Ciudad de Ark, reino de Zoren - Silver Mansión
La anciana se enderezó los lentes sobre el tabique de la nariz con el dedo índice, mientras observaba a la muchacha encaramada en el taburete frente a ella. Lady Maylea, que tras casi una hora de estar de pie ahí como una muñeca, ya tenía muy mala cara pero, no podía decir una palabra, pues aun cuando las manos que sostenían aquel metro de costura estuviesen arrugadas y temblorosas, Lady Viena era una maestra de la moda y, conseguir una cita con ella podía tomar meses.
Sobre todo en épocas como aquella, en la que los bailes de salón se convertían en el evento más celebrado en la Corte Imperial. Sin embargo, era muy amiga de Lady Jonsdotter y una fanática empedernida de los rumores, por lo que bastó con contarle que la futura esposa del Príncipe Lucien necesitaba hacerle unos arreglos al vestido que usaría para asistir a las cruzadas y la mujer apareció enseguida en Silver Mansión.
—¿Podemos cogerle un poco más en la cintura? —preguntó Lady Jonsdotter, caminando alrededor de su sobrina mientras la estudiaba con los ojos.
La muchacha, que tenía ambas manos apoyadas en la cabeza para facilitar el trabajo de la costurera, estaba envuelta en un vestido color verde esmeralda con detalles dorados y botones.
—Si mi lady puede soportarlo —respondió Lady Viena con su trémula voz—. No quisiéramos que se desmayase en medio de las cruzadas, como ha ocurrido con aquellas a las que se les olvida respirar —agregó al tiempo que tiraba de los hilos en la espalda del vestido, para ceñir aún más la cintura de la joven Maylea.
Ella elevó los ojos hacia el techo acampanado de la mansión esforzándose por contener un gruñido y, se repitió internamente los motivos por los que hacía todo aquello. ¿Qué era una vida junto a un ser despreciable a cambio de la felicidad de su familia?
—Recuerda niña —Lady Jonsdotter la miró con seriedad—. No hay victoria donde no hubo esfuerzo.
—Y la victoria es... —Maylea hizo una pausa para respirar hondo— nuestra única opción.
—Porque... ¿Maylea?
—Por qué el fracaso es solo una excusa —agregó con timidez, para completar aquella frase que su tía casi le había tatuado en el cerebro.
—Muchas damas han padecido de la estupidez suficiente, como para desmayarse con solo ver al Príncipe —continuó hablando Lady Jonsdotter—. Y me refiero a perder de forma genuina el conocimiento, no a fingir que se desvanecen para ser salvadas por él. Pero, no mi Maylea, y es por eso que se convertirá en la Reina de Eskambur —dijo con toda la intención de que Lady Viena se encargara de propagar la noticia.
—¿Sabés lo afortunada que eres, querida? —le preguntó Lady Viena a la muchachita, poniendo alfileres en la falda del vestido para saber a dónde debía reducir medidas. La generosa luz del sol que se colaba por las ventanas, iluminaba la tela esmeralda provocando qué brillara— Quizá consideres mis talentos cuando pienses en tu vestido de novia.
Maylea se forzó a sonreír en respuesta y bajó los brazos ya acalambrados en vista de que al fin estaban terminando. No quería ni pensar en la enorme esmeralda sitiada por pequeños diamantes, que desde el día anterior lucia en su dedo, mucho menos decidir que vestido de novia usaría o cuales serían las flores adornando el pasillo por el que caminaría del brazo de su padre.
Su padre, pensó, quien estaría igual o aún más feliz que su tía. Él y el resto de su familia. Porque nadie conseguiría ver las cosas desde su perspectiva; para todos su desprecio hacia Lucien estaba injustificado, ¿Cómo podría despreciar a un hombre de semejante posición y aspecto?
—Por supuesto que contaremos con usted —mintió Lady Galea, con una sonrisa falaz dibujada en los labios.
—Muy bien —la anciana comenzó a recoger su metro—. Mañana temprano les haré llegar él vestido con uno de mis sirvientes —prometió, caminando hasta un sillón para tomar asiento en frente de la mesa.
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OSBORNE: El destino de una dinastía
Historical FictionMaylea parte de casa con dos objetivos en mente, el primero conquistar a un hombre noble y el segundo salvar a su familia de la desgracia, mas pronto descubre que su camino al altar estará lleno de obstáculos y trampas; que la capital es un lugar ho...