Ciudad de Attos, reino de Eskambur - Grant Palace
A la mañana siguiente, Lucien salió a cabalgar incluso antes de que el sol asomara en el alba, pues de tanto pensar no había logrado dormir en toda la noche y pasear a bordo de trueno solía ayudarlo a despejar la mente.
<<Ustedes son los legítimos emperadores de Rhiannon>> Continuaban retumbando aquellas palabras en el interior de su cabeza, como una especie de amenaza que pretendía destruir la persona que había sido durante toda su vida y que ademas de eso, destruiría también a Theo.
—¿Por qué? —Le preguntó a la bestia de pelaje negro y sedoso que montaba —. ¿Por qué mi tío haría una cosa como esta? —Suspiró mientras le acariciaba la melena.
Entonces divisó las caballerizas y obligó a trueno a galopar más lento. En ellas se encontraba Sir Iliam, luciendo su armadura de acero bañada en oro y decorada por filigranas, mientras esperaba a que uno de los mozos le prepara su caballo. Llevaba el yelmo en el que destacaban un par de cuernos, sostenido bajo el brazo derecho.
—¿Daremos algún torneo y aun no me he enterado? —Le preguntó Lucien, abandonando el lomo de Trueno.
—Majestad —El caballero hizo una reverencia —. Creí que no regresaría a tiempo para despedirme.
—Así que te marchas —El moreno recostó la espalda en una de las vigas.
—He cumplido con el ultimo deseo de mi padre, ahora tengo que volver a casa, alguien debe defender nuestra soberanía —El crespo se encogió de hombros.
—¿Defenderla?
—Cuando mi padre murió, el emperador regente envió una carta en la que muy amablemente me invitaba a viajar a la capital para jurarle lealtad al imperio, me pidió doblar la rodilla y todo —Se rió con sorna, como para expresar lo ridícula que era aquella petición.
Y es que aunque las islas de Alta Mira pertenecieron al imperio durante siglos, hacia casi 25 años que el emperador Vincent les había otorgado su independencia, como un regalo a su gran amigo Iliamgell Bulloch tercero.
—Ahora es Theo quien gobierna, no tendrás que preocuparte por el viejo Craig —Intentó tranquilizarlo Lucien.
—En realidad son todos los Craig quienes me preocupan, y Theo es uno de ellos. Se que la carta te tomó desprevenido, pero debes hacer lo correcto...
—Es una locura, Iliam —Lo interrumpió el rey —. No es tan sencillo como crees.
—Te diré lo que creo, vi cómo tu y Theo fueron criados sin ningún tipo de distinción, siempre recibiendo las mismas clases y lecciones, hasta el punto en el que parecían un par de copias. Lo único que los diferenciaba era lo que había marcado el destino, que tu serias rey y el emperador — Iliam estiró la mano enguantada para apoyarla en el hombro de Lucien —. Jamas te vi sentir celos o preguntar porque si ambos llevaban el mismo apellido y la misma sangre, tu no podías soñar con el gran trono. Has sido leal a tu destino desde el principio, así que no lo traiciones ahora.
—Sir Iliam —Los interrumpió la voz de un muchachito flaco y desgarbado que apareció tirando de las riendas de una bestia blanca como la nieve —. Su caballo esta listo.
—Muchas gracias, muchacho —Le respondió el hombre con una sonrisa.
—Quédate —Pidió de repente Lucien, con su voz ronca—. Me vendría bien un caballero con tu experiencia para comandar mi guardia personal.
—¿Y qué hay de Alta mira?
—Lo resolveremos —Prometió ofreciéndole la mano.
Y como de costumbre, Sir Iliam Bulloch ni siquiera necesitó detenerse a pensar en su decisión, si no que de inmediato estrechó la mano del rey, tiró de él hacia adelante para abrazarlo y el acuerdo entre los dos quedó sellado.
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OSBORNE: El destino de una dinastía
Ficción históricaMaylea parte de casa con dos objetivos en mente, el primero conquistar a un hombre noble y el segundo salvar a su familia de la desgracia, mas pronto descubre que su camino al altar estará lleno de obstáculos y trampas; que la capital es un lugar ho...