Prefiría estar muerta

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No pude pegar ojo en toda la noche. No paraba de darle vueltas, y vueltas a las cosas, pero seguía sin encontrarle un sentido lógico. ¿Por qué Pablo no podía haber mantenido la boca cerrada? ¿Por qué ha tenido que joderlo todo? Yo he quedado como una guarra ya para el resto de mis días, y no permitiré que me llamen algo que no soy. Esto ha ido demasiado lejos con Raquel. Tengo que hablar con ella para explicarle todo, y me da igual lo que Sofia me haya dicho de que no cuente nada, porque no voy a poder seguir comiéndome la cabeza con cada paso que doy. Pero...¿me creerá a pesar de que prácticamente ya haya puesto a todo el instituto en mi contra? O mejor dicho...¿querrá por lo menos escucharme? Yo si fuera ella me mandaría a la mierda con solo acercarme.
Y encima hoy tenemos que ir a la maldita excursión al zoo. A prácticamente todas las chicas le gustan los animales, y están encantadas de ir a excursiones de este tipo, pero yo soy una de las pocas excepciones. Miré el reloj y faltaba un minuto para que fueran las siete y media, y mi madre abrió la puerta.
-Cariño despierta, ya es la hora.-dijo subiéndome las persianas hasta el tope. Yo me hice la dormida porque no quería que se extrañara de verme despierta cuando siempre tardo 15 minutos en levantarme. Cogió un montón de ropa del armario para plancharla y salió de la habitación. Después de unos cinco minutos mirando al techo, me levanté y me fui a la cocina. Mientras desayunaba, en mi cabeza se recreaba la posible conversación que podía tener con Raquel hoy. Tenía que intentar pensar en todas las opciones que pudiera contestarme. Cuando terminé, recogí la cocina y me fui a vestirme. Me puse una blusa azul claro y unos pantalones blancos. Hace dos semanas que no piso ese sitio al que he llegado nueva, así que tendré que ir lo más presentable posible.

Me dirigí al instituto por el mismo camino, o atajo como lo llamó Pablo, que el primer día. Gracias a dios que no me lo he encontrado en el ascensor, porque era capaz de matarle ahí mismo. Espero que hoy ni se digne a hablarme.
Cuando llegué a clase, todos me preguntaban una y otra vez que qué me había pasado.
-¡Hola guapa!-me dijo Sofia dándome un beso y un abrazo.
-Hola.-dije lo más sonriente que pude.
-¿Ya estás bien no?-me dijo mirándome de arriba abajo.
-Si.-dije sentándome encima de la mesa.
-¡Chica nueva, vayas vacaciones te has pegado!-me dijo un chico pelirrojo que se sentaba cerca mio. Ni si quiera sabía su nombre, y por lo de "chica nueva", tampoco él se acordaría del mío.
-Si le llamas vacaciones a estar en coma, si, muy largas.-dije irónicamente. El chico se cortó y no volvió a decirme nada. Sofia me miró y frucio el ceño.
-¿Siempres tienes que ser tan borde?
-¿Y qué quieres que le diga si no?
-Norma número uno; para caer bien, diga lo que diga un tío, riete. Como si te hubiera contado un chiste.-dijo totalmente enserio. ¿Me está tomando el pelo?
-¿Y la norma número dos cuál es, hacer espirales con los mechones de mi pelo con el dedo?-dije riéndome.
-Tu riete todo lo que quieras, pero si no quieres que te tachen de borde, eso funciona.-dijo riéndose también.-Por lo menos no seas tan irónica siempre.-dijo dándome un suave golpecito con el codo en mi brazo.
-Practicare eso, aunque no te aseguro nada.
En ese momento nuestro tutor, junto con la profesora de biología, entraron en clase y nos mandaron salir para coger el autobús hasta allí. Sofia me miró y me explicó con señales si íbamos juntas en el autobús. Yo afirme con la cabeza y ella sonrió.

Me pase todo el viaje oyendo lo que habían estado dando estos días en clase. Para ser las primeras dos semanas ya habían dado bastantes cosas, pero no me agobiaba. Otra cosa que tengo es que por motivos escolares no me agobio con facilidad. Tengo que verme muy, muy mal como para extresarme.

Cuando llegamos, fuimos saliendo uno a uno y nos quedamos parados al lado del autobús para saber las indicaciones.
-¡Chicos, atender para que nadie diga luego que no se ha enterado!-gritó Victor, nuestro tutor.-¡Ahora vamos a ir todos juntos y veremos a los animales hasta la una aproximadamente. De una a dos tendréis tiempo libre para comer y hacer vuestras compras en las tiendas de regalo. Después, iremos a ver el espectáculo de delfines y volveremos a casa! ¿Todos me habéis oído?
-¡Si!-repetimos al unísono.
-¡Pues en marcha!

Pasamos por todos los animales posibles, y todos se liaron a hacer fotos. Yo me quedaba al margen y seguía caminando cuando después de media hora con cada animal se movían. Mientras tanto, buscaba con la mirada a Raquel, pero siempre estaba demasiado acompañada como para pillarla sola aunque sea un momento.
-Hola.-me dijo Pablo que estaba a mi lado sin yo haberme dado ni cuenta. ¡Falso!, gritó mi subconsciente, además de otras cosas peores, bien merecidas. Al ver que no contestaba y que ni si quiera le había mirado, insistió.
-¿Pasa algo?-dijo extrañado poniéndose delante de mi.
-Ah no sé, tu sabrás.-dije bordeándole y pasando de largo.
-¿Que se supone que he echo?-dijo otra vez a mi lado.
Al no contestarle, me cogió de la muñeca y me puso en frente de él.
-¿Pero qué haces? ¡déjame tranquila!-dije gritando e intentando que me soltara la mano. Al ver que no cedía, me agarro la otra y me separó del grupo.
-Y una mierda, ahora mismo me vas a decir que narices te pasa.-dijo seriamente.
Yo no paraba de intentar soltarme, pero al ver que él era más fuerte que yo, dejé de intentarlo.
-Si me sueltas te lo digo.
-Está bien.-dijo después de pensarlo un poco. Al final me soltó, y en cuánto lo hizo, salí corriendo hasta donde estaba el resto de la clase. En un momento, miré para atrás para ver si me seguía, y al volver a mirar para adelante, me choqué con alguien y caí al suelo.
Antes de que pudiera levantarme por mi misma, unos brazos fuertes me subieron y me incorporaron de pie. La chica con la que me había chocado seguía en el suelo con el pelo echado en la cara. Me agache y la dije:
-¿Oye estás bien? Perdona no te había visto.-dije intentando ayudarla a levantarse.
Cuando aquella chica subió la cabeza, el mundo se me cayó encima. No podía ser verdad, no. Era imposible que estuviera allí. En cuanto ella me vio, se quedó con la boca abierta.
-¿Irene?-dijo como si no se lo creyera, al igual que yo.
-Esther...-dije paranoica.


Dejadme respirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora