24.

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El infierno se desató en los ojos del hombre que ya no conocía.

Ajeno a lo que podía ver, los sonidos apenas fueron captados por su oído. El hombre que alguna vez fue su modelo a seguir seguía gritando incoherencias y jalando sus hebras carbonizadas con destellos plateados. Nada importaba ahora.

Su madre lloraba con los brazos alzados hasta sus hombros domando a la bestia. Sólo pudo nombrar a aquel hombre como lo que era. Una bestia. Y él no quería llegar a ser nunca más eso.

Su cuerpo estaba molido por los golpes que había recibido, tragar se sentía como la mierda y respirar era una tarea incluso más difícil.

Pero estaba seguro de que volvería a recibir este y miles de golpes más solo para alejar al monstruo que quería enterrar sus garras en el pálido chico al que había besado.

¿En qué momento ocurrió todo? No estaba seguro.

En un segundo estaba teniendo la mejor tarde de toda su maldita vida y al otro era una pesadilla de terror.

No le habría importado que el hombre grande fuera hacia él y terminara por "reeducarle" como siempre le imponía. Era sometido a sus lineamientos desde que era un bebé y poca importancia tendría que volviera a tomar mano dura con él frente a su madre o alguien ajeno a su propia casa.

No.

Jeon JungWook había puesto sus callosas y mortales manos en el cuerpo de Seokjin.

Había empujado lejos al perturbado pelinegro menor y tomado de las solapas de la ropa al amigo de éste para arrojarle con fuerza al suelo gritando palabras que fueron una bomba a oídos del chico.

Seokjin nunca había visto la verdadera cara de este hombre. La que ahora le gritaba que se largara de su hogar. El hombre que le recibía como a un campeón cada vez que habían salido juntos a jugar luego de una tarde intensa de juego era el mismo que ahora le escupía en el rostro y le gruñía con furia en el rostro la palabra que a Jungkook lo había estado atormentando todo este tiempo.

Desviado.

Pero solo puedes calmar la violencia de una bestia con otra misma. ¿Cierto?

Solo que no pudo.

Jungkook no logró otra cosa más que ser el blanco de la furia intensa de ese hombre dejando libres de ella a su madre y a Jin. Fue consciente de las suplicas temerosas de la mujer que le pedía al joven ajeno a toda la situación que huyera tan lejos como podía y como sollozaba pidiéndole perdón por todo.

En su descuido por comprobar que verdaderamente Jin se hubiera ido de allí, bajo la guardia para el siguiente golpe que lo mando directo a donde estaba. En el suelo sin poder moverse.

Solo el grito de su madre había llegado a colarse en sus oídos y la borrosa visión de su padre mirándole por última vez musitando algo que no comprendió fue lo que basto para hacerle perder la conciencia. Aún si no había comprendido lo que su padre dijo, podía estar seguro de que su mirada le dejaba claro que no quería verlo nunca más.

Y Jungkook no pudo estar más de acuerdo.

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Tan lejano como el oeste; KookjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora