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Ciudad de Attos, reino de Eskambur - Grant Palace

Llegaron a oídos de todos en Grant Palace, rumores a cerca de las terribles pero efectivas técnicas que tenia Sir Iliam Bulloch para interrogar prisioneros, o en ese caso, para interrogar al rufián que se atrevió a atacar a la futura emperatriz Maylea. 

Y es que aunque el pobre hombre decidió hablar cuando ya había perdido varios dientes, eso no impidió que le tumbaran unos cuantos más. 

Dijo, tan claro como la sangre contenida en su boca y el temblor de su mandíbula se lo permitió, que había sido enviado allí por ordenes del emperador Theo en persona y que por eso vestía los colores de los Craig. Que su lealtad y su vida estaban dedicadas a ellos y que al igual que él, nadie en la capital descansaría, hasta acabar con la puta Varlett que había empezado aquella guerra. 

Lucien, que no pudo presenciar todo el interrogatorio, porque su madre requirió su presencia en el comedor, sintió una mezcla de ira y profunda tristeza al enterarse de aquellas palabras. Pues se había aferrado hasta el ultimo segundo, a la idea de que Theo seguía siendo el hombre racional y honorable con el que creció. 

—Me niego a creerlo —Dijo Sir Deutch cuando se encontraron a solas los tres en el estudio —. Y no porque mi lealtad este con él, sino porque lo conozco, Theo jamas haría una cosa semejante.

Sir Iliam avanzó hasta él con un par de copas de whisky en la mano, le entregó una y luego extendió la otra hacia Lucien.

—Lo sé —Dijo él —. Tan bien como sé que Theo nunca convertiría una fiesta en una decapitacion publica o que jamas capturaría a Iliam porque este se negara a entregarle Alta Mira —Le dio un trago a su copa —. Sé todo sobre el antiguo Theo, ¿pero sobre este? —Se rió sarcástico —. ¡No sé una mierda!

La ira bailó en sus pupilas.

—Las personas cambiamos, Luci —Acotó el caballero en un viejo tono amigable que ellos no le habían escuchado usar en mucho tiempo —. Tu cambiaste, contra todo pronostico —Soltó una risita, sorprendido de sus propias palabras —. De alguna forma sacaste lo mejor que había en ti y aquí estamos, en medio de la encrucijada mas grande de nuestras vidas. 

Era extrañó, pensó Lucien, mientras observaba los rostros de sus dos viejos amigos en esa habitación. Le pareció regresar años atrás, y ver a Nicolas Deutch intentando convencerlo de no cometer alguna tontería. 

—No, no pueden arrojarse de la punta de la catedral magna desnudos —Les había dicho una vez, cuando Theo y él estaban completamente borrachos e inspirados. 

Aun así se arrojaron de la catedral al lago y sus padres terminaron regañándolos a los tres, pero Nicolas intentó evitarlo, así como ahora intentaba evitar la guerra.

—¿Cuál es su propuesta? —Pregunto Iliam, sentándose en el borde del escritorio.

En su camisa blanca podían apreciarse algunas manchas de sangre, pues aunque se limpió las manos y el rostro después del interrogatorio, aun no se había cambiado de ropa.

—Theo propone que le permitas gobernar en paz —Comenzó a decir Deutch —. ademas  de un lugar en su consejo, para que puedas ayudarlo a tomar decisiones. A cambio él cederá el trono a tu heredero. 

—No le daría la espalda a los Craig en una habitación, mucho menos pondré la vida de mi futuro hijo en sus manos —Contestó Lucien —. ¿Qué podría impedir que lo maten en cuanto tengan asegurado su gobierno? ¡Acaban de intentar asesinar a Maylea! 

—Eso no lo sabemos, lo que dijo ese hombre, pueden ser solo palabras al viento. 

—¿Y si no lo son, Nicolas? ¿Tu tomarías ese riesgo? —Interrogó levantándose de la silla para caminar hasta el bar y rellenar su copa —. Dile que le ofrezco lo contrario, que me permita gobernar y declarare a sus futuros hijos cómo mis herederos. 

OSBORNE: El destino de una dinastíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora