Secretos

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Estaba preparada para ir a clase. Eran y diez y ya tenía puesto hasta las zapatillas, cuando mi madre me grito para que me esperara.
-¡Hija espera!-dijo corriendo por el camino hasta llegar a mi.
-¿Que quieres mamá? Voy a llegar tarde...
-Es solo un momento hija, te dará tiempo de sobra.-dijo entrecortada por la corta carrera que había corrido.- Era porque la madre de tu amigo Pablo me ha mandado un mensaje para que la acompañe al hospital.
-¿Al hospital?-pregunté extrañada. -¿Le ha pasado algo a Pablo?-dije alarmada.
-No...a Pablo no, a su abuela. Hoy mismo la han llamado del hospital. Esta en coma, y van a ir Pablo y ella, y me ha pedido como favor que como no tiene muchas amigas, que vaya a acompañarla, porque esta muy mal...
-Vaya, lo siento mucho por ellos...-dije moridiendome el labio.
-Yo también hija...estaré todo el día fuera, así que tendrás que hacerle la comida a tu hermana, buscarla a la guardería, cuidarla toda la tarde...
-Lo cojo, no puedo salir, ¿no?
-Como me conoces...-me dijo mi madre divertida.
La di un beso en la mejilla y abrí la puerta de casa. Cuando esperaba al ascensor, me dijo:
-Gracias cariño... ¡por cierto, viene tu hermano a comer!- dijo mientras se cerraba el ascensor.
¡¿Qué?! ¡Mierda, lo que me faltaba!
Mi relación con mi hermano no era buena. El se fue con 17 años a Madrid para estudiar la carrera, y yo me quedé sola con mis padres. Yo tenia escasamente 10 años, e idolatraba a mi hermano. Siempre hacia las cosas que hacia él, le seguía a todas partes...era para mi casi como un padre, ya que él se tiraba todo el día trabajando para llevar dinero a casa. En ese momento no lo entendía, no comprendía porque tenia que trabajar tanto y porque a penas le veía, hasta que fui entendiendo que la situación en casa no era la mejor. Mis abuelos nos mandaban dinero todos los meses desde Madrid, pero cuando yo tenía unos 11 años, según me contó mi madre, dejaron de hacerlo debido a una pelea con mi padre. Eso hizo que nuestra situación económica empeorara, y tuviera que trabajar incluso más horas, y los fines de semana. En ese momento fue cuando yo perdí prácticamente toda la relación que tenía con mi padre, y ahora se con certeza que nunca jamás volverá a recuperarla, jamás.

Llegué al instituto y pase por en medio del pasillo. Todos los que estaban parados en sus taquillas cogiendo libros se dieron la vuelta para mirarme. Tuve la sensación de que tenia 8 cabezas por la forma con la que me miraban, ¿qué pasa? Seguramente ni la mitad de los que me miraban y susurraban a otros ni me conocían. Me mire la ropa, llevaba la ropa bien, un pantalón negro y una blusa que no era escotada. Me pase la mano por el pelo para asegurarme de que no llavara nada encima o lo tuviera de una forma ridícula. Pero nada, todo estaba en orden. O por lo menos no había nada como para que se me quedaran mirando de esa forma.
Intenté controlarme y no decir ningún comentario fuera de lugar, pero en cuanto vi a Isabel reírse y cotillear a mi costa, no pude contenerme.
-¿Qué te hace tanta gracia?-dije parándome en frente de ella y de otras chicas que la acompañaban.
-¿A mí?-dijo señalándose con el dedo.- Pregunta a tus amigos, ¿no?
-Bueno... ¡si le quedan después de esto!-dijo una pelirroja teñida con gafas de pasta negra y pecas que estaba a su lado.
-¿Después de qué?-dije, pero se fueron riéndose y no me contestaron. Uy si tuviera tiempo, las habría matado a todas, pero prefería enterarme de que narices había pasado que estaba siendo tan evidente para todo el instituto menos para mí.
Llegué a clase y todos tuvieron prácticamente la misma reacción que lo demás; todos se giraron a mirarme, pero esta vez no cotilleaban, solo me seguían con la mirada en silencio hasta mi sitio. Eres realmente incómodo. Me sentía observada y sola, ya que nadie se acerco ha hablar conmigo, ni siquiera Sofia, que también me miraba como si tuviera un tercer ojo en la cara. La curiosidad me estaba matando, y las manos empiezaron a sudarme de forma exagerada, como pasa siempre que algo me hace estar nerviosa. Ya no podía más, cogí todo el valor que pude y me acerqué hasta la mesa donde estaba Sofia.
-¿Podemos hablar un momento?-la dije secandome las manos en mi pantalón.
-Eh si...claro.-dijo bajándose de la mesa y siguiéndome a mi sitio, que estaba vacío.
-¿Por qué me miráis todos así?-dije si tapujos cuando se estaba subiendo a mi mesa.
La pregunta la puso nerviosa, y se empezó a rascar el cuello de una forma exagerada. Cuando dejo de hacerlo, vi como tenía unos ronchones rojos por toda la zona donde se había rascado. Me miraba, me miraba y me miraba...pero no decía nada. Era como si se estuviera pensando demasiado bien la respuesta para no cagarla. ¡Quería hablar ya!
-¿Y bien?-la dije acercándome más a ella.
-Yo...es que...no te lo puedo contar...-dijo mirando para abajo mientras se rascaba el cuello.
-¿Cómo que no me lo puedes contar?
-Yo...yo te lo contaría Irene...
-¡Pues hazlo!-dije alzando un poco la voz.
Volvió a estar un rato pensativa. Cuando por fin iba a hablar, entró la profesora de lengua a la clase. Me puso cara de "lo siento" y se fue a su sitio. Ya le valía contármelo en el recreo.
Cuando me senté, vino Raúl y se sentó a mi lado. Genial, el que faltaba. Abrió la boca para decirme algo pero se calló. ¿Pero qué le pasaba hoy a todo el mundo? Me está matando el silencio de todo el mundo desde...desde la comida de ayer. Ahora que lo pienso...en la comida también hubo un momento en el que nadie hablaba, y todos miraban a...a Raquel. ¿Tendrá algo que ver con eso? Solo llevaba un día en el instituto, no podía haber hecho nada más.

Pasaron las horas, y yo no podía dejar de pensar en eso. De vez en cuando la gente me miraba, pero en cuanto yo hacia lo mismo apartaban la mirada. También de vez en cuando Raquel se daba la vuelta para mirarme, pero no decía nada. Ni tampoco me habló Raúl en todo el dia. A pesar de que no le aguanto, esperaba uno de sus comentarios estúpidos.
Cuando llegó la hora del recreo, me fui con Sofia hasta el banco de la esquina. Las dos nos sentamos y la miré esperando una respuesta. Durante un rato, la volvieron a salir aquellos ronchones rojos en el cuello. Yo los mire y al darse cuenta me dijo:
-Es una especie de alergia, me salen de repente, pero sobretodo cuando estoy nerviosa. Las tengo desde que tengo memoria, ¿sabes? Un día...
-No cambies de tema.-dije dejándola con la palabra en la boca.
-Uf...-suspiró.-Tienes que prometerme que no le dirás nada a nadie de esto, como si tú no lo supieras.
-De acuerdo, cuéntamelo.
-Te advierto que la historia es larga y que son solo rumores pero...
-¿Pero qué?
-Es sobre Raquel.

Dejadme respirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora