Capítulo 52

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Llamé a Valentín a su casa antes de entrar a trabajar pero no pude contactarlo, imaginé que aún se encontraba en el hospital

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Llamé a Valentín a su casa antes de entrar a trabajar pero no pude contactarlo, imaginé que aún se encontraba en el hospital. Era posible que ese día su padre recibiera el alta pero no sabía mucho más al respecto. Tampoco sabía qué sentir sobre ese asunto. A veces, cuando intentaba entender la situación, pensaba que si mi mamá enfermara, a pesar del rechazo que me mostraba, yo estaría a su lado cuidándola.

Nuestros padres podrían no querernos pero nosotros no podíamos dejar de quererlos a ellos.

Incluso con mi enojo y decepción, no podía dejar de quererla. Ni podía dejar de desear que ella me quisiera.

No podía menos que imaginar a Valentín sintiendo algo parecido.

***

En el videoclub me encontré con una extraña sorpresa. Luego de que Nadia y Rafael se retiraran en un sospechoso silencio, Simón, molesto por algún motivo, me habló de mala gana.

—Cambiaron los turnos y días de descanso.

Apenas terminó de decir eso, salió del sector de cajas para acomodar películas en los estantes, acción que me pareció innecesaria, hecha para huir de mi compañía. Miré el calendario pegado en una de las puertas del mueble, escondido de la vista del público, y, tal como él había dicho, hubo cambios. Se modificaron turnos y descansos con un fin que resaltaba con facilidad: Valentín y yo compartiríamos todos nuestros turnos, siendo solo necesario trabajar con otro compañero cuando uno de los dos tuviera descanso. O, en el idioma que se hablaba en el local, nuestros compañeros se verían obligados a trabajar con nosotros solo cuando uno de los dos tuviera descanso.

Me apoyé contra la pared y seguí contemplando el calendario. Era bueno poder estar junto a Valentín más tiempo pero que nuestros compañeros decidieran dar ese paso me preocupaba mucho. ¿Cuál sería la diferencia entre los locos del día anterior y ellos?

Entraron clientes y Simón dio vueltas indeciso dentro del local hasta que optó por volver al sector de cajas. Yo estaba cabizbajo, pensativo, pero no me distraje y atendí a quienes se acercaban con películas en la mano. Comencé a temer que si me descuidaba y hacía las cosas mal, ellos podrían ponerse de acuerdo y quejarse con Walter de mí. Después de un rato, en una de mis tantas contemplaciones al calendario donde creaba miles de escenarios paranoicos, Simón rompió el silencio.

—¿Nunca te quejas?

Me miró esperando, presionando, por una respuesta. Había un tono de reclamo en su voz y una sombra de culpa en sus ojos.

—La verdad es que no me gusta llamar la atención —hablé con recelo— y la queja siempre llama la atención.

Observó el calendario.

—Pero tu amistad con Valentín llama mucho la atención. Es decir, él llama la atención de cualquier persona.

Me alarmé ante la mención del nombre de Valentín. También sentí algo violento en su comentario, una especie de ataque y reproche.

La sombra sobre las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora