Valentín no estuvo contento con la novedad de los cambios de turno que le di durante el desayuno. No dijo nada, solo asintió recibiendo la información, queriendo mostrarse controlado y superior a la situación. Pero pequeños detalles en su expresión me indicaron el nivel de su enojo. Lo observé y cuando digirió la noticia, más las emociones que le ocasionaban, soltó un pequeño suspiro.
—Son tonterías, no hay que darle importancia.
Luego siguió tomando su café con leche como si el tema no mereciera más que esas palabras. Me estiré un poco y tomé su mano.
—No tiene nada de malo decir que te preocupa.
—No me preocupo por idiotas —respondió con seguridad.
Apreté con fuerza su mano y sonreí con cariño. Sabía que se preocupaba y se molestaba, dijera lo que dijera. Valentín me miró por sobre su taza descontento porque cada vez le costaba más engañarme.
***
Antes del trabajo, fuimos juntos al hospital. En el camino no dejé de pensar en las cosas que me había dicho el día anterior ni en lo complicada que parecía ser la relación con su padre. Sentí que todo lo que vivía debía ser mucho más difícil de lo que dejaba entrever y por eso mismo contaba poco. Pero cada vez contaba más, eso no era un detalle menor. No debía defraudarlo ni hacer nada que pudiera poner en riesgo esa confianza.
Cuando bajamos del autobús y avanzamos por los pocos metros que teníamos hasta el hospital, decidí expresarle un sentimiento, allí, entre la gente que caminaba a la par.
—Siempre voy a estar contigo. En las buenas y en las malas. Toda la vida.
Valentín no esperaba una afirmación como esa en un lugar tan concurrido.
—Ya estás a un paso de gritar confesiones en la calle como en las películas —dijo en voz baja, divertido por mi arrebato.
Eso implicaría a mucha gente mirando. Gente a la que no le gustaban las personas como nosotros.
—No suena seguro hacer algo como eso.
Cuando llegamos a internación, Valentín se fue a la ventanilla donde las enfermeras lo saludaron. Mientras ellas buscaban algo relacionado a su padre, volteó a verme. Yo me mantenía alejado para no generarle ninguna incomodidad. Se me quedó mirando, serio, pensando en algo, hasta que una enfermera le habló. Cuando terminó, se acercó a mí.
—No hace falta que estés apartado.
Tardé un momento en entender.
—No quiero molestar.
—No molestas. —Bajó un poco la voz antes de continuar—. Me estás acompañando.
Asentí sorprendido.
Fuimos hasta la habitación donde estaba su padre y me quedé junto a la puerta. Desde allí escuché un suave murmullo del que no distinguía voces ni palabras. Su padre no se caracterizaba por ser discreto al hablar, así que me extrañó. Espié por el borde. Había nuevos pacientes, uno acompañado por un hombre y otro solo, todos atentos a la más reciente visita. Valentín los ignoraba, a ellos y a las miradas de siempre, ocupándose de lo suyo. Observaba a su padre con insistencia, esperando algo, posiblemente la respuesta a alguna pregunta. Por su parte, su padre se mostraba indiferente, como si nadie estuviera a su lado.
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La sombra sobre las flores
General FictionJerónimo descubre de pequeño que vive en un mundo donde hay cosas que no tiene permitido hacer por haber nacido hombre. Aprende rápido que debe disimular y fingir lo que siente para no defraudar a quienes quiere. En su adolescencia confirma que no e...