Ciudad de Ark, Reino de Zoren - Palacio Imperial
Lucien se miró al espejo por última vez antes de salir de su habitación. El uniforme de la marina le sentaba espectacular como de costumbre y, los cabellos negros bien peinados le despejaban el rostro, de manera que sus ojos grisáceos resaltaban centelleantes. Todo parecía estar en su lugar y aun así, se sentía como si fuera otro.
Nada tenía que cambiar, le había dicho su padre la noche anterior, cuando lo vio sentado en la soledad del salón de baile tras despedir a todos los invitados. Incluso los sirvientes se habían ido a descansar pero, él se quedó allí, tumbado sobre una silla con la botella de whisky contra el pecho. Podría seguir disfrutando de las bellezas de la corte cuando fuera de visita a palacio por asuntos de política o negocios, pues a su esposa la dejaría en Eskambur como correspondía y ni siquiera tendrían que compartir la misma cama si acaso no le placía. Serían como dos desconocidos bajo el mismo techo, dijo el viejo Victor en un intento de tranquilizarlo.
Que al menos tenía suerte, también señaló, pues Maylea era preciosa. Y no es que Lucien ignorara la belleza de su futura esposa, por el contrario, sabía que la doncella tenía las proporciones adecuadas en los lugares idóneos pero, también tenía esa enorme boca a la que le permitía decir lo primero que se le cruzaba por la mente. Un hábito detestable, en especial en una mujer.
—¿Estas listo? —la voz de Lucas lo sacó de su ensimismamiento. Lo vio de pie a dos metros de él a través del reflejo en el espejo.
El jovencito también lucía un uniforme naval, uno que jamás se había puesto antes, pues aún faltaban dos semanas para que se uniera a la marina. Una tradición familiar que ninguno de los varones en la familia Osborne se quería perder. Allí en mar abierto, donde a nadie le importaba en lo más mínimo tu apellido o tu corona, era donde realmente te forjabas un carácter.
—Luces bien, enano —dijo con una sonrisa, al tiempo que daba media vuelta para que quedaran frente a frente.
Su hermano era probablemente la persona que más quería en el mundo, pues por alguna extraña razón él siempre lo había admirado; en un mundo donde Theo era siempre el modelo a seguir porque evitaba los problemas y daba las respuestas adecuadas, Lucas eligió seguirlo a él, quien se metía en pleitos y hacia chistes imprudentes en medio de las cenas familiares.
—No puedo creer que estas a punto de casarte —el jovencito liberó el aire que tenía contenido en las mejillas de una bocanada y algunos de sus cabellos le cayeron sobre la frente, pues se había encargado de alborotar hasta la última de sus hebras después de que su madre lo obligara a peinarse.
No necesitaba lucir tan serio, esos peinados lo hacían ver como un niño, y ya estaba harto de que todos le llamasen pequeño Luke.
—Lo sé —Lucien también dejó escapar todo el aire.
—Pero es aún más increíble que no sea con Mercedes, siempre creí que era la única mujer que podría amarrarte.
—¡Diablos! Mercedes —cayó en cuenta, antes de salir casi corriendo con dirección al pasillo.
—¡Tú... —intentó decirle Lucas, con el enorme manto blanco de figuras doradas entre las manos—. Olvidalo, ni siquiera creo que llegues a la iglesia —agregó para la soledad de la habitación, pues la figura de su hermano ya había desaparecido.
El olor a flores silvestres levitaba por todos los pasillos, incluso los del ala Este donde se encontraban las habitaciones, pues aun cuando la ceremonia sería celebrada en la catedral magna, tras el desfile en carroza por las calles de la capital, se dirigirían allí para la gran fiesta, así que la Emperatriz Ariadna, había mandado a buscar cuanta flor fresca hubiera en Rhiannon.
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OSBORNE: El destino de una dinastía
Historical FictionMaylea parte de casa con dos objetivos en mente, el primero conquistar a un hombre noble y el segundo salvar a su familia de la desgracia, mas pronto descubre que su camino al altar estará lleno de obstáculos y trampas; que la capital es un lugar ho...