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ADVERTENCIA: contenido +18 en la primera parte del capitulo.


Cerca al pueblo de Lille, reino de Ekios - Varlett Mansion

Lucien miró a su alrededor una vez mas, a todas las pacas de heno amontonadas contra las paredes del pequeño establo, aquel no era el mejor lugar en donde había cogido con alguien, pero en definitiva tampoco era el peor; al menos allí los dioses no lo estaban mirando, o quizas si lo hacían, pero no se enfadarían tanto como cuando hizo suya a aquella devota en uno de los baños de la catedral magna. Ademas, a la preciosa Nina tampoco parecía importarle demasiado el olor a caballo y estiércol, pues fue ella quien sugirió que fueran hasta allí.

—Tranquilo —Dijo acercándosele —. Nadie tiene que enterarse —Sonrió inclinando la cabeza hacia adelante para alcanzar su cuello.

El rey sintió cómo los labios de la rubia se impactaban contra su piel con suavidad, erizándole los vellos y trazando un camino hasta su clavícula. A ella no le interesaban los protocolos o si debajo de esa sexy sonrisa se escondía un completo idiota, le bastaba con saber qué era un rey, un hombre que aun siendo mas poderoso que los demas, al igual que ellos terminaría por sucumbir ante sus encantos.

Lo miró fijamente a los ojos grisáceos, mientras desabrochaba los botones de su camisa para despejar sus pectorales bien marcados y continuar besándolo. Vio el deseo ardiendo en sus pupilas cuando deslizó con suavidad la punta de la lengua con dirección a su ombligo, Lucien dejo escapar un pequeño gemido y con la mano derecha apartó los cabellos dorados que le caían sobre el rostro, tan tenue como para que los relinchos de los caballos pudieran opacarlo.

La criada le propinó un pequeño mordisco justo por encima de la pretina de los pantalones y él tiró de sus cabellos para que echara la cabeza hacia atrás y lo mirara a la cara. Sus mejillas se encontraban completamente coloradas y sus pezones erectos resaltaban ligeramente bajo la tela del uniforme ¿De dónde demonios había salido? Se preguntó intrigado, pues sabia cosas que solo una mujer de la vida nocturna podía hacer.

—¿Me permite, majestad? —Le preguntó antes de pasarse la lengua sobre los labios con lentitud.

Lucien asintió, pero permaneció completamente quieto, como si supiera que al hacer un solo movimiento, lo vencería la imperiosa necesidad de tumbarla en el suelo y hacerla suya en ese preciso instante.

Nina sonrió complacida, llevó ambas manos hasta el botón de sus pantalones con el fin de desabrocharlos, luego fue a por el cierre, y terminó introduciendo las manos en su ropa interior para alcanzar su miembro. Lucien volvió a jadear, en aquella ocasión un poco más fuerte; entonces vio cómo la criada abría la boca y comenzaba a introducir su polla en ella.

Sir Iliam, quien se encontraba a escasos tres metros de distancia de ellos dos, hacia su papel de mejor amigo y hombre de seguridad parado en medio del pasillo, atento a cualquier persona que osara interrumpir las actividades de su rey, como fue el caso de Lord Ambrose Varlett.

El joven apareció en la lejanía a bordo de un caballo con el pelaje marrón brillante, usando una camisa sucia y maltrecha en compañía de unos pantalones negros y un par de botas, estaba sudado y sus cabellos se encontraban revueltos.

—Mi lord —Dijo el caballero caminando hasta él en cuanto lo vio llegar —. Buenas tardes —Se obligó a sonreír.

El muchachito lo reparó con la mirada desde la punta de sus botas hasta el ultimo cabello castaño en su cabeza e hizo que el caballo detuviera la marcha, antes de contestar.

—Sir Iliam, ¿Verdad? —Preguntó abandonando el lomo de la bestia. Una vaina y su espada colgaban de su cadera.

—Sí mi lord, para servirle —Contestó el soldado haciendo una pequeña reverencia —. De hecho, puedo ayudarlo ahora mismo, se ve cansado, ¿Por qué no me deja ocuparme de su caballo? —Ofreció sujetando las riendas del animal.

OSBORNE: El destino de una dinastíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora