Capítulo 39

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Cuando llegaron las vacaciones de Valentín fui a visitarlo a su casa

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Cuando llegaron las vacaciones de Valentín fui a visitarlo a su casa. A escondidas, como siempre. No haríamos ningún paseo como en algún momento fantaseamos, no nos expondríamos a las miradas ni nos arriesgaríamos a ser objeto de desprecio. Una decisión lógica pero también triste. Él merecía ir a todos los sitios que quisiera visitar, ver a todos los animales que quisiera conocer y comer en todos los restaurantes que llamaran su atención. Esos pensamientos le daban mayor determinación a mi deseo de darle una vida feliz. No podía cambiar el mundo que nos rodeaba pero podía crear un mundo aparte para él. Al menos quería intentarlo.

Esperé junto a la entrada a que me abriera. Por la calle transitaban algunas personas y yo miraba el suelo cada vez que alguien pasaba por mi lado por si se trataba de algún vecino. Unas pisadas anunciaron la llegada de Valentín que sonrió al entreabrir el portón y me hizo señas para seguirlo. En el camino se dio vuelta a verme varias veces con una actitud alegre. Vestía una camiseta blanca holgada y unos shorts de jeans más cortos de los que se vendían en las tiendas, deshilachados en sus bordes, por lo que supuse que fueron cortados por él. Sus piernas quedaban más expuestas a causa de su osadía, hermosas, libres de las reglas que regían del otro lado del portón y las murallas. El collar con la estrella colgaba segura y orgullosa sobre su ropa. Suspiré maravillado. Ese ingreso furtivo se sentía como una travesura de verano con los grillos y las ranas haciendo sus sonidos a nuestro alrededor. Me llenaba de vida. Él podía llevarme a donde quisiera y yo lo seguiría sin la menor duda.

Después de cruzar la ventana, lo abracé tomándolo por sorpresa.

—Te extrañé. —Olía a shampoo y jabón—. Me gusta tu ropa.

—¿Mi ropa?

Asentí.

—Siempre tan raro —se burló.

Se alejó y acomodó su cabello en un intento de ocultar el efecto del halago.

Cenamos carne con ensalada en el piso de su cuarto mientras la música de la radio ocultaba nuestra existencia. Valentín admitió que el corte del short era de su autoría pero que solo lo usaba dentro de casa porque no podía darse el lujo de llamar la atención fuera. Los hombres no usaban pantalones de jeans tan cortos.

—Traje algo para ti —anuncié cuando terminamos de comer.

Me miró escéptico esperando que siguiera. Tomé mi mochila y saqué del bolsillo dos pequeños frascos. Eran esmaltes.

—El celeste me costó conseguirlo —conté mientras se los enseñaba.

Los tomó con cierto asombro.

—¿Los compraste?

Estiré mi mano hacia él invitándolo a acercarse y así lo hizo. Apoyó su mano en la mía mientras se acomodaba a mi lado.

—Para mí es más fácil, no es raro que compre cosas para mi hermana. ¿Cuál quieres en esta mano?

Miró sus dedos y pensó con cuidado.

La sombra sobre las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora