Sábado noche

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A ver, pensemos: Si quedo con Pablo, será para discutir, y como que no me apetece demasiado después del horrible día que llevo. Podría quedar con Raúl, ¿pero para qué? Después de lo de esta mañana tampoco estoy demasiado cómoda con él. Por otro lado, está Sofia, que me ha mentido desde el principio, y si me ha ocultado eso...¿habrá más cosas en las que me haya mentido? Mi última y sorprendentemente la peor de las opciones es quedarme en casa...y no voy a poder aguantar toda la tarde aquí metida, teniendo en cuenta que tendré que ver a mi hermano quiera o no quiera. Aunque me costó tomar la decisión, lo mejor sería salir y despejarme un poco.
Hola Sofia... Si, sorprendentemente sigo viva. Guay, nos vemos por la noche.
Le respondí. Estaba en línea, así que me respondió enseguida.
Okey, ¿voy a buscarte?
Si
Vale nena, besitos
Intenté contenerme para no mandarla a la mierda de la forma más bruta posible, así que me convencí a mi misma de poner buena cara en la cena y así poder despejarme de todo lo que me está amargando la vida.

El reloj del salón sonó para indicar que eran las 7 de la tarde. El panorama seguía igual desde que se fue de casa mi padre. Mi madre se había encerrado en su habitación y no había salido ni para comer. De hecho, cada vez que pasaba por allí, me paraba en la puerta por si lograba escuchar algo de ruido, pero nada. Un silencio abrumador rondaba en aquella habitación, y en toda la casa. Mi hermano se estaba echando la siesta en mi cama, mi hermana jugaba con las muñecas en su habitación y yo estaba tumbada en el sofá del salón esperando hasta las 9 que venga Sofia a buscarme. En estas horas, Pablo ha insistido unos cuantos mensajes más, al ver que pasaba ampliamente de él.
Irene por favor, tenemos que hablar
Irene...se que lo has visto no pases de mi
Joder ¿quieres contestar?
Y como éstos, unos cuantos mensajes más. Está claro que no sabe pillar las indirectas de: "no quiero hablar contigo". Aun así, yo seguí fuerte, mordiéndome la lengua para no contestarle.
A las 8 y media, me levanté para irme vistiendo y no llegar tarde. En el camino hasta mi dormitorio, me acordé de que Alex seguía durmiendo allí todavía. Así que, abrí la puerta despacio para evitar el desagradable sonido que hace a veces, y pasé dentro, alumbrándome con la luz del móvil a modo de linterna. Abrí el armario, y dejándome los ojos para encontrar la ropa que quería, la saqué y la coloqué encima de la cama, sin ponerlo encima suya. Al cerrar el armario y echarme para atrás, me choqué con la esquina de la cama y solté un sonoro grito de dolor.
-¡Mierda!-dije alzando la voz, y restregándome la parte de la cadera golpeada con la mano para evitar que me saliera cardenal.
-¿Irene?-preguntó Alex con una voz soñolienta, encendiendo la luz de la habitación.
-Lo siento, no quería despertarte.-dije cogiendo la ropa de la cama, y dirigiéndome dolorida a la puerta.
-Tranquila...-dijo restregándose los ojos con la mano.-¿Sigue igual?
-¿Quién?-dije confusa parándome en el umbral de la puerta.
-Pues mamá, ¿quién va a ser si no?-dijo irónicamente.
-Si, sigue igual.-dije poniendo los ojos en blanco y saliendo del cuarto. De allí, fui al baño para vestirme.

Mientras que me duchaba con la colonia que olía a coco, sonó el telefonillo durante largo rato. ¿Quien será? Dejé la colonia en el estante, y descalza, me dirigí hasta la entrada.
-¿Si?-le dije al telefonillo.
-Irene, soy Raúl.
¿Pero qué hace aquí? ¡Qué he quedado!
-¿Qué haces aquí?
-He venido a buscarte.-dijo tranquilamente.
-Ya había quedado.-dije para quitarme el muerto de encima.
-Lo sé, me lo ha dicho Sofia.
Claro...¿quién si no se lo iba a contar? Cada vez me parecía peor idea haber quedado con ella y con sus amigas.
Al ver que no contestaba, prosiguió hablando.
-Baja anda, que vengo yo a buscarte en vez de Sofia.-dijo haciéndose el interesante.
-Vale...-dije no muy convencida, y corté la llamada. Volví al baño para terminar de arreglarme.
Me puse las playeras, cogí las llaves y la chaqueta por si acaso, y salí de casa. Ahora que lo pensaba, no había avisado a mi madre que salía. Pero seguro que eso no es lo que más la preocuparía en este momento. En cuanto llegara a casa, intentaría volver a hablar con ella.
Cuando bajé las escaleras, vi a Raúl, apoyado en la pared peinándose con la mano. No sé porque, pero ese gesto me hacía sonreír.
-Hombre, ¿cuánto tiempo sin vernos, no?-dijo riéndose de mi ceño fruncido.
-Demasiado poco para mi gusto.-le dije dándole un golpecito en el brazo con el puño.-¿Dónde hemos quedado?-dije empezando a caminar a su lado.
-En el centro comercial.-dijo mirando el reloj, de forma despreocupada.
-Bien.-dije afirmando a la vez.-¿Con quién?-dije para ir preparándome mentalmente para la batalla que me tocaría aguantarme dentro para no liarla.
-Pues los de siempre.-dijo como si yo lo supiera.
-Sofia y su amigas, Pablo, Diego, Carlos...-dijo intentando no olvidarse de ninguno.
-¿Pablo?-pregunté si pensar.
-Si...¿pasa algo?-preguntó extrañado.
-No, no...nada.-mentí. Después de haber pasado de él, me iba a tocar verle durante la cena. Y por si fuera poco, tendría que aguantar a Raquel. Preferiría dormir en una cama de pinchos durante toda mi vida antes que seguir viéndola y soportándola. Pero bueno, lo mejor sería pasar desapercibida, como siempre intento.
Después de unos 15 minutos, aproximadamente, llegamos a la puerta del centro comercial.
-¿Dónde vamos a cenar?
-En la pizzería de la planta de arriba, ¿sabes cuál es?
-Si, claro.-mentí. No tenía ni idea de que había una pizzería en la planta de arriba, pero él no lo sabría.
Subimos las escaleras mecánicas, y nos dirigimos a la pizzería fantasma, que después de dar un par de vueltas en círculos, no encontraba.
-¿Seguro que es aquí?-pregunté cansada de dar vueltas sin ton ni son.
-Juraría que estaba en esta planta...-dijo para sí mismo.
-¿Y si bajamos a ver?-dijo dándole ideas.
-Vale.-dijo yendo otra vez a las escaleras mecánicas.

Después de los 10 minutos de búsqueda, llegamos a la pizzería donde ya estaban todos esperándonos. Al llegar, nos sentamos en las dos sillas vacías, y noté como muchas miradas estaban fijas en nosotros dos. Al mirar de un lado a otro, vi como Pablo me miraba fijamente, e incluso veía la rabia y el enfado en sus ojos, pero lo dejé pasar. Ya habra tiempo para discutir otro día.
-¡Bueno, pues vamos a pedir por fin!-dijo el que creo que se llama Diego.
-¡Si, por favor, me muero de sed!-gritaron la mayoría al unísono.
En ese momento llegó el camarero, y anotó la ronda de sangrías para todos.
-Voy al baño.-dije en voz baja, como si estuviera pidiendo permiso.
-Mientras que no tengas que ir por el ascensor, te dejo.-me dijo Raúl riéndose de mi reacción nuevamente.
-Vete a la mierda.-le susurré dándole una colleja.
Cuando di la vuelta a toda la mesa para llegar al baño, oí como una silla chirriaba a mi paso, pero ni si quiera me di la vuelta para ver quien era. Entré en el baño, y me eché un poco de agua en la cara, sin darme en los ojos para no correrme el rímel. En ese momento, oí como se abría la puerta, y me giré alarmada.
-Tienes una afición por seguirme al baño de las chicas.-dije secándome las manos con el secamanos.
-¿Me puedes decir qué cojones te pasa?

Dejadme respirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora