EPÍLOGO.

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En las calles de la ciudad se transita con regularidad y pueden ser distinguidas muchas personas yendo y viniendo sin temor alguno por la zona aun si la noche comienza a entrar con la luz escasa de la luna. Los caballos son arreados en grupo por una misma persona y nadie se convierte en amenaza al querer tomar posesión de ellos; todo esto gracias a que el comisario se encuentre con ellos presente.

Crystalline se había hecho la ciudad que Jin tanto quería para sus hermanos menores desde que tuvo memoria. Y se sentía orgulloso de al fin conseguirlo.

Todo gracias al arduo trabajo de Jungkook y del ahora comisario junior.

Fuera de eso nada había cambiado en realidad, o no había cambiado todo en absoluto como creía.

Dahyun había dejado el pueblo por unos años tras su compromiso con Song Kang para vivir en la residencia ostentosa de Wizerad, la misma que el señor Song había comprado para su hijo hace meses. Les iba muy bien juntos, Jin recibía postales hermosas de las vivencias de su prima en aquella ciudad y mientras tanto él las compartía con Jimin y Yeonjun, quienes habían crecido aún más y le llenaron de satisfacción el corazón viéndoles convertirse en los hombres que deseaban ser.

Miraba con gran alegría a Jimin, que trabajaba en la capital como doctor en el pequeño hospital de High City junto a Dongnim, el doctor residente del lugar. En cada ocasión que tenía la oportunidad de verle volver con su uniforme de trabajo pequeñas lágrimas corrían por sus mejillas y se afirmaba que había hecho lo correcto al no dejar que su hermano menor renunciara a ese apasionado loco sueño suyo.

Se recordaba de darse palmaditas en sus hombros de vez en cuando.

Los años pasaron cobrando la juventud de todos e incluso la de su pequeño Yeonjun, quien ahora era un joven lleno de tanta valentía, fiereza y siendo un temerario extraordinario terminando por ser el pupilo del jefe de sheriff del pueblo. Justo lo que había deseado ser desde pequeño y siendo la sombra a donde quiera que Jungkook iba.

Su madre no había dejado de trabajar junto a la señora Min, pero ahora que sus manos habilidosas habían envejecido el trabajo se había vuelto más como un hobby. Doncellas seguían viniendo a ellas con la excusa de que sus prendas eran de mayor calidad y belleza que muchas de alrededor.

Y no estaban equivocadas. La señora Min era experta a la hora de elegir telas para sus vestidos consiguiendo así el más fino de los linos.

Yoongi y Namjoon siguieron viviendo en el pueblo como sus vecinos y Jin no pudo estar más feliz de tener a alguien con quien compartir no solo una buena charla, sino un té y risas mientras hacían la horticultura.

Incluso se hizo buen amigo de Namjoon, y aunque Jungkook seguía manteniendo cierta distancia del moreno, había logrado que estuvieran juntos en el mismo espacio cerrado. Eso ya era un avance muy grande.

— Se siente casi demasiado bien, como sí...

— ¿Te pasa algo?

Seokjin levantó la mirada de las facturas del banco que llevaba a casa en algunas ocasiones dejando que sus gafas cayeran por el puente de su nariz mientras miraba a Jungkook quitarse el sombrero y dejarle en el perchero a un lado del pasillo.

Jamás se cansaría de la imagen. Le encantaba el sheriff, le gustaba tanto que a veces no sabía cómo ocultar su amor a los curiosos. No tenían por qué hacerlo, sin embargo siempre era un poco demasiado obvio lo mucho que disfrutaba de tener a Jungkook para el solo.

— No en realidad. ¿Has vuelto ya o planeas tomar un refrigerio? ¿Cómo va Junnie?

El moreno sonrió y se sentó con él en el comedor tomándole la mano mirando fijo a sus ojos antes de depositar un suave beso en el dorso de sus manos unidas.

Tan lejano como el oeste; KookjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora