Cualquier otra persona

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Cuando Raúl abrió la puerta, empecé a oír gritos procedentes del pasillo.
-¡¿Dónde está!?-gritaba una y otra vez.
-¿Pero quién es usted?-gritaba Raúl enfadado.
-¡Vengo a buscar a mi hija! ¿Dónde está?-dijo mi padre irrumpiendo en el salón. En ese momento yo estaba con las piernas cruzadas y con la camiseta de Raúl a modo de vestido. En cuanto me vio, me puse de pié y me dieron ganas de gritar y de romper cosas. ¿Qué cojones hace aquí?
-¿¡Qué coño ha pasado aquí!?-dijo mirándome a mí, y después a Raúl intermitentemente. En ese momento me di cuenta de que él solo llevaba puesto el bóxer que yo también llevaba.
-¿Le conoces?-me preguntó Raúl desde la puerta del salón.
-Es mi padre...-dije cerrando los ojos y lo puños por pura rabia. Seguramente me lograría dejar marca en la palma con las uñas.
-¿Te la has follado verdad?-dijo mi padre de repente. ¿Pero quién coño se cree que es?
-¿Qué coño haces aquí?-pregunté desviando su pregunta.
-Venía a buscarte.-dijo como si nada.
-¿Y alguien te ha pedido que lo hagas?-dije mirándole fijamente con tono de reproche.
-Tu padre...-susurraba Raúl en voz demasiado baja, como si lo estuviera asimilando.
-No tengo que pedirte permiso.-me respondió mi padre secamente.
Ahora mismo tenía la mirada fija en un cuadro en el que se representaba un vivo y animado paisaje. Pues mi cerebro visualizaba como lo cogía y lo estampaba contra la lámpara de la mesita situada junto al gran sofá.
-¿Cómo me has encontrado?-dije cayendo en la cuenta de que no podría saber que estaba aquí...si no fuera por qué...¡joder! ¡Alex tuvo que verme y se lo contó!
-No vamos a seguir aquí hablando delante de él.-dijo con tono despectivo.-Vámonos.-dijo dirigiéndose a la puerta, tomando él la iniciativa.
-No me voy a ir a ninguna parte...-dije bastante más bajo de mi tono de voz habitual.
-¿Qué?-preguntó asomando la cabeza por la puerta al ver que no le seguía.
-Lo que has oído.-dije lo más borde que pude. En ese momento, Raúl se colocó detrás mía y me puso su mano en mi hombro como signo de protección.
-¿Es tu novio?-dijo burlándose y señalándole con el dedo índice.
-Él no...-dije intentando explicarme, pero Raúl me interrumpió por tercera vez.
-Si, es mi novia. Y no, no me he acostado con ella. Y ahora si es tan amable de salir de mi casa.-dijo dando un paso al frente.
Mi padre se echó a reir a carcajadas y empezó a acercarse a mi poco a poco.
-Irene vamos a casa, y no es una sugerencia.
En ese momento creí que iba a desmayarme, pero Raúl me envolvió la cintura con su brazo y evitó que me cayera redonda al suelo.
-Ya le ha dicho que no.-dijo Raúl respondiendo por mí.
-No...-dije débilmente.-No voy a ir.-dije recuperando un poco de la fuerza de mi voz.
-Me he cansado de ésta tontería.-dijo yendo hacia mí y cogiéndome del brazo con su mano. Yo intenté resistirme, pero ya iba prácticamente por el umbral de la puerta del salón cuando Raúl interfirió dándole un empujón a mi padre, que por el impulso se golpeó la espalda contra la pared, pero no le vi inmutarse. Yo me aparté y me senté en el suelo con la espalda pegada al sofá y las piernas pegadas al pecho. Escondí la cabeza entre ellas, y solo conseguí oír algunos gritos más procedentes de aquellos dos hombres, y después sonó un fuerte portazo.

Me desperté en una habitación extraña, que no conocía. Me levanté rápidamente para situarme y para recordar porqué estaba allí. Vi como a mi derecha, dormía un chico con el pelo negro revuelto y una mano que me rozaba el muslo. Oía su tranquila y continua respiración y me relaje volviéndome a tumbar en la cama.
-No ha sido un sueño...de verdad he dormido contigo.-me dijo Raúl con voz ronca de recién levantado.
-¿Qué pasó anoche?-dije poniéndome de lado para verle la cara.
-¿No te acuerdas?-me preguntó incorporándose también de lado, sujetándose la cabeza con el brazo.
-Solo recuerdo que vino mi padre y...ya.-dije confundida e intentado recordar.
-Después de que le echara de casa te encontré sentada en el suelo llorando, y te llevé en brazos a la cama.-dijo metiéndome un mechón por detrás de la oreja. Ese gesto me recordaba al sueño que tuve y me puse un poco nerviosa, así que me aparté un poco de él.
-¿Qué pasa?-dijo totalmente confundido y dormido.
-Na...nada.-dije lo más tranquila que pude.
-¿Has dormido bien?-dijo cambiando de tema.
-Bastante bien, gracias.-dije colocándome boca arriba.
-Espero que yo haya interferido en tu grato descanso.-dijo haciendo lo mismo que yo.
-Es posible.-dije torciendo la cabeza para mirarlo.
En ese momento, sin dejarme si quiera poder reaccionar, empezó a besarme. Primero mantuve la boca cerrada, pero mi cuerpo me pedía que la abriera y le besara en condiciones. Lo dos volvimos a ponernos de lado para que fuera más cómodo. Me envolvió la cintura con sus brazos y me pegó a él todo lo que podía. Cuando ya no podíamos pegarnos más, me cogió y me colocó encima de él. Todo ello sin dejar de besarnos. Después, empezó a subirme la camiseta poco a poco. El tacto de sus dedos en mi piel me provocaba un cosquilleo que recorrió todo mi cuerpo hasta la punta de los dedos de mis pies. Cuando llevaba la camiseta un poco más arriba de la cintura, paró de acariciarme. Empecé a temblar por lo que podía suceder después, pero él no lo notó. Quitó sus manos de mi cintura y empezó a bajar suavemente por dentro del dobladillo de mi bóxer. Cuando llevaba más o menos la mitad de éste bajado, me asusté y me levante prácticamente corriendo de encima suya. Cuando ya estaba en el suelo, me subí el bóxer hasta su posición normal y me bajé la camiseta todo lo que pude.
-Voy a hacer el desayuno.-dije cogiendo los pantalones de chándal grises que llevaba el primer día de clase cuando le conocí, y salí de la habitación. ¿Qué narices me había pasado? ¿Por qué mi mente no había reaccionado para controlar a mi cuerpo cuando más lo necesito? Estaba tremendamente avergonzada y empecé a notar como me ardían las mejillas. Cuando llegué a la cocina, abrí la nevera y cogí el cartón de leche. A continuación miré por todos los armarios buscando el colacao. Cuando lo encontré, cogí dos vasos y dos cucharas y lo preparé. Mientras lo metía en el microondas y ponía el tiempo, oí como Raúl entraba a la cocina.
-Lo siento...-dijo mirando para abajo en el umbral de la puerta.

Dejadme respirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora