Recuperación

229 10 2
                                    

-Ay cariño...¡no sabes lo que me alegra que estés bien!-dijo llorando mi madre como una magdalena. Junto a ella, estaba mi padre, que de vez en cuando decía algo, pero no demasiado emotivo.
-¿Dónde está ale?-conseguí decir lo bastante claro cómo para que me entendieran.
-Está fuera con tu hermano, cielo.-dijo mi madre sonándose con el pañuelo que acababa de sacar de su bolso negro. -¿Quieres que te dejemos un rato para que puedas dormir?-dijo mi padre lo más cariñoso que pudo, que no fue demasiado. Mi madre le echó una mirada asesina y ella rectificó.
-¿No quieres ver a nadie más? Allí fuera hay más gente que quiere verte.-dijo haciéndome cosquillas en la cabeza con su mano.
-Pablo.-dije débilmente.
-¿Quieres que le llame?
-Si...
-Voy cariño, luego volveré a verte, ¿vale?-dijo levantándose de la silla y cogiendo a mi padre de la mano para que se vayan. Yo la hice un gesto afirmativo con la cabeza y salieron de la habitación. En cuestión de segundos, se volvió a abrir la puerta y allí estaba Pablo. Con unas ojeras que le llegaban por las rodillas. Tenia pinta de no haber dormido días enteros, lo que hacía que pareciera un muerto viviente mientras se desplazaba.
-¿Cómo estás?-dijo sentándose en la silla torpemente.
-Bien...-dije mirando hacia todas las máquinas que me controlaban.-¿Y tú...?-dije volviéndole a mirar fijamente.
-Bueno...lo bien que se puede estar cuando tu abuela se muere y una chica que te importa está en el hospital por mi...
-¿Qué pasó?-dije interrumpiéndole. Él me miraba como si no diera crédito a lo que acababa de oír.
-¿No te acuerdas de lo que...de lo que pasó?-dijo abriendo muchos los ojos esperando nervioso mi respuesta.
-No, no recuerdo nada antes de que despertara.-mentí. A él parecía que le había quitado un gran peso de encima, y yo me sentía igual. Él esperaba que dijera que lo sabia todo, que sabia que me dijo que me quería en el hospital, y además que conocía que había sido el que me había provocado desmayarme y haber estado en una especie de coma durante supongo que bastante más que una semana. Pero no podía reconocerlo. Por mucho que me costara, no podría dar pie a ninguna relación, y si él supiera que yo sabia que me quería, las cosas entre nosotros cambiarían, y yo no quería eso. Quería pasar desapercibida en mi vida, sin aferrarme a nada ni a nadie. Porque eso lo único que provoca es mas dolor, y tenía demasiado acumulado como para hacer hueco en mi corazón para más. Tenia que mantenerme al margen, por mi salud, tanto mental como física.
-Entonces no sabes nada...-dijo repitiéndose a si mismo como para convencerse de aquello.
-No...¿Quien me encontró?-dije subiéndome un poco más arriba en la cama para sentarme. Realmente, eso era lo único de lo que no me había enterado.
-Fue Raúl, me dijo que habíais quedado y te encontró tirada en el suelo con un poco de sangre en la cabeza.-dijo alzando la vista hasta donde suponía que había sufrido el golpe. Levanté la mano como mejor pude y me toque. Notaba como un parche me tapaba la herida. ¿Fue el golpe tan grande el que me di?
-El médico ha dicho que en unas horas cuando terminen de hacerte algunas pruebas podrás volver a casa, aunque tendrás que estar descansando unos días más.
-Genial.-dije lo más entusiasmada que pude. La verdad es que quería salir ya de este agujero de silencio que llamaban hospital. Aunque ya tendría que estar acostumbrada a esto, lo sufrí hace un año.

Cuando desperté, a mi lado estaba Caroline, y en la otra punta, de pié, se encontraba Esther, con el rímel corrido por sus mejillas y con los ojos inyectados en sangre de tanto llorar. Me dieron ganas de vomitar ante esa imagen tan falsa. ¿Cómo se había atrevido si quiera a pasarse por aquí después de lo que me hizo? A mi se me caería la cara de vergüenza.
-Irene, ¿como te encuentras?-me dijo Caroline con tristeza plasmada en su cara y en su voz.
-Mal.-conseguí decir únicamente. ¿Qué me había pasado después de salir pitando de allí?-¿Qué ha pasado?
-Te atropelló un coche, y te diste un golpe en la cabeza...además te has roto una pierna.-dijo señalándomela con el dedo. Ni siquiera me había dado cuenta de eso. Intenté levantarla pero no pude. Pesaba demasiado y además dolía, dolía muchísimo. Era como una constante presión en la pierna, como si me estuviera pasando la rueda de un camión por encima una y otra vez.
-¿Puedes...dejarnos a solas?-dijo Esther desde el mismo sitio y posición de antes, dirigiéndose con la mirada a Caroline, que me hacia cosquillas en el brazo.
Las dos la miramos como si fuera un fantasma. Caroline me miro como pidiéndome la aprobación, aunque ella tampoco estaba muy convencida. Yo la negué una vez con la cabeza, y no me hizo falta más.
-No quiere hablar contigo.-dijo secamente.-Y lo entiendo.
Ella siguió ahí, de pie, llorando y mirándome fijamente para intentar mantener un conversación con la miraba, pero yo la aparté. No podía seguir mirando a una persona como ella. La odiaba, la odidaba con todas mis fuerzas, y lo único que quería era que desapareciera de mi vida. No necesitaba ninguna mentira para quitarse la culpa, no quería escuchar el por qué. Lo hizo, y eso es algo que la perseguirá como una sombra toda su vida, igual que a .
-¿Qué haces que no te has ido todavía?-dijo Caroline levantándose y dirigiéndose hacia ella.
-Por favor, dejame hablar con ella, y después desapareceré de su vida y no volveré a molestarla.-dijo susurrando y mirando hacia abajo.
Caroline me miró y negó levemente con la cabeza. ¿Qué narices hago?
-Está...está bien.-dije al fin. A Esther se le dibujó una leve sonrisa, y Caroline fruncio el ceño con mi decisión, pero la aceptó yéndose hacia la puerta. Antes de salir, la miró y la dijo:
-Tienes 5 minutos, aprovéchalos bien. Serán los últimos.

Dejadme respirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora