Capítulo 25

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Entre tantos cambios de turno a causa de las festividades no fue complicado que Valentín y yo compartiéramos la primera jornada después de Navidad

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Entre tantos cambios de turno a causa de las festividades no fue complicado que Valentín y yo compartiéramos la primera jornada después de Navidad.

Terriblemente ansioso, esperé frente a la puerta del videoclub a su llegada y, siendo un día de semana, nadie me acompañaba en la vereda, lo que haría más íntimo y personal el encuentro. Llevaba conmigo el collar que quería regalarle y mi mente solo daba vueltas sobre el momento en que se lo daría, imaginando gestos, expresiones y palabras, con el anhelo de ver reflejado en ellos algún sentimiento que no se permitía admitir.

Con la vista clavada en la dirección por la que solía llegar, observé cómo se acercaba. Sus ojos, a la vez, al encontrarme allí a su espera, no se despegaron de mí. Pero Valentín no era un exaltado como yo, era discreto y cauteloso, por eso esa atención que me dedicó mientras llegaba al videoclub, que en otros no significaría nada, demostraba que también guardaba cierta anticipación por nuestra reunión.

—Buenos días —saludé con una alegría incontrolable.

—No pongas esa cara —pidió fingiendo irritación, en un juego que demostraba su buen humor.

Su falso reto lo único que hacía era consentir, aceptar y compartir mi entusiasmo. Era su manera de decir, sin decir, que también estaba contento de verme.

Al entrar, Valentín repasó con la mirada el local sospechando lo obvio y caímos en la realidad que nos esperaba.

—Ah, no limpiamos ni ordenamos —aclaré recordando el apuro por irnos con Simón.

Mis ganas de holgazanear a su lado debieron esperar. El buzón estaba lleno de películas que me dediqué a dar ingreso y mi compañero sacó la basura pendiente antes de ponerse a acomodar las cajas en las estanterías. La charla también tuvo que suspenderse porque Walter apareció en la puerta. Sin reparar en el desorden, dio un par de vueltas hasta llegar al mostrador para llevarse la recaudación de los días anteriores. Me aparté para que contara el dinero, pendiente de la inminente queja por las tareas sin hacer. Levantó la vista para contemplar el desabastecimiento de snacks y el extenso laberinto de cintas que delataban el abandono en la jornada previa a Navidad.

—Fin de Año será igual de atareado —murmuró.

Dio otra vuelta fingiendo una intención que no existía y no hacer su visita tan obscenamente breve. Aunque tenía mucho para criticar pasó por entre los estantes desinteresado. Cuando Walter se fue, Valentín se acercó esquivando las cintas de memoria.

—Vino a controlar que abriéramos en horario. El año pasado hubo problemas con eso.

En su locura, Walter tenía algo de racional, no criticó la dejadez que mostraba el local entendiendo que tuvimos un día complicado. Y a pesar de que le gustaba intimidar mostrándose descontento, optó por no molestar.

Seguimos ordenando, poniendo las películas en su lugar, acomodando cajas, limpiando los vidrios, la alfombra, reponiendo snacks, controlando el inventario de bolsas. Muy pocas personas entraron al videoclub y Valentín escuchaba la historia de mi hermana y su vestido con atención sin dejar de trabajar.

La sombra sobre las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora