio agarrando su campera que colgaba en el perchero.
—Mira, no sé qué es por lo que estás atravesando, y tampoco puedo entender porqué no confías en mí para ser tu soporte —confesó mientras se colocaba la chaqueta y agarra su juego de llaves—; pero, por favor, habla con alguien. Si no es conmigo, al menos con Andrew o Spencer. No te quedes callada. Voy a salir, volveré más tarde.
No respondí nada, solo lo vi irse. Suspiré yendo a la cocina para servirme una copa de vino. No eran ni las dos de la tarde, tampoco había almorzado, pero el alcohol me servía para bajar el nivel de ansiedad, o al menos dormirlo por un rato.
Las horas de mi día libre las pasé frente al televisión, comiendo frituras y bebiendo de a poco. Mi intensión no era emborracharme, no me gustaba. Así que iba con calma.
Me vi obligada a levantarme cuando sonó el teléfono conectado con la administración. Atendí y una mujer me informó que Shaun estaba en el lobby. Le dije que lo dejara pasar y abrí la puerta para que él entrara.
Minutos más tarde, escuché la puerta cerrarse y los pasos acercándose a la sala donde estaba.
—Nick me dijo que estabas enferma —dijo pasando su mirada hacia la botella—, y con medicamentos.
—Exageró —le dije sonriendo para calmarlo—, fue solo un poco de fiebre.
—También me contó que Miguel estuvo aquí —comentó sentándose junto a mí—. ¿Pasó algo?
—Vino para indagar sobre lo que sea que nosotros tenemos —mentí a medias. Aunque no lo dijese, Miguel era un chusma de naturaleza y quería saber sobre cómo terminamos juntos, sobre todo bajo las circunstancias en la que nos conocimos.
—No le molesta, ¿verdad?
—No —respondí volteando a verlo—. Aunque no sabía qué decirle exactamente.
—¿A qué te refieres? —preguntó apoyando un brazo en el respaldo del sofá. Me encogí de hombros.
—Ambos tenemos una vida pública, y hemos pasado por mucho —empecé a decir—. ¿Cómo puedo estar segura de que no me estás utilizando para olvidar lo que pasó con Constance?
Shaun desvió la mirada unos segundos, pensativo. Parecía que se había encerrado en su propio mundo, teniendo una conversación consigo mismo. Al final suspiro, regresó los ojos a mí y ladeó la cabeza con una sonrisa.
—Contigo tengo una conexión —confesó—. Por más cliché que suene, es así. Y realmente quiero intentarlo contigo, solo si tú quieres porque tampoco pienso obligarte a nada.
—Sí, quiero —yo admití—. Pero debes saber que mi vida es un caos.
Shaun acomodó un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—¿Quién dijo que la mía no lo es?
Los retos y dificultades que enfrentamos nunca son fáciles, incluso a veces nos hacen pensar que pelear contra ellos es prácticamente imposible. Nos asustamos, entramos en pánico, optamos por el camino más fácil con tal evitar más problemas. No hay acto alguno que no conlleve una consecuencia, y a veces esas mismas originan otros. Es un círculo vicioso de caos, temores e inseguridades. Sin embargo, detrás de todo eso, aún queda un poco de luz y fortaleza a la que aferrarse para luchar. Aunque, en orden para llegar a eso, debes conocer a la perfección quién eres y cuán fuerte puedes ser; cosas que yo no tenía en claro, y por eso mi colina arriba terminó siendo mi propia desgracia.Holaa! Lamento no haberme aparecido el viernes, tuve un trabajo final que entregar y me llevó más tiempo terminarlo de lo que pensé :')
Pero bueno, acá está y espero que les haya gustado! Primera vez que vemos a Caleb, wow! ¿Ya lo odian? AJAJA
PREGUNTAAA:
¿Qué harían en el lugar de Roma?
Se acercan capítulos de ternura, drama y una Edward va a volver para conocer al novio de su retoño OMGGGGG. Esperen ese cap ♥
Hasta el viernes!
-Melany
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Las dos caras de Roma.
Художественная прозаUna actriz carismática se encuentra en una encrucijada consigo misma cuando sus demonios del pasado intentan apoderarse de su salud mental. La línea entre lo racional e irracional se vuelve delgada, y Roma parece haber perdido el rumbo. ¿Cómo podrá...