Almas vacías

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-Está bien, me iré.-dijo después de pasar un rato intentando convencerme de lo contrario. Se dirigió a la cocina y mi hermana todavía estaba terminando de comer. Tenia toda la boca y alrededores llenos de salsa de tomate. Estaba realmente adorable, pero si la viera mi madre me cortaría en trocitos que después trituraría hasta no dejar ni rasto de mi. Después de limpiarla con el trapo, Alex la dio un beso y un abrazo y la prometió que volvería otro día y se quedaría más tiempo. A ella le sobró con aquella respuesta, y el salió por la puerta.
Me daba un poco de pena Ale. Lleva un montón sin verle, como todos, y por un día que viene, le hecho. Pero no me daba ninguna pena él, aunque deseaba que ya volviera para poder conocer la verdad. ¿Por qué me daba la sensación de que todo el mundo me miente? ¿Cuántas veces he puesto la mano en el fuego por alguien y me he quemado hasta reventarme la mano? Muchas, muchas veces. Una por mi hermano. La otra, por mi padre. Pero la que menos me imaginé jamás, fue la de Diego, el niño rubio, mi mejor amigo, y mi exnovio.
Su historia es larga, y sobretodo dolorosa. Sin duda fue una de las cosas que me hizo querer irme de Texas. Aunque por otra parte, no quería dejar esa ciudad en la que había vivido mi infancia. Fue duro despedirse de un lugar tan lleno de recuerdos. Tan lleno de risas, pero también de lágrimas. Ese lugar representa prácticamente la historia de mi vida;
Con 14 años, yo ya estaba pérdidamente enamorada de Diego. Aunque lo llevaba en secreto. Solo lo sabía mi mejor amiga, Esther, que siempre me aconsejó que no dijera nada, porque el tenía novia, y no podía fastidiar una amistad de tanto tiempo sin ningún tipo de seguro. Ahora lo entiendo todo...

Miré el reloj y eran las 6, ¿tanto había estado pensando que se me habían pasado las horas volando? Estaba tumbada encima de la cama, sobre la colcha y boca arriba, con las manos en la tripa. Cada vez que me venían los malditos recuerdos de Texas me entraban ganas de llorar, pero le echaba valor para no desequilibrarme mentalmente más de lo que estaba. Todo aquello me dejo rota, pero yo sola me recompuse trozo a trozo. Y no volveré a dejar que nadie vuelva a romperme, porque entonces ya no me quedarán fuerzas para seguir. Mi abuela siempre me dijo que fuera fuerte, y que no me rindiera. Pero yo he perdido la fe en la humanidad desde hace tiempo. He perdido la fe en el amor, y en las pequeñas cosas de la vida, porque todo acababa siendo dolor y sufrimiento.
Seguía tumbada en la cama cuando sonó mi teléfono móvil. Lo coji, y mientras lo desbloqueaba, volvió a sonar un mensaje.
Mi abuela a muerto..
Decía el mensaje de Pablo. Joder...tiene que estar pasándolo mal.
Lo siento muchísimo, Pablo. Si necesitas cualquier cosa, dímelo.
Le respondí. ¿Por qué era tan buena con este chico después de todo? Pero antes de poder mirar el otro wa, me contestó.
Te necesito a ti..
Leí el mensaje por lo menos 10 veces. ¿Me estaba vacilando? No creo que sea el momento de hacerlo...
Iba a contestarle pero vi el mensaje de Raúl.
¿Portal y piso profe?
Le respondí enseguida.
Portal 15 7°B, alumno
Me di cuenta de que eran menos cuarto pasadas y comencé a vestirme. Me puse unos leggins, una camiseta rosa de tirantes lisa y una chaqueta de deporte blanca. ¿Para qué arreglarme más? Me fui al baño, y después de ducharme a colonia y a lavarme otra vez los dientes, me pinté el rímel. Cuando terminé, alguien llamó al timbre. Ya habría llegado Raúl, pensé.
Cuando abrí la puerta, mi sorpresa fue increíble al darme cuenta quien estaba tras esa puerta. No era Raúl, sino Pablo. Tenía los ojos rojos e hinchados de llorar, y el pelo despeinado. Llavaba un polo azul y unos pantalones negros ajustados. Tenía un aspecto horrible, de tanto llorar seguramente. Perder a un abuelo es de las peores cosas por las que todo el mundo pasa antes o temprano, pero nunca estas preparado para ello realmente. Siempre intentamos engañarnos con que se recuperarán, y vivirán a nuestro lado hasta que estemos capacitados para dejarlos marchar, pero nunca nada es como uno quiere.

Estuvimos un rato mirándonos el uno al otro, sin decir nada. Solo nosotros, solo él, solo yo. Joder, incluso así me parecía guapo. Pero no podía, no podía caer otra vez. Tenia que alejarme de él, no podía permitir otro acercamiento, todavía no.
-Lo siento.-fue lo único que pude decir.
El me miró y se acercó para besarme, pero sin darme cuenta me aparté echándome para atrás. Le hice la cobra, y el dolor que percibí en sus ojos me fracturó mi alma en más trozos de los que ya estaba. La opresión que sentía en el pecho era demiado fuerte. El dolor de un corazón roto que no puede latir solo me envuelve como un manto. Las piernas empezaron a temblarme y a avisarme que no aguantaran mi peso mucho más tiempo. Empecé a quedarme sin aire, no podía respirar bien por mucho que me esforzara. En ese momento perdí el conocimiento cayéndome redonda al suelo, creo. No lo recuerdo totalmente claro. Solo me acuerdo de como Pablo le dio una patada a la puerta del ascensor y después al cristal de dentro antes de perder el conocimiento definitivamente.

Dejadme respirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora