Cuando salí del instituto con Pablo y los demás compañeros de mi clase, nos dirigimos en grupo hasta aquel restaurante italiano del cual me había hablado Pablo. Era tradicional por fuera pero algo mas normalito por dentro. El camarero nos llevo hasta nuestro reservado y allí nos fuimos sentando. A mi izquierda se sentó Pablo, y a mi derecha, una chica bajita morena con los ojos marrones, bastante mona, que me sacó conversación en cuanto se sentó en la mesa.
-Hola...¿Irene verdad? Soy Sofia. -me dijo mientras se acomodaba en la silla de madera.
-Si, encantada Sofia. -dije con la mayor amabilidad posible y nos dimos dos besos.
-¿Y qué tal, te gusta el instituto?
-Si... no está mal... pero prefería mi antiguo instituto en Texas.
-¡Ya decía yo que tenías un acento raro!- dijo junto a una sonora carcajada. - ¿Y cómo son las cosas allí?
-Diferentes. -dije riendome.
-Normal, Madrid es distinto de Estados Unidos. ¡Ya me llevarás un día a veranear por allí, eh! Yo me muero por los chicos estadounidenses. -dijo apoyando su cara en sus manos.
-Hazme caso, que al igual que aquí, hay de todo. -dije volviéndome a reir. Me caía bien esa chica. Un poco habladora y preguntona, pero era bastante maja.
-Y oye...¿cómo es que sabes español tan bien si vienes de allí?
-Mi padre nació en Madrid y parte de mi familia vive aquí... así que vengo muy a menudo, Navidad, verano... esas cosas.
-¡Guau...! Y oye, ¿como es que te viniste a vivir aquí?
Mierda. Mierda, no podía haber mantenido el pico cerrado, tenía que haberlo preguntado. Mi respiración se empezó a agitar cada vez más mientras que me clavaba las uñas en las piernas para no ponerme a gritar como una loca.
-Es mejor que dejes las preguntas por hoy, Sofia. -la dijo Pablo poniéndome la mano en el hombro.
-Lo siento Irene, no quería molestarte... -Dijo mientras se removía incómoda en su sitio y se mordía las uñas.
La hice un gesto negativo con la cabeza y miré para otro lado. No tenía que haber venido, joder, si no fuera por ese imbécil, ahora mismo estaría en mi casa comiendo tan agusto sin tener que dar explicaciones de mi vida a nadie.
-¿Pedimos ya no? ¡Me muero de hambre! -dijo la rubia esquelética y con los ojos azules que se ha sentado hoy delante mía y que no dejaba de mirar tanto a mi como a Raúl.
-Va Raquel, lo de que tú tengas hambre no se lo cree nadie. -dijo otra rubia con los ojos marrones que iba un poco más "tapada" que Raquel. Todos se rieron de su comentario mientras un camarero iba tomándolos nota uno por uno.
-¿Qué quiere tomar señorita?
-Un pizza cuatro quesos, por favor.-dije entregándole la carta al camarero mientras él lo anotaba en una libreta con una pluma azul oscuro.
-Ahora mismo. -dijo con una amplia sonrisa mientras salía de la sala.
Esperamos unos 15 minutos hasta que nos fueron trayendo la comida. En ese tiempo, en la mesa se hablaron de una multitud de cosas. Los temas más repetidos eran críticas a otras personas de clase, que estaban sentadas al otro lado de la mesa y no podían oírlos. Yo me mantuve bastante al margen, comentando a veces con Pablo y Sofia, que se había dado cuenta que preguntar cosas acerca de mi vida era una malísima idea.
-Hemos quedado hoy para ir al Xanadu para ir de compras yo y unas cuantas amigas más, ¿te apetece venirte Irene? -me dijo Sofia realmente emocionada con la idea.
-Bueno, había pensado quedarme en casa esta tarde y eso... -dije colocándome el pelo detrás de la oreja. No era una persona fácil de conocer. Cuanto menos supieran de mi y de mi vida, mucho mejor. En Texas tenía un grupo de chicas con el que salía, que eran prácticamente mis hermanas. Las conocía de toda la vida y son las únicas que me conocían realmente. Antes no era como soy ahora. No era tan cerrada y tan...borde. Pero las circunstancias me hicieron así. Entre lo de mi padre y lo de...
-¡Jo tía vente, así conoces a mi amigas! Por favor... -dijo poniéndome morritos y cara de cachorrito abandonado. Pensé en darla largas. No me apetecía para nada salir, y mucho menos el primer día, pero estaba siendo maja conmigo y sentía como que se lo debía.
-Bueno... está bien, quedaré.
-¡Genial tía, cuánto me alegro! -dijo dándome un abrazo. -Mis amigas son majísimas. Seguro que os llevaréis bien, no te preocupes. -dijo sacando su móvil del bolsillo del abrigo. - ¿Me das tu número para que te diga la hora de quedar y todo eso?
-Eh, claro que si. ¿Apuntas?
-Si, dime Irene.
-665 438 775
-Perfecto, luego te hablo y te digo la hora.
-Genial. -dije mientras miraba de reojo a Pablo, que no me había dejado de mirar desde que habíamos entrado en él restaurante.
A pesar de eso, parecía que la cosa iba a estar tranquila hasta que me habló Raquel.
-Bueno Irene, ¡cuentanos algo de tu vida! -dijo con una voz chillona que daba auténtico dolor de cabeza.
-No creo que te interese algo que no seas tu misma. -dije y todos se rieron. Me miró con cara de pocos amigos y pensé que después de eso no me volvería a dirigir la palabra en toda la comida, para mi tranquilidad. Pero desgraciadamente no fue así.
-Por cierto cariño, ¿seguro que tienes 16 años? Porque vistes como un abuela. -dijo colocándose el sujetador y dándole un trago a su sangría.
Algunos de la mesa se rieron y otros me miraban fijamente, como si esperaran mi contraataque que la dejara sin palabras.
-No te lo tomes como algo personal, pero podríais aprender a pintarte. A mi me daría bastante vergüenza salir así a la calle.
-¿Pero quién te crees que eres niñata? Lo que tienes es envidia del cuerpazo y de lo guapa que soy.
-Si fueras tan guapa y tuvieras un cuerpazo, no te haría falta ponerte ese escote ni maquillarte como un puerta, ¿no crees? -dije. Pensé que me iba a contestar, pero no lo hizo. Se me quedo mirando fijamente un buen rato, sin decir ni hacer nada. Casi ni la veía pestañear.
Los demás bajaron la cabeza y siguieron comiendo en silencio. Nadie volvió a hablar en la mesa. Cuando todos terminamos, algunos pedimos café y otros pidieron postres. En la sala había bastante silencia comparado con el ruido de hace unos minutos escasos. Solo algunas personas susurraban cosas a los que tenían al lado. De vez en cuando, algunos miraban a Raquel de reojo. Ni Pablo ni Sofia me hablaron tampoco desde entonces, ¿qué narices había pasado?

ESTÁS LEYENDO
Dejadme respirar
RomanceIrene es una chica de Texas que llegó nueva a un instituto de Madrid debido a una serie de sucesos que cambiaron su vida para siempre. Allí conocerá a dos chicos, Pablo y Raúl, que harán que su vida sea aún más complicada. Secretos, mentiras y coraz...