La luz blanca intensa me cegaba. Intentaba abrir los ojos pero no podía, mi mente actuaba pero mi cuerpo no le respondía. Intenté mover los dedos, pero no lo conseguí. Intente mover la boca y decir algo, pero no me salían las palabras. Notaba como una mascarilla que me tapaba la nariz y la boca me ayudaba a respirar. Solo se oía mi respiración profunda y regular, además del pitido del monitor que marcaba mis latidos; Bip, bip, bip... Aparte de aquello, también podía oler. Podía apreciar el olor a enfermos peculiar que tienes todos los hospitales. También se oían voces y toses de los pacientes. Todos mis recuerdos están borrosos antes de ahora. Recuerdo que Pablo vino a mi casa, y que me desmayé. Pero no recuerdo el porque. De repente, empecé a oír voces a mi lado.
-Se recuperará, pero ahora mismo tiene que descansar después de lo que le ha pasado. El golpe en la cabeza no es grave, la brecha se curará pronto.
-Gracias doctor.-dijo una voz masculina demasiado bajito como para reconocer quién es el que habla. Intenté decirles que estaba despierta, pero mi boca seguía sin querer responderme.
-Tienes solamente unos minutos.
-Está bien.-dijo dando un suspiro. A continuación, oí unos pasos alojándose y el chirrido de una silla al arrastrarse por el suelo.
-Hola Irene. Soy yo, Raúl.-dijo con voz dulce.-Espero que te recuperes pronto porque llevo ya tres días sin oír insultos por tu parte y creo que me voy a volver loco.
Espera espera espera, ¿ya llevo tres días? No podía haber pasado tanto tiempo, era imposible. No podía haber perdido de tal forma la percepción del tiempo. Para mi únicamente han pasado horas.
-Te he traído unas flores. No sabia cuales eran tus favoritas así que te he traído de todos los colores.-dijo con voz apenada.-Despiértate ya, por favor.
Intenté moverme, de verdad que lo intenté, pero tenia la sensación de que este cuerpo no era mío, y no podía controlarlo. Me sentía un pez fuera del agua, una estrella fuera del cielo... Me sentía vacía, llena de nada. Solo el sufrimiento reinaba en mi corazón. ¿Por qué tuvo que hacerlo? ¿Por qué tuvo que engañarme la única persona a la que amé?Era un día frío de diciembre. Fui al centro comercial con Caroline, una de mis mejores amigas. Nos sentamos en un bar a tomar algo cuando recibí un mensaje de Charles, el chico que estuvo colado por mi desde primaria, pero que a mi nunca me había gustado.
Te necesito, ¿dónde estás?En el centro comercial, ¿qué pasa?
Ven al banco donde la tienda de yogures, ¡date prisa!
Me levanté escopetada de allí para acudir a dónde me había dicho. Solo tenia que bajar las escaleras mecánicas y torcer la esquina. Caroline me siguió tan intrigada como yo lo estaba. Incluso me empezaron a sudar las manos y a temblarme. ¿Por qué estaba tan nerviosa?
Cruzamos la esquina y me paré en seco. Las bolsas de las compras se me cayeron al suelo. Mis ojos no daban crédito a lo que veían. Pensé que se me podría parar el corazón en ese mismo momento. La rabia me subía por todo el cuerpo, y me clavé las uñas en la pierna hasta que logré hacer sangre. ¡Como podían haber hecho algo así! ¿Cómo?
Empezó a descender una solitaria lágrima por mi mejilla, y después de esa vinieron cientos de ellas. Nunca sería capad de volver a mirarlos a la cara sin evitar partirselas.-Hija, cariño, despierta por favor. Llevas una semana así y yo me quiero morir... Todos te echamos mucho de menos, despierta...-me dijo llorando mi madre. Quería contestarla, de verdad que sí, pero seguía sin poder. Deseaba despertar ya de este silencio que me consumía poco a poco. Pasaba horas y horas sola pensando en mi pasado. Y eso no me hacia ningún favor, realmente, lo único que hacia era destrozarme más, y más...
Oí como mi madre se sonoba y poco a poco dejaba de llorar. Odiaba ver a mi madre así. La última vez que la vi tan mal fue cuando la dije que mi padre la engañó...Era a mediados de abril, y mi madre se fue de viaje con unas amigas a Francia. Eran amigas de su grupo de la juventud con las que cada año hacia un viaje pagado por el marido rico de una de ellas. El segundo día después de que se fuera, le dije a mi padre que me iba a casa de una amiga a dormir, cuando en realidad me iba de fiesta con mis amigas. Había pasado toda la noche fuera sino me hubiera puesto mala por beber demasiado alcohol. Por ello, sobre las 5 de la mañana volví a casa sola ya que mis amigas se irían más tarde. Abrí la puerta con mi llave y oí unos gritos y risas de la habitación de mis padres. Pensé en que mi madre hubiera vuelto de viaje, pero cuando me di cuenta de que eso era imposible, fui en silencio hasta la habitación. Allí, encontré a mi padre haciéndolo con una mujer que claramente no era mi madre. Empecé a gritarle y a insultarle todo lo alto y claro que me permitió mi garganta seca y dolorida. La mujer era la dependienta de la tienda de debajo de mi casa. En cuanto llegó mi madre de las vacaciones, no tuve más remedio que contárselo, aunque me entraron muchas dudas respecto a ello. Si se lo contara, la destrozaría, y sino lo hiciera, me destrozaría a mi misma por no hacerlo. A demás, mi padre no se merecía aquello, no se merecía una segunda oportunidad, y nunca la merecerá.
Volvieron a despertarme unos gritos procedentes de lo que suponía que era fuera de la habitación del hospital. Podía oír la conversación a gritos que estaba teniendo lugar.
-No puede pasar, por favor, tranquilicese. Después de unas horas podrá verla sin problemas.
-¡No! ¡no no no no!-no paraba de repetir aquella voz. ¿Quién era?
-¡Déjenme pasar, joder! ¡Necesito verla!-dijo alzando la voz y abriendo la puerta de la habitación.
-Tienes dos minutos.-dijo la otra persona, que yo había interpretado como mi médico.
-Hola Irene...-dijo sentándose en la silla de mi lado. Estuvo un rato callado esperando inultimente a que le respondiera, hasta que continuó hablando
-Estás tan guapa, joder...bueno, siempre lo estás. Pero ahora estás tan delicada, tan frágil...y todo es por mi culpa, joder. Esperó que cuando despiertes seas capaz de no odiarme más de lo que yo me odio a mi mismo. Perdoname, por favor. Hazme alguna señal, lo que sea...se que puedes oírme.-me dijo tocándome las manos con las suyas, y haciendo suaves círculos con su pulgar en mi palma.
-Se que puedes oírme, lose...-dijo una y otra vez.-No me dejes, no puedes hacerlo... Te quiero, Irene, como nunca he querido a nadie, no te vayas, no lo soportaría.-dijo agarrándome las manos.
Tenia demasiado dolor en mi corazón, mi pecho vacío me obliga a seguir respirando, mientras mi corazón me gritaba que no podía aguantarlo más. Seguí sin ser capaz de hacer nada, solo pude hacer que una lágrima se desplazara por mi mejilla hasta mis carnosos labios, besados una vez por el chico que acababa de declararse, y también el culpable de que lleve aquí más de una semana.
----------------------------------------------------------------------
Gracias una vez más por todos los que lo leen. Me encantaría saber vuestra opinión, así que no dudéis en darla. ¡Gracias!

ESTÁS LEYENDO
Dejadme respirar
RomanceIrene es una chica de Texas que llegó nueva a un instituto de Madrid debido a una serie de sucesos que cambiaron su vida para siempre. Allí conocerá a dos chicos, Pablo y Raúl, que harán que su vida sea aún más complicada. Secretos, mentiras y coraz...