El momento más feliz

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-¡Irene!-dijo Raúl despertándome del ensoñamiento. Yo abrí los ojos asustada, y miré nerviosa a mi al rededor. Al pensar en ese recuerdo, me había olvidado completamente de que seguíamos encerrados en el ascensor. Incluso ahora, mi respiración era calmada y regular, y ya no sentía que me ahogaba.
-¿En qué pensabas?-me preguntó con curiosidad ante mi cara de satisfacción.
-En mi hermano.-dije mientras la puñalada que ya tenía en el corazón desde prácticamente que descubrí a mi padre aquella noche, se me clavó todavía un poquito más. Aunque ya no sentía dolor, no sentía nada. Por mucho que mi corazón lo intentaba, ya no podía. Se estaba haciendo de piedra, resistente para evitar volver hacerse añicos ante otro golpe.
-¿Y qué hacíais?-me dijo intentando sacar tema de conversación, y así rellenar el incómodo silencio que incluso podía palparse.
-Estábamos jugando en la playa.-dije un poco apenada.
-Muy buen recuerdo.-dijo haciendo una pausa.-Pero seguro que tienes un recuerdo mucho más feliz que ese.-dijo incorporándose para sacarse el móvil del bolsillo delantero del pantalón.-Nada, seguimos sin cobertura.-dijo volviéndolo a guardar otra vez.
-No.-dije respondiendo a la pregunta del recuerdo más feliz.
-¿No qué?-dijo confuso.
-No recuerdo nada más feliz que eso.-dije dándole vueltas a la cabeza para encontrar ese recuerdo más feliz de mi vida en el que nunca me había parado a pensar hasta ahora.-¿Y tú?-dije interesada.
-Creo que fue el primer día en el que mi familia y yo fuimos al parque de atracciones. Estaba, emocionado. Yo solo tenía 11 años en aquel entonces, pero me sentía el niño más afortunado del mundo.
-¿Por ir al parque de atracciones?-pregunté extrañada.
-Mi padre y mi madre estaban en paro. Teníamos una situación difícil...prácticamente no llegábamos a fin de mes, y para mi que me reglaran ir allí, fue algo increíble.
-Vaya...-dije sorprendida.-Yo también tuve una situación parecida, te entiendo.-dije mirándole fijamente. El también me miró, y tenía la sensación de que saltaban chispas a nuestro al rededor. Era tan guapo...un poco gilipollas a veces, pero encantador en otras. No sé lo que sentía por él, no entendía bien porque corría por mi cuerpo un cosquilleo cada vez que me miraba de esa forma. Lo único que tenía claro es que me gustaba estar cerca de él, muy cerca. Nos fuimos acercando el uno al otro, hasta que estábamos prácticamente pegados. Justo en el momento en el que íbamos a besarnos, sonó un gran estruendo.
-¿Qué ha pasado?-dije nerviosa separándome de él y volviendo a mi sitio de hace un momento.
-No tengo ni idea.-dijo poniendo la oreja para oír cualquier otro movimiento.
De repente, las luces del ascensor se encendieron, y el ascensor se abrió en el segundo piso, dónde nos habíamos quedado. Yo me levanté tan rápido, que casi me tropiezo con una parte del suelo del ascensor que sobresalía un poco. Llegué a la pared que estaba en frente, junto a las escaleras, y di gracias a dios de que por fin haya salido de ese infierno rectangular al que llamaban ascensor.
Raúl salió con tranquilidad, y a continuación se colocó a mi lado.
-¿Bajamos no?-dije mirando a la puerta de las escaleras.
-¿Por ascensor?-dijo riéndose. No sé como coño podía estar tan tranquilo y relajado como para pensar en bromas que no tienen gracia.
-Tú lo puedes coger para subir a tu casa.-dije abriendo la puerta y saliendo hasta las escaleras.
-¡Espera!-dijo yendo detrás de mi.-No voy a irme hasta que no me digas que me perdonas.
-Yo...
-Ha sido un error, ¿vale?-dijo interrumpiéndome. En ese momento me cogió las dos manos y las acarició haciendo círculos con los pulgares en mi blanca y suave piel.-Por favor...-me rogó al ver que no le había contestado.
-Está bien...-dije dando mi brazo a torcer demasiado rápido. Pero la verdad es que lo que quería era que me dejara en paz para poder irme de allí.
-Gracias.-dijo dándome un pico sin avisar.-¿Quieres que te acompañe hasta tu casa?-dijo ofreciéndose.
-No...no. Gracias, prefiero ir sola.-dije dando un paso para atrás para evitar otro acercamiento por su parte.
-Está bien.-dijo derrotado y subiendo por las escaleras hasta su piso. Se hacía el duro, pero en realidad no era quien quería aparentar. Aunque bueno...poca gente enseña realmente quién es.
Yo también empecé a bajar, y cuando llegué al portal y abrí la puerta, vi justamente en la acera de en frente, como Raquel y Sofia iban juntas, riéndose y hablando entre ellas. Yo me escondí detrás de un arbusto para que no me vieran, y seguí observándolas. ¡Será falsa! ¡De verdad que no se puede confiar en nadie!
Salí corriendo de allí, evitando que me vieran. ¿Por qué todo el mundo quería hacerme daño? ¡Por qué nadie era bueno conmigo! ¿Qué he hecho para merecer que me traten así? Pensaba mientras alguna solitaria lágrima corría de vez en cuando por mi mejilla.
Cuando llegué a mi portal, me paré con el dedo justo delante del botón de mi piso. No había pensado en lo que me esperaba si subía allí arriba. Pero no podía seguir escondiéndome toda la vida. Aguantaré el chaparrón como siempre hago, y después esperaré a que vuelva la tranquilidad.
Todavía no muy convencida, toqué el timbre. Tardó unos segundos en responder mi madre.
-¿Si?-dijo con la voz ronca de tanto llorar.
-Soy yo.-dije atragantándome con mis propias palabras.
No me contestó, simplemente me abrió la puerta del portal y yo pase. Recorrí el vestíbulo un poco temblorosa, y en cuanto me paré delante del ascensor, decidí ir por las escaleras. No iba a arriesgarme otra vez a quedarme encerrada. Por lo menos subiría por las escaleras durante un mes.
Cuando llegué, prácticamente asfixiada, debido a los 7 pisos que había subido. Me acerqué a la puerta respirando agitadamente y toqué el timbre. Como me esperaba, me abrió mi padre.
-Pasa.-dijo sin ninguna emoción, abriéndome la puerta de par en par.
Yo pasé sin mirarlo si quiera, y me paré en seco en el salón, dónde se encontraban mi madre, llorando, y mi hermano animándola sentados en el sofá.
¡La fiesta no ha hecho más que empezar!

Dejadme respirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora