Al llegar al punto de encuentro, Ulises ya estaba allí esperándome. Siempre nos encontrábamos en el mismo sitio frente a la estación, junto a una máquina expendedora de gaseosas, de esa forma no corríamos el riesgo de desencontrarnos. Ni él ni yo podíamos darnos ese lujo, nuestros tiempos eran acotados, mi día libre debía coincidir con uno en el que no hubiera mucho trabajo en la inmobiliaria para que pudiera salir temprano. A veces, cuando yo lo llamaba, organizábamos para vernos dos o tres semanas después porque uno estaba ocupado en la fecha que proponía el otro. Para ese encuentro Ulises tenía cierta urgencia, no lo dijo ni lo demostró en su voz, pero aceptó verme de inmediato en mi tiempo libre, sin pensar si tenía algo que hacer, sin calcular horas, sin preocuparse por la excusa que usaría en la inmobiliaria. Imaginé que él suponía lo inevitable: que yo estaba al tanto de los avances de sus planes de casamiento. Al menos eso era lo único que se me ocurría porque su casamiento anunciaba el fin de nuestra relación. Así lo habíamos acordado alguna vez, así lo sentía y presentía en ese día. Ese final era triste y sabía que para Ulises era igual, no por nosotros, sino por la vida que elegía cargar.
Cuando lo vi desde el otro lado de la calle, sentí una gran opresión en el pecho anticipando lo que sería dicho en ese encuentro. Crucé intentando disimular mi repentino malestar y sonreí como si no sospechara nada, él me devolvió la sonrisa.
—Hoy nos tocó un lindo día —anunció con buen humor.
Miré a nuestro alrededor, aún era temprano y no había mucha gente transitando.
—¿Caminamos un poco?
La idea le robó otra sonrisa.
Nos dirigimos hacia una calle sin comercios, deshabitada, para pasear sin preocuparnos por las personas.
—¿Cómo fueron los exámenes?
—Muy bien. Fueron bastante fáciles —presumí.
Su risa, en lugar de alegrarme, me generó una sensación de nostalgia.
—Es que estás hecho para eso.
Cada vez estaba menos seguro de que fuera así pero no quise hablar de algo complicado cuando el tema de su casamiento estaba tan cerca de aparecer.
Ulises señaló una casa enorme, una construcción antigua que mantenía un aspecto lujoso.
—Esa la vendimos nosotros.
Miré pensando en la inmobiliaria, un sitio en el que pasaba la mayor parte de su tiempo, junto con su familia que manejaba ese negocio desde dos generaciones atrás. Su único momento para ser él mismo era en la soledad de su departamento y con el casamiento perdería eso poco que tenía. Tendría que fingir ser lo que no era, sentir lo que no sentía, todo el día, todos los días, toda su vida.
Caminamos varias manzanas más antes de ir a su casa. Allí una especie de seriedad cayó sobre nosotros.
—¿Quieres un café?
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La sombra sobre las flores
General FictionJerónimo descubre de pequeño que vive en un mundo donde hay cosas que no tiene permitido hacer por haber nacido hombre. Aprende rápido que debe disimular y fingir lo que siente para no defraudar a quienes quiere. En su adolescencia confirma que no e...