-¡Qué puedo hacer con mi pelo! ¡Joder está hecho un asco!
-Irene, controla esa lengua.-Me dijo mi padre que pasaba por el baño. No le contesté. Creo que todavía no se ha dado cuenta de que mi odio hacia él no ha disminuido ni un poco. El es el culpable de que nos hayamos ido de Texas para vivir en España. Le puso los cuernos a mi madre y se pensó que por cambiar de ambiente y de vida lo iban a olvidar, pero no va a ser tan fácil. Haré que su vida sea un infierno hasta que cumpla los 18 y me vaya de esta casa.
Yo me seguía retocando los rizos del pelo para que me quedaran aceptable para mi primer día de clase en el instituto Nuevas Lunas, cuando entro mi madre y se colocó detrás mía, mirándome a través del espejo.
-Cariño, algún día tendrás que perdonarlo, no podrás odiarle toda tu vida.
-¿Qué no? ¿Qué te apuestas?-Dije cogiendo el neceser del armarito del estante para coger la colonia.
-Saca al perro un rato antes de ir a clase.-dijo con voz triste y apenada.
Mi madre no entendía porque si ella le estaba dando una oportunidad, yo no podría hacer lo mismo. Pero para mi era algo totalmente normal, joder, fui yo quien le vi enrollándose con otra tia. Fui yo quien tuvo que echarle valor para decírselo a mi madre y ver como se le iba rompiendo el corazón poco a poco. Demasiado hago que no la lío cada vez que me habla, demasiado.
-Mamá ya lo hemos hablado, no le voy a perdonar, por mucho que me lo digáis tú y Alex. Gracias a dios que Alejandra tiene 4 años y se entera de poco.
-Cielo deberías de hablar con tu hermano, el te ayudará.
-¿Ayudarme? Él lo único que quiere es no tener más problemas que le perjudiquen en las notas de la faculta de medicina. Demasiado tiene ya como para perder tiempo en tratar mis problemas.
-¡Ay! -Suspira mi madre.- Tu verás hija, pero yo no dejaré de insitirte.
-Y yo no dejaré de decirte lo mismo.-Dije acercándome a ella y dándole un beso en la mejilla.-Sabes que si te divorciaras tendrías a un montón de hombres fieles detrás tuya.
-¡Irene basta.- gritó mi padre en el umbral de la puerta.
Yo salí echando humo y dando un golpe con el hombro al salir. Me dirigí a mi habitación, cogí la mochila y acaricié la cabeza de Carli, mi perra, y salí de allí despidiéndome de Alejandra y dando un fuerte portazo.
Mientras esperaba al ascensor, oía como mis padres hablaban, bueno, mejor dicho gritaban, y hacían llorar a mi hermana.
Cuando se abrió el ascensor, me topé con un vecino que había visto un par de veces cuando visitaba a mi abuela, que vive en el mismo edificio que nosotros.
-Hola Irene. -me dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Nunca entenderé a las personas que tienen tanta alegría a las 8 de la mañana. Yo lo único que tengo ganas es de meterme en la cama y taparme la cabeza con la almohada.
-Hola... -dije alargando todo lo que pude el saludo mientras intentaba acordarme de su nombre.
-Pablo.-Dijo con otra sonrisa al darse cuenta que al contrario que él, yo no me sabía su nombre. Mal empezaba la mañana.
-Hola, Pablo.-dije devolviéndole la sonrisa lo mejor que pude.
-¿Al final os habéis mudado? Se lo contó tu abuela a mi madre.
-Eh si...al final si. -dije mientras me miraba en el espejo incómoda.
-Y que...¿te gusta la capital?-me preguntó para alargar la conversación más de lo que dura una normal entre vecinos.
-No está mal, pero aquí no tengo amigos. -dije saliendo del ascensor un poco rápido para librarme de que continúe él interrogatorio.
-Yo podría presentarte a los míos, si quieres claro. -dijo mientras me adelantó para abrirme la puerta.
-Eh... Gracias. -dije mientras salia del portal. - Eso estaría bien. -mentí. -Hasta luego Pablo. -dije dirigiéndome al nuevo instituto, que estaba solo a unas manzanas de mi nuevo y acogedor hogar.
-¿A qué instituto vas?-dijo volviéndose a colocar a mi lado. No era mal chico, pero estaba emozando a ser un poco pesado.
-Al Nuevas Lunas. -dije sin ni si quiera mirarle.
-¡Anda, que coincidencia, yo voy al mismo! -dijo más entusiasmado de lo que yo podría estar jamás. -Podríamos quedar para ir juntos todos los días, y así ni ninguno de los dos irá solo. -dijo con una alegría que se le salía por los poros.
-¡Guay! -conseguí decir con falso entusiasmo. Si, definitivamente era un pesado, y a mi no me emociona la gente pesada, es más, intento evitarla a toda costa.
Soy bastante borde, y creo que Pablo se acabó dando cuenta porque no volvimos a hablar el resto del camino hacia la cárcel, conocida también como instituto.

ESTÁS LEYENDO
Dejadme respirar
RomanceIrene es una chica de Texas que llegó nueva a un instituto de Madrid debido a una serie de sucesos que cambiaron su vida para siempre. Allí conocerá a dos chicos, Pablo y Raúl, que harán que su vida sea aún más complicada. Secretos, mentiras y coraz...